sábado, 4 de julio de 2015

LA EASP EN EL MAGMA

El magma es un territorio pantanoso que afecta a las organizaciones públicas en la España postfranquista. Este fenómeno corroe las iniciativas y los proyectos interfiriendo las capacidades de las mismas. El magma se encuentra ubicado en el medio interorganizativo que depende de la clase política, que coloniza las organizaciones públicas mediante la designación de directivos subordinados a sus lógicas e intereses. Así, en el largo tiempo posterior a la transición, apenas se han configurado organizaciones nuevas vigorosas y sostenidas. Cualquier organización que se desenvuelva en este medio, es fatalmente afectada por magma. La principal dimensión de este radica en el contingente de gerentes y directores de las empresas del sector público seleccionados y mantenidos desde las cúpulas partidarias. De este modo lo expliqué en un post de este blog en 2013.

La EASP, nacida en los años ochenta como un proyecto autónomo impulsado por distintos grupos participantes en la salud pública crítica de los años setenta, en la que coexistían varias interpretaciones del mundo sanitario de este tiempo, es sometida en los años noventa al proyecto y la lógica de los poderes imperantes, mediante la presencia de directores-gobernadores coloniales que bloquean el proyecto inicial y gobiernan la organización mediante la clonación del modelo de la nueva gestión pública, del que se obtiene una grosera versión local, además del arte de la distribución de prebendas entre las distintas élites preexistentes. Esto significa, en términos de la historia de la EASP, sumirla en el magma andaluz. Este es un medio del que parece inviable salir.

En el post anterior califiqué como “rectificación” el giro de la escuela, alejándose de sus supuestos iniciales para inscribirse en la poderosa reestructuración neoliberal que emerge en esos años. Las políticas sanitarias cancelan la reforma salubrista de los noventa para adoptar las versiones del new public management en los servicios de salud. Una de las características de este saber emergente es el establecimiento de una sencilla escala asentada sobre las categorías antiguo-moderno. Todo lo moderno es considerado bueno y cualquier resistencia es ubicada en lo antiguo, que se entiende como un tiempo concluido. De este modo, la tormenta de conceptos, significaciones, métodos y saberes gerencialistas-neoliberales es acogida e internalizada celebrativamente como un signo de modernidad. 

Así, todas las conceptualizaciones y métodos procedentes de la salud pública y de las versiones de la atención primaria de los setenta, son enterradas para dar paso de forma aproblemática a las nuevas directrices. El máster, así como la programación docente de la escuela experimenta un giro radical que muestra la emergencia de los nuevos saberes. Ahora se hace presente la nueva gestión pública, que importa de la empresa postfordista sus supuestos y sentidos, así como su pesado maletín de herramientas. Los viejos módulos de planificación  y salud son reformulados, cediendo el paso a una nueva generación de gerentes providenciales que cuentan sus casos milagrosos, que tienen la pretensión de generalizarse, al igual que las empresas globales estrella de la época, que presentan sus soluciones universales ante los optimistas y esperanzados alumnos. La proliferación de sesiones con directores portadores de soluciones se hace frecuente, significando algo equivalente a los fuegos artificiales de las fiestas.

Tal y como ocurre con la nueva gestión pública, tanto las teorizaciones como los métodos propuestos devienen en modas que se suceden vertiginosamente. Confieso que abandoné a la primera, cuando se proponía, con una prodigiosa puesta en escena, la gestión por procesos, con un envoltorio equivalente al que hoy puede ser el penúltimo paquete-producto de Movistar. El cliente era convertido en una realidad análoga a un producto que atravesaba una cadena de montaje de diagnósticos-tratamientos. Todos los contenidos tradicionales son reciclados según el aparato conceptual de la nueva empresa. La calidad se establece como el centro de nuevos saberes orientados a los destinatarios de los servicios, ahora clientes sofisticados a los que es esencial saber escuchar, para lo cual el marketing y la publicidad devienen en fuentes imprescindibles.

