La OMS experimenta una extraña trayectoria que la convierte en un ejemplo clarificador del mundo que está naciendo desde los años ochenta. Uno de los rasgos del mismo es la conformación de unas élites que detentan una racionalidad excéntrica. La advertencia acerca de los peligros de las bombas que las industrias cárnicas lanzan sobre las poblaciones, con el consentimiento (des)informado de las mismas, ilustra el estado de extravío. Tras la crisis de las vacas locas, la carne reaparece, ahora en versión de las epidemiologías locas que sustentan las propuestas inquietantes, avaladas por tan misteriosa organización global.
La OMS es una organización en constante evolución, para adecuarse a los sucesivos contextos que se derivan de los procesos de transformación social. Desde los años ochenta el sistema-mundo se modifica sustancialmente, de modo que las corporaciones y empresas globales detentan el poder mediante su hegemonía sobre los estados. El resultado es la generación de un nuevo gobierno-mundo, en el que las viejas organizaciones globales, como la susodicha OMS, cogobiernan junto a la red de nuevas organizaciones al servicio de los intereses corporativos constituidos en el nuevo espacio-mundo. Esta red se fundamenta en las fundaciones, think tanks, organizaciones expertas, agencias especializadas, algunas ong y otras. La perfecta sincronización entre esta red y las empresas globales, los grupos mediáticos, así como sobre los estados reconstituidos, crean un conjunto que define un campo de gobierno cuyos límites nadie puede desbordar. La política estatal queda neutralizada y subordinada.
Este dispositivo global está determinado por los intereses económicos, basados en el sagrado precepto de crecer y extender los mercados. En coherencia con este, se constituyen autoridades sectoriales basadas en su fundamento técnico. En la nueva red interorganizativa global reinan los nuevos expertos en gobernabilidad, que definen lo que es posible y lo que excede a este realismo. La OMS ha experimentado un giro para adecuarse a este complejo global de intereses, poniendo a su servicio su supuesto potencial técnico avalado por su imagen de neutralidad.
En este marco de referencia cabe entender los sucesivos virajes de la OMS. Las antiguas tecnoburocracias profesionales que anidan en su seno, se han reconfigurado para adaptarse a las nuevas definiciones de salud, coherentes con la expansión del formidable dispositivo industrial de la salud, amplificado por un crecimiento exponencial de los consumos inmateriales derivados de la misma. Esta expansión coexiste con el estancamiento de la salud en una parte considerable de los territorios y poblaciones del sistema- mundo. El sobreconsumo sanitario coexiste con el infraconsumo en una asistencia sanitaria dual.
La gran expansión de los servicios sanitarios y la redefinición del valor salud para las poblaciones dotadas de recursos materiales, impulsa una medicalización desbocada, en la que la multiplicación de la prevención abre unos mercados susceptibles de crecer, en los que no se vislumbra el umbral de la saturación. De este modo, la nueva medicalización se apodera de toda la vida, transformándola en un campo de localización de sus productos y servicios. Pero la acción de esta venerable organización es muy selectiva respecto a las poblaciones destinatarias. Por eso he dicho al principio, que la OMS y sus locas epidemiologías combatían a las bombas de las carnes tratadas. Porque con relación a las bombas y las armas que producen víctimas, desplazamientos de grandes contingentes humanos y otras catástrofes, su discreto silencio y distanciamiento se encuentra dotado de una incuestionable elegancia.
La OMS se encuentra en un campo de realidad formado por la red interorganizativa global, que le confiere una posición desde la que ve, percibe y entiende el mundo. De este modo, la perspectiva global congruente con ese medio organizativo, se importa a todas sus actividades. El descentramiento de esta insípida tecnoburocracia es transferido a sus investigaciones. Así, las epidemiologías convencionales, son afectadas por el descentramiento, configurando las epidemiologías locas. Desancladas de muchas realidades, los investigadores entienden el mundo desde las relaciones con el complejo del crecimiento que termina por orientar las investigaciones y alterar los sentidos convencionales. El resultado es la conformación de un conjunto de investigadores extraviados, más relacionados con los grandes mercados sanitarios que con las poblaciones caracterizadas por sus carencias.
En este territorio del descentramiento y el extravío crece la idea medicalizada del estilo de vida. Tras el mismo se encuentra latente la idea de la eterna juventud de los consumidores opulentos que invierten sin límites en los bienes saludables que garanticen sus satisfacciones. De este modo, el cáncer se configura como la principal amenaza de las poblaciones inversoras en servicios de salud, constituyéndose en una prioridad imponderable. Así se genera un estado de movilización que genera una exigencia a los investigadores, de rango superior al de otras enfermedades fatales enraizadas en otros sectores sociales.
