Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

viernes, 31 de julio de 2015

ALBERTO GARZÓN, EL COMUNISMO POSMODERNO Y LOS PELAGATOS

La crisis del régimen del 78 tiene lugar en un escenario que se modifica y recompone vertiginosamente. La narración de los cambios se realiza en las televisiones y las redes sociales, medios que magnifican cada instante para deponerlo y sustituirlo por otro aparentemente nuevo, en el que se pierde la conexión con los antecedentes. De esta manera, los procesos en curso se encuentran en estado de opacidad para el receptor polarizado en cada instante, en el que todo parece, simultáneamente, nuevo y redundante. En este escenario desintegrado que los media recomponen cada día emerge la figura de Alberto Garzón. Entre los tertulianos de guardia que interpretan los sucesos y hacen pronósticos es, sin lugar a dudas, el que experimenta un grado de metamorfosis múltiples más intensas. Su retórica le confiere la propiedad de encontrarse en todas las posiciones y, a la vez en ninguna. Así deviene en símbolo de la posmodernidad difusa.

Su récord más prodigioso radica en la incapacidad de los ciudadanos-espectadores de descifrar su ubicación. Es capaz de dar tantas vueltas que el receptor queda hipnotizado, de modo que no sabe bien cuál es su posición. Así, en las últimas elecciones, consumó el penúltimo milagro, que consistía en que nadie sabía a ciencia cierta el lugar en que se encontraba. Esto le permitió a posteriori atribuirse la victoria de las candidaturas de Podemos y los éxitos de Izquierda Unida, tanto en Zamora como en los pequeños municipios de distintas provincias que sumados permiten algún escaño dotado de poder en las diputaciones provinciales.

Entre todos los comandantes arribados a las pantallas es el maestro de la prestidigitación retórica. Lo que se imagina como el inminente fin del bipartidismo propicia un discurso en donde lo empírico se minimiza. Pero en la televisión como en las redes eso carece de importancia, en la secuencia del encadenamiento de los instantes eternos, que diría Maffesoli. Se trata de movilizar emociones y realizar puestas en escena que satisfagan las imaginaciones múltiples de los ciudadanos convertidos en audiencia y materia demoscópica. Así se muestra capaz de realizar un recital de magia y hacer desaparecer la realidad del hundimiento de su partido en lugares como Madrid, Valencia y otros del mismo rango. Nuestro héroe es capaz de crear una ficción en cada instante de televisión.

La última actuación de magia ha consistido en la plataforma de Ahora en Común, que pretende presionar a Podemos para una candidatura integrada. Al tiempo que comparece como promotor de esta plataforma es el candidato de izquierda unida a la presidencia, mediante unas elecciones primarias que remiten al tiempo extinguido de las democracias populares de más allá del Elba. Pero en su caso, esta metamorfosis no presenta ninguna dificultad. Se trata de un prodigio catódico en el que representa, como algunos curtidos periodistas en los programas del corazón, una gama sucesiva de posiciones incompatibles que cristalizan en una trama espesa capaz de movilizar los sentimientos de la audiencia desorientada por los sucesivos giros de las situaciones.

El esperado y deseado cambio político tuvo su origen en un acontecimiento: el 15M. Hasta entonces todos permanecían en las instituciones políticas decrépitas en estado de laxitud. También la izquierda del régimen. Se trataba de representar un papel de oposición impotente que reportaba algunos beneficios a sus relajados diputados de la oposición. Mientras tanto, en el entorno, los operadores neoliberales intensificaban el ritmo de la reestructuración, ensañándose con la antigua clase trabajadora devenida en un conglomerado heterogéneo precarizado, así como en una masa de endeudados con los que el poder económico se ensaña. El 15M representó un estallido interno de las víctimas de esta situación.

Pero es muy importante recordar que la izquierda institucional acomodada no estuvo presente en las plazas. Puede que alguno a título individual transitara por estas, pero no como tales colectivos. Porque el 15 M era un acontecimiento extraño a la narrativa de dicha izquierda, que se define en torno al relato que espera un movimiento articulado en torno a una nueva versión de Espartaco. Lo que se espera es un líder, una vanguardia-partido, y por debajo, las masas perfectamente alineadas en torno a este dispositivo de dirección. El 15 M fue todo lo contrario.