La mutación de los contenidos se acompaña de una rotación de los públicos involucrados en las actividades. El contingente ubicado en los distritos de atención primaria, que conformó la base de la docencia, se disemina penosamente por los servicios en busca de un nuevo destino. Este es reemplazado por un numeroso colectivo de médicos y enfermeras presto a formarse en los misterios de la gestión clínica. Junto a ellos, el crecimiento en los hospitales de estructuras directivas de apoyo a los gerentes proporciona un contingente de alumnos ajenos a las profesiones sanitarias. Un conjunto de economistas, psicólogos, abogados, sociólogos y otras especies profesionales pueblan las aulas de la escuela. Se trata del efecto llamada de la calidad, la nueva estrella advenida al sector sanitario. Junto a ellos comparecen los primeros profesionales de aseguradoras en busca de una formación acreditada en gestión. También los numerosos  profesionales latinoamericanos y algunos europeos, que anuncian la conformación del mercado universal de titulaciones, productos académicos y de investigación.

Pero si algo transforma radicalmente la escuela es la explosión de la asesoría. Esta es una función que desempeña un papel determinante en la financiación, que se impone desde la metrópolis sevillana. Esta no cree en la investigación, cuyos resultados se ubican en un tiempo demasiado largo y en los márgenes de su campo de definición de las situaciones. Así se conforma un área que produce trabajos de asesoría para las organizaciones sanitarias del sector público. Esta transforma radicalmente la escuela, en tanto que la inscribe en el medio interorganizativo que denomino magma, al tiempo que acrecienta su dependencia. Pero esta factoría de trabajos para los clientes-amigos tiene otra consecuencia fundamental. Para llevarla a cabo se procede a la contratación de numerosos profesionales jóvenes que devienen en ejecutores de proyectos y trabajos en serie.

Así, se acentúa la diferenciación interna y se configura una estratificación rigurosa de la organización. El modelo universal de la empresa postfordista sanciona esta situación. Se multiplican las formas de contratación y la diferenciación de condiciones, al estilo de las organizaciones surgidas por la expansión de la producción inmaterial en las que se localiza la nueva institución de la gestión. Así se conforma una versión de una “casta académica” con buenos contratos y condiciones de trabajo, que afecta a los veteranos, a los profesionales capaces de captar recursos en el exterior del magma y a los que tienen nexos privilegiados con los distintos poderes fácticos presentes en el ecosistema en el que se encuentra la escuela. Además, se conforman varias categorías intermedias determinadas por la proliferación de especializaciones y subcampos. Por último, comparecen los contingentes de un nuevo cognitariado circulante, sometido a contratos temporales muy duros, que se inscriben en una escala invertida de aquella que llegó hasta el estado de bienestar. Estos ejecutan las tareas de base sobre las que se producen informes, dictámenes, proyectos, trabajos monográficos, investigaciones o textos especializados para clientes externos.

En su fundación la escuela nació con vocación de ser una alternativa a la universidad, tanto en las metodologías docentes como en los procesos de producción de conocimiento. Uno de los componentes del magma son precisamente las universidades. Así, los principales cursos de la escuela, son reconvertidos a homologaciones universitarias. Ahora son máster y expertos supervisados por la burocracia universitaria, que realiza sus cálculos en décimas y centésimas de la moneda única: el crédito. Aún y así, la distancia entre los productos docentes de ambas organizaciones, sigue siendo muy considerable a favor de la escuela. En el campo de investigación, la situación es inversa.

Pero, el elemento diferenciador de una institución de estas características es su capacidad de reflexión y de generar ideas sobre las políticas sanitarias. En la fundación siempre estuvo presente esta aspiración que justificaba el proyecto. Pero pensar, deliberar, interrogarse o crear en común, supone como requisito imprescindible, la superación de las jerarquías, el pluralismo, la heterogeneidad, la autonomía y la libertad. Esto no es posible en el tiempo histórico actual en una organización inscrita en el magma. Así, los dogmas gerencialistas y neoliberales rellenan el vacío y son aceptados sin discusión.