En este estado de expectación se producen los estudios amplificados mediáticamente. Un estudio dotado de recursos termina por aislar algunas variables que adquieren preponderancia en la situación del laboratorio de la investigación. Pero las enfermedades fatales que crecen, como el cáncer y otras, no pueden ser reducidas a dimensiones que pueden descomponerse en un ensayo. Por el contrario, son inseparables de las sociedades desarrolladas en su conjunto. La óptica estrecha de los estudios epidemiológicos huérfanos de las ciencias sociales, terminan por construir una solución dotada de simplicidad y carente de fundamentos. Las ciencias que nutren los mercados sanitarios sobresaturados, terminan por transferirles el falso supuesto de que existen soluciones unidimensionales que pueden ser administradas en recetas.
Así se constituyen las epidemiologías locas fundadas en los estudios producidos en el contexto de “la fábrica de estudios”, que termina por remitirse a sí misma, distanciándose de los contextos en los que viven las unidades muestrales. Estos descomponen el medio ambiente, la biología y el estilo de vida en variables susceptibles de modificación aislada. La OMS y las epidemiologías extraviadas terminan configurando una variante de lo que en este blog he denominado como “traficantes de decimales”. El tráfico de cifras contribuye a la pérdida de una visión global adecuada a la complejidad del mundo y los procesos en curso. Los traficantes de decimales de salud, insertos en el dispositivo global del crecimiento, trasfieren a la población mediante los altavoces mediáticos, una propuesta que atenta contra las racionalidades cotidianas. El formato mediático impulsa el desconcierto, en tanto que construye la comunicación mediante una simplificación monumental. El resultado es la difusión de un mensaje basado en ecuaciones simples como que comer carnes tratadas más de dos veces a la semana produce cáncer. Bien.
Del sumatorio de disparates de la OMS y sus compañeros de viaje extraviados resulta un cuestionamiento de la vida ordinaria de muchos millones de personas. Digo la vida y no el estilo de vida. Porque el estilo de vida es solo un constructo. Lo que se hace presente para las personas son sus verdaderas condiciones de vida, que para muchos se definen por sus carencias múltiples. Pero la vida es otra cosa que ese modelo denominado “estilo”. La vida es la relación entre gratificaciones y penas. Para lograr un balance favorable a las primeras es necesario desarrollar prácticas que aseguren las gratificaciones. En estas desempeñan un papel fundamental los sentidos, todos los sentidos.
Cualquier ser humano experimenta sensaciones estupendas mediante los cinco sentidos. La vista y el oído son selectivos y se relacionan con la educación y las posiciones sociales confortables que los educan, los desarrollan y les ofrecen posibilidades. De ahí resulta un diferencial en la intensidad de su disfrute. El olfato tiene un estatuto especial que dejaré en el margen de este texto. Pero el gusto y el tacto son los sentidos más universales. La comida, la bebida, el sexo y los mundos de la piel son los más accesibles y proporcionan muchas de las grandes gratificaciones que hacen que la vida merezca la pena.
Las epidemiologías locas, extraviadas en el laberinto global del tiempo presente, introducen una racionalización sin fundamento problematizando el gusto, que deviene en cálculo de probabilidades del tiempo de vida. Un sentido que representa tanto en la vida cotidiana y social como este, es insertado en un campo de análisis racionalizado y temporal. Así se cuestiona uno de los elementos de la vida, que es privado de su misterio. Todas las sociedades anteriores han comido lo que han inventado en el medio físico en que se encuentran. El gusto se ha formado en la infancia y siempre ha sido aproblemático hasta la llegada de las tecnocracias salubristas.
Pero lo más significativo de este episodio radica en que supone una regresión, en tanto que se difunde el miedo sin una alternativa, de modo que la propuesta es la abstención. En el caso del tacto, hace ya varias décadas, ocurrió lo contrario. El mensaje era “no te prives pero no te descuides”. Esta recomendación iba acompañada de los anticonceptivos, accesibles para las personas para las que el placer era factible y sencillo. No puedo olvidar la excepción de muchas poblaciones en el espacio-mundo, privadas material y socialmente en grado extremo. Pero ahora, esta tecnoburocracia de la OMS lanza su bomba informativa sobre la población, limitando el sentido del gusto, de modo que converge con las milenarias propuestas que entienden el mundo y la vida como un valle de lágrimas.
Porque la vida ordinaria, privada del gusto -que en mi entorno son las pizzas y las hamburguesas para los más jóvenes y los embutidos y el jamón para los mayores, siempre presentes en múltiples combinaciones y formas sociales de consumo- es una cosa diferente. La única opción razonable es sustituir esa sensación gustativa sublime por otras más acordes con un buen estado de salud. Pero las magias compartidas del tapeo, en el que las sartenes desempeñan un papel fundamental, son insustituibles. En mi caso, sólo hay una objeción muy importante. Así como he experimentado que es posible modificar la dieta haciéndola más saludable, pero manteniendo las sensaciones gustativas gratificantes, hay excepciones imposibles. La principal es el jamón. Este es el límite que no puede ser afectado por el miedo infundido por la nueva OMS y sus epidemiologías locas, ajenas a los sentidos de la vida buena, que no siempre es rigurosamente saludable.