Una de las dimensiones de este acontecimiento fue precisamente mostrar cómo la izquierda, en general, se mostraba desorientada y marginada, en tanto que sus discursos se corresponden con otro mundo, el del pasado. Así,  se encuentran en una situación de fuera de juego en el nuevo escenario. Soy profesor universitario y estoy inscrito en una lista de correo de profesores de izquierda. En los días del 15 M se produjeron un verdadero torrente de disparatadas interpretaciones. En síntesis se proponían dos interpretaciones. La más benévola descalificaba el movimiento puesto que carecía de ideología, en tanto que la más dura lo entendía como un movimiento generado por los servicios secretos norteamericanos, inscrito en la secuencia de revoluciones naranjas, como las de Ucrania. Se llegó a especular con la presencia en Sol de agentes especializados. La evidencia de que me encontraba inmerso en una auténtica secta civil, definida por un vínculo con el pasado, era manifiesta.

En los años siguientes al 15 M aparecen dos actores que inician una ruptura y anuncian la reforma del régimen. Una es la de los grupos mediáticos vinculados al dinero, básicamente el Mundo de Pedro J. y Eduardo Inda, que toman la iniciativa generando una retórica mediática insólita de denuncia a la corrupción y a una parte de la clase política, incluida la monarquía, en las televisiones. La segunda es la emergencia mediática del grupo de profesores de la Complutense que presentan un discurso rupturista, introduciendo una retórica de superación de la impotencia política, construyendo un horizonte de esperanza representado en el lema de “sí se puede”. Este es el núcleo fundador de Podemos.

La situación de deterioro radical sostenido  de las estructuras institucionales determina una conexión insólita entre una parte muy importante de la opinión pública y el grupo de tertulianos rupturistas. Esta es tan intensa que en meses se reconfigura todo el territorio político. El tiempo vertiginoso de esta emergencia política rehabilita el fértil concepto de “coyuntura” que Poulantzas enunció en los sesenta y setenta. De esta conexión resulta el capital político obtenido por el grupo que escenifica en las televisiones la ruptura. La elaboración de un discurso político híbrido y abierto, más allá del convencional de la izquierda comunista, favorece la conexión con un conjunto de personas y grupos que desde el 15 M se encuentran en estado de disponibilidad para la acción. En pocos meses, se configura el doble milagro de adhesiones múltiples al nuevo proyecto, además del demoscópico que lo convierte en una fuerza relevante.

En un tiempo tan rápido como el que sucede a la ruptura en las pantallas, todos los partidos, agentes políticos y mediáticos se reposicionan para habitar en el nuevo territorio. Sólo los sindicatos y empresarios permanecen ajenos como si nada hubiera sucedido. Este terremoto político y demoscópico genera una estela en la que todos los agentes presionan para reapropiarse de una parte del capital demoscópico de los recién llegados. Así se pueden interpretar los movimientos de izquierda unida, que sitúan a Garzón en la cabeza para facilitar la relación con sus antiguos asesores. No se trata de un cambio organizativo, ni un relevo generacional. La organización gerontocrática sigue incólume. Sólo aparece un joven en su cúpula: Garzón. No se trata una revuelta generacional que actúe a favor de una renovación. Lo que domina aquí es el instinto de sobrevivencia. Nada más.

En este contexto se hace inteligible la actuación de Garzón. Asume la jerga introducida por los nuevos, así como su relato. De este modo se presiona para la unidad de la izquierda definida como una extraña comunidad moral cohesionada por la misión de restituir la relación entre la democracia y la mayoría social. Sin embargo, a pesar de las ambigüedades consustanciales a los discursos televisivos, las primeras diferencias entre los recién llegados y la izquierda del régimen son muy relevantes. La limitación de salarios y prebendas de los representantes políticos es algo completamente nuevo, así como la financiación que excluye el endeudamiento con los bancos. Este es uno de los efectos de la ruptura de Podemos.