En los años siguientes a la rectificación, el tejido interno de la escuela resulta de la coexistencia de numerosos proyectos vinculados con distintos intereses establecidos en su campo organizativo. Los ausentes en la refundación se han hecho presentes alcanzando cuotas de poder considerables. No obstante, en la organización se encuentran sobrerrepresentados los médicos de familia vinculados a distintos clanes locales y regionales. Por el contrario, el psoe se encuentra infrarrepresentado, lo que significa un diferencial con respecto a otras empresas públicas sanitarias. Así se conforman áreas de complejidad gobernadas por un régimen de excepciones y de cierta pluralidad de discursos. El pensamiento único presenta variantes que se manifiestan en personas que tienen el privilegio de decir más allá de lo encuadrado en el paquete de problemas y soluciones preconfigurado y cerrado.

En los últimos quince años el magma se ha modificado. El avance de la reforma neoliberal en la versión moderada andaluza implica la progresiva presencia de empresas. Estas resultan de la nueva concepción del sector público. De este modo, el creciente volumen de los intercambios entre las organizaciones públicas y las empresas implica la aparición de la puerta giratoria. El personal directivo que rota por las organizaciones del magma traspasa las fronteras para ubicarse en el territorio de las empresas colaboradoras con el nuevo estado relacional.

Voy a ilustrarlo con un ejemplo. Conocí a Miguel Jara en Gijón, compartiendo una mesa en unas jornadas de medicalización. Hace unos años me escribió solicitando una información. Se trataba de un gerente de un hospital público andaluz, que simultaneaba su cargo con el de relaciones públicas de una poderosa empresa farmacéutica. Efectivamente confirmé la información, reafirmando su papel de relaciones públicas de esa empresa, facilitada por su agenda personal derivada de su condición de gerente-circulante. Pero, en el curso de esta gestión, uno de mis informantes me contó que cuando estaba en la dirección del Hospital Clínico de Granada, participaba como miembro de una comisión mixta de dicho hospital y de una empresa madrileña contratada para preparar a la plantilla para el traslado a la nueva sede. El contrato era muy generoso en relación a la actividad de dicha empresa. Pues bien, después de estar presente en la comisión durante dos años como representante del hospital, pidió una excedencia. Dos meses después compareció en la comisión como miembro de la empresa. He seguido la carrera de tal emprendedor que regresó a lo público.

La denominada crisis económica modifica las condiciones del sector público, otorgando una cuota de poder mayor a los gobiernos. En Andalucía, la escuela queda integrada en el conjunto de empresas públicas regionales, con las que el gobierno se compromete a no realizar despidos. Como contrapartida, los presupuestos son congelados y no se financian proyectos expansivos. Para una organización productora de conocimiento es un golpe muy importante. Así culmina un largo proceso en el que los profesionales de la escuela son transformados progresivamente en empleados. Este es el destino de la casi totalidad de las empresas públicas, de modo que se cierra el horizonte abierto en la transición política, en el que se pensó la factibilidad de un sector público sólido, eficiente y sostenible.

Aún a pesar de las excepciones, de las distintas voces inteligentes, de algunas áreas y proyectos brillantes, el estado de la escuela se puede definir como la antesala de la decadencia. Tras el solemne edificio, las  brillantes historias profesionales de algunos de sus componentes y el prestigio de la marca aparecen los primeros indicios de regresión. En el territorio pantanoso del magma el sentido se va disolviendo y se impone la voz de los propietarios. Por eso concedo tanta importancia a los actos institucionales, en los rituales marcan las distancias de una forma clamorosa. En los últimos años soy invitado a distintos congresos como ponente en la apertura de los mismos. No puedo ocultar mi asombro ante la entrada de las autoridades andaluzas, en una forma exuberante que remite al palio franquista. No es lo mismo en Euzkadi y en otros lugares, donde he podido verificar otra forma de estar de Rafa Bengoa u otros consejeros.

La escuela, que en sus treinta años de existencia ha generado dos mundos culturales que producen un shock variable en los médicos y enfermeras enclavados en las consultas que pasan provisionalmente por allí. Este extrañamiento adquirió la forma de salubrismo unos años hasta que fue reemplazado por el gerencialismo radical. Así se produce una inquietante modernización distinta a una nueva inteligencia. Cuando concluye un curso los profesionales suelen decir “ahora vuelvo a la realidad”.









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