Viste la serie Mr. Robot, es formidable, seguro que merece tu interpretación.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=Ug4fRXGyIak
Al dar al no soy un robot me dice que marque las imágnes donde aparece jamón serrano, ¿cómo es poseble?
Un alumna crítica con la crítica respecto al presente,
buen día Juan.
Gracias alumna crítica
ResponderEliminarNo he visto el video pero contestaré aquí cuando lo vea. Me dejas inquieto porque el jamón es un placer que no puede ser considerado en términos de magnitudes. Me sentiría mal en un sitio que se refirieran a él en gramos u otras medidas. Si tuviera que hacer un eslógan para el jamón diría: En cualquier compañia, en cualquier situación social y también en soledad. Con cualquier vino, incluso resiste la cerveza y hace grande a cualquier acompañante, principalmente al pan".
Los robots me dan yuyu. Ahora que lo dices me horroriza pensar que puedan sustituir a los cortadores de jamón a cuchillo, un oficio artesanal insustituible por máquinas.
Saludos cordiales
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ResponderEliminar¡QUÉ GRATA SORPRESA¡ Claro que me acuerdo de ti y de ese día. Tú eras el responsable de la célula de seguros del pc y yo era el enlace al comité. Teníamos un contacto en una vieja cafetería en Atocha. Ese día había movilizaciones en la escuela de peritos próxima. Nosotros no lo sabíamos y fuimos detenidos allí. Para mí fue muy ritual pues tenía la confirmación de una condena anterior y me ingresaron en Carabanchel.
ResponderEliminarEl responsable que tenía en esos tiempos, Juan Francisco Pla, era de lo mejor que he conocido en mi vida militante, en lo que se refiere a inteligencia y preparación.
Espero que la vida te haya ido bien. Después del 77 la mayoría de gentes que lucharon en la dictadura se fue desintegrando y apareció una nueva generación de "gestores". Llegó a mis oidos que uno de los integrantes de aquella célula, creo que era Julio Setién, fue alcalde de alguna de las ciudades del cinturón de Madrid.
¡un fuerte y afectuoso abrazo¡
Juan Irigoyen
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ResponderEliminarIgnoraba tu trayectoria posterior. Estuve los tres días en Sol y me ingresaron en Carabanchel para cumplir una condena de 1969, por propaganda ilegal en el nombramiento de Juan Carlos. Salí en agosto del mismo año y tuve mi primera crisis política en el partido. En el 73 me fui a Santander. Allí fui reclutado de nuevo el 75 para reorganizar el partido cuando comienza la enfermedad de Franco. Trabajé muchísimo con buenos resultados pero la llegada del aparato exterior desató el desencuentro. En el 76 fuimos detenidos todo el comité provincial y estuvimos una semana en la carcel, pero ya era otra cosa. Después las elecciones del 77 en las que nos parachutaron a Nicolás Sartorius, ya en plena disidencia. En el otoño del 77 dimitimos de nuestros cargos una buena parte de la dirección. Yo tuve un choque fuerte con Romero Marín, que fue el enviado a sofocar la revuelta. El 78 abandoné el partido y en los años siguientes rehice mi vida. Desde el 82 mantuve la esperanza de una sociedad mejor. Desde el 92 tengo posiciones críticas crecientes y públicas con respecto a la democracia española y la clase política. El nuevo siglo las ha profundizado y el 15 M fue un acontecimiento fundamental. Hace tres años escribo en este blog para manifestar mi posición.
ResponderEliminarMe duele el escaso reconocimiento de la gente que como tú se ha sacrificado y ha sido silenciada. Esto es terrible.
Así como de ti me acuerdo perfectamente, también de tu imagen, mo me acuerdo de Pepito y Ernesto. ¿Pepito trabajó en Isolux? Si es así sí me acuerdo de él.
Pla, con respecto a otros dirigentes del pc que he conocido tenía una inteligencia y preparación incuestionablemente mayor. Lo que ignoro son sus actuaciones desde que le perdí de vista. Otra cosa es Setién, que formó parte de la clase política de lo que ahora se llama el régimen del 78, que compite en cleptocracia en oscuridad y corrupción.
Soy profe en la universidad y no te puedes imaginar lo que siento cuando veo a los chicos y las chicas pasar los años sin que tengan nada sólido. Nosotros no luchamos porque haya elecciones con precariedad y sin derechos naturales. Yo lo cuento en varios post de este blog "El ensañamiento" La Gran rotación ÑLA precariedad y otros.
UN fuerte abrazo para todos vosotros