Pero los procesos sociales están dotados de singularidades y contradicciones asombrosas. Así, Podemos ha conquistado un espacio electoral muy importante y ha recibido una avalancha de contingentes de activistas y militantes inesperada. Las capacidades y tiempos requeridos para hacer compatibles ambos elementos desbordan sus recursos. Así, instaura un sistema organizativo vertical para obtener la cohesión mínima requerida para abordar las elecciones. De ahí resulta un incipiente aparato, ahora un nuevo aparato 2.0, de cuyas actuaciones resulta una generación de decepcionados y apartados.

El resultado es la extraña convergencia entre los disidentes de Podemos, las estructuras militantes locales resultantes de los conflictos agudizados en los últimos años, principalmente articuladas por el principio de autoorganización, así como un conjunto de partidos minúsculos en busca de su oportunidad, e izquierda unida. El objetivo de todos los componentes es la obtención de la confluencia que permite socializar el capital político del socio principal. En su ausencia, para izquierda unida carece de interés la coalición. Los juegos que genera esta peculiar relación entre los pretendidos herederos, alcanza niveles de una comicidad sublime, al tiempo que de un patetismo de alta intensidad. Porque el poder alienta una plataforma que erosione a Podemos. Así, los altavoces mediádicos son desproporcionados en relación a las previsiones electorales. La confusión es cosmológica en cada uno de los instantes que los media construyen. Este es el territorio propicio para Garzón.

El vertiginoso tiempo en que se ha constituido Podemos lo ha transformado en una organización en la que sus élites tienen una preponderancia sin contrapartidas. En el breve intervalo temporal desde su fundación ya puede homologarse con los demás partidos, que tienen prohombres que realizan declaraciones brutales. Hace unos días, un diputado de Podemos en el parlamento andaluz, José Luis Serrano, calificó a los miembros de Ahora en Común como “cuatro pelagatos”. Esta afirmación me conmovió, pues ya he vivido dos veces esta situación. La transición política se resolvió mediante la postergación de los cuatro pelagatos de esa época, que eran los movimientos sociales. En este blog han comentado recientemente algunos de los acumulados en esta plataforma.

Siento especial debilidad por las gentes que promueven la acción colectiva. Me parece una tragedia su marginación y una comedia de alta densidad paradójica su convergencia con la izquierda comunista en estado de movilización por su supervivencia. Porque si los nuevos señores de la ruptura demoscópica los han sepultado con la última versión de las primarias 2.0, no quiero ni pensar su destino en una organización con unas primarias por aclamación. Así, el término pelagatos designa el de un excedente de organización y acción que no sirve, que estorba el proceso principal. Los pelagatos son los superfluos que comparecen en todas las coyunturas de cambios para ser convertidos en deshechos por los actores principales.

En este escenario de significaciones múltiples; de máscaras; de proliferación de sentidos; de convergencias inesperadas; de razones ocultadas; de gentes que buscan su oportunidad o pretenden sobrevivir; de guiones improvisados, así como de puestas en escena según los modelos del marketing y la publicidad, brilla Garzón, ahora representando el argumento de la unidad. Pero García Montero, la última víctima de la tragedia de izquierda unida se constituye en un aviso para los que no comprenden bien los acontecimientos fragmentados por los medios. Es el tiempo inevitable de los bailes de disfraces. Esta es una historia de convergencia entre quienes quieren abrir otro futuro; los que quieren sobrevivir; aquellos que instauran formas de dominación 2.0; los que impulsan proyectos micro de movilización, y quienes se resisten en ser convertidos en deshechos del proceso de cambio. Veremos.


viernes, 24 de julio de 2015

EL ESPÍRITU DE LAS MANADAS TURÍSTICAS

En varias ocasiones he mostrado mi perplejidad en este blog ante los compactos grupos de turistas que son conducidos por los guías mediante señales visuales que se ubican en la cabeza de la comitiva para orientar a los esforzados cumplidores del estricto programa. Estos días me encuentro en lugares en los que es imposible evitar cruzarse con ellos. Desde la tangente contemplo el espectáculo de la relación entre los turistas, que son agrupados en una forma social que puede definirse, más bien que como grupos, como manadas, puesto que una de las finalidades de la concentración es ser protegidos ante la acción de los depredadores que los asedian, que los pretenden cazar de modo similar a las jaurías. Esta relación la interpreto como uno de los factores fatales de la crisis de la civilización occidental, en su penúltima versión de explosión del mercado. Me refiero a la industrialización de los viajes y su reconversión en segmentos de estilo de vida.

En la naturaleza, las especies que tienen la condición de presas, se agrupan en manadas para protegerse de los depredadores.  Estos desarrollan estrategias muy sofisticadas de ataque a las manadas. En el caso de los lobos, los leones, los perros salvajes africanos y otros, el grupo-jauría se despliega en torno a la manada y la estimula a huir. En la carrera, los depredadores pueden seleccionar a los ejemplares más débiles. Una vez fijado el blanco, tiene lugar un segundo nivel de estrategia para aislarlo, acosarlo y capturarlo. El grupo realiza una caza en común que tiene más posibilidades que en solitario. Otros depredadores como los cocodrilos, esperan el paso inevitable de las manadas por sus territorios para cobrarse víctimas.

En el turismo ocurre algo semejante a esta caza social. En un territorio turístico se conforman grupos de caza de ejemplares escindidos momentáneamente de su manada. Esta adquiere múltiples formas, de modo que la creatividad y el aprendizaje sobre las experiencias adquieren un esplendor inusitado. Esta es una de las razones de la industrialización de los viajes. Cada turista contrata un viaje cerrado que realizará junto a un grupo de tamaño considerable. Este está descompuesto en varios destinos sucesivos  y actividades parciales que el grupo desarrollará colectivamente. Así se protegen de los depredadores. En las poblaciones locales existe un estado de indignación manifiesta por lo que denominan como “todo incluido”. Es decir, que el viaje se encuentra determinado en todos sus detalles, de modo que pocos se arriesgarán a salir de la manada para explorar o realizar alguna actividad que los haga vulnerables a los depredadores, reduciendo así su posible inversión económica. La percepción que tienen los nativos de los turistas es la de unos tipos cargados de euros que han comprado un viaje barato. Así se conforma una rebelión oculta e inexpresada contra el low cost, que adquiere un perfil singular.

Las manadas se forman en los hoteles-fuerte. Se puede denominar así a la multiplicación de los servicios en los hoteles, de modo que compiten con los servicios exteriores. Un turista puede estar recluido una parte muy importante del tiempo en el hotel, en el que puede disponer de piscina, gimnasio, bar y programa de actividades de ocio. Pero las salidas colectivas son inevitables en tanto que forman parte de los móviles del viaje. Aquí es donde se arrejuntan las manadas que son conducidas en autobús a las visitas programadas. En los trayectos a pie existen más oportunidades de ser interceptados, siempre y cuando el viajante se desvíe de la manada.

Porque un turista adscrito a un viaje, tras mantener varios días el programa estricto, puede ser inducido a pedir un complemento del menú del día o cometer cualquier acto de indisciplina por el que será severamente penalizado por los omnipresentes cazadores. Los depredadores de las diversas especies esperan a que los más débiles cometan errores. Por eso los aeropuertos u otros lugares de paso son los lugares más peligrosos para ellos. En los tránsitos y hasta la llegada al hotel las manadas protectoras no funcionan eficazmente. Es menester integrarse en el grupo y seguir estrictamente las directrices de los guías. Por el contrario, el turismo de cruceros es el más codiciado. Los viajeros llegan a tierra durante unas horas, bajando sus defensas por su propensión a la compra compulsiva y la búsqueda de alguna experiencia en espera a la próxima etapa.

La manada es una formación social que funciona mediante un sistema de relaciones que incluyen simpatías y antipatías. Cada uno mantiene la distancia con los demás, aunque con frecuencia se pueden generan relaciones amistosas selectivas. Pero la manada es un sistema social donde impera el espíritu del viaje, que consiste en ejecutar todo el programa contratado. De ahí resulta la disciplina y la obediencia a los guías. El gregarismo se va reconstruyendo día a día, afectando a todos los componentes, en tanto que no existe ninguna alternativa factible. Las nuevas tecnologías transforman a los turistas en seres translocales, por lo que su actividad comunicativa primordial es comunicar y exhibir sus logros ante los suyos presentes permanentemente en sus pantallas móviles. De ahí la cohesión interna de la manada, fundada en la disgregación de sus componentes ubicados en las redes digitales que se encuentran en el más allá del espacio compartido.

De este modo se conforma un espíritu justamente contrario al de un viaje. Los cuerpos transitan por los territorios turísticos pero la experiencia de relación con el medio físico y  los nativos es nula. Desfilan por los aeropuertos, hoteles y circuitos establecidos, a un ritmo intenso. Es como un mundo paralelo que  se sobrepone a un territorio. Por eso, una buena parte de la experiencia de los viajes turísticos es ficcional. Representa la materialización de las imágenes y las definiciones empaquetadas por los operadores y consumidas en el mundo simbólico de la publicidad. Así se estimula la imaginación que tiene la capacidad de convertir en ensueño una experiencia parca. Me encanta contemplar en estado de viaje a matrimonios con muchos trienios. Sus riñas se reproducen múltiples veces a lo largo del día. Por estas razones, en no pocas ocasiones, se produce un sentimiento de alivio cuando el viaje está próximo a concluir.

Así, el comportamiento de las manadas en los lugares turísticos es insólito. En Lanzarote he podido contemplar la desolación producida por el espíritu de las manadas. Esta es una isla radicalmente singular, donde la naturaleza se presenta en un estado de apoteosis. Su litoral presenta una diversidad y multiplicidad sorprendente. Todas las playas son distintas, no sólo paisajísticamente, sino en las mismas arenas, que presentan una variedad de colores y composiciones inauditos. Los volcanes hacen el resto, configurando un paisaje de una belleza muy singular. La presencia de César Manrique es fundamental. La arquitectura tradicional de la isla, con sus casas blancas y bajas es obligatoria. Así se conforma un conjunto extraordinario de difícil homologación.

Las primeras señales de erosión del proyecto de Manrique son manifiestas. Frente a la uniformidad insólita de Puerto del Carmen, donde todas las casas son blancas y de una planta, con excepciones muy puntuales, los hoteles-fuerte descomunales han proliferado en Playa  Blanca, donde se ubican playas magníficas, así como en otras costas. Allí son conducidas las manadas desde el aeropuerto, el octavo de España en pasajeros. En los mismos permanecen entretenidos en espera de las excursiones a Timanfaya, los Jameos del Agua y la Cueva de de los Verdes, así como a los miradores del norte sobre la Graciosa.

Es precisamente en el Timanfaya cuando tuve que integrarme forzadamente en una manada, perdiendo la perspectiva de la tangente para hacerme presente en su interior. Nunca he sentido un contraste tan intenso como el de la presencia imponente de la naturaleza en estos volcanes y la vivencia de la manada. Los sentidos corporales de la gran mayoría de los excursionistas, permanecen ajenos a la realidad tan apoteósica de los volcanes. Como tal masa generada y entretenida por los operadores, centra su atención en cuestiones triviales como el geyser de agua y otras homologables a un circo. El viaje en el autobús de la empresa por las rutas del parque acrecienta este sentimiento de vértigo. El conductor para cada kilómetro y señala una roca afirmando que es como la cabeza de un león. Todo el mundo lo fotografía e intenta hacer un selfi. Me parece una situación agobiante. Igual me pasó en la cueva de los Verdes o los Jameos del Agua. En esta, una masa de fotógrafos indiferentes a la majestuosidad de la cueva pretendía captar a los cangrejos enanos albinos, en un ambiente festivo de feria, en el que se sobreentendía el entorno como un decorado para obtener la infinita imagen de sí mismo.

Esta misma sensación  la he sentido en el Teide, donde en la cima se produjo una acumulación de autobuses que evocaba un partido de futbol de los llamados derbis. Miles de personas pupulaban por los bares y la tienda turística, en tanto que nadie caminaba por allí para contemplar las vistas, varias, fantásticas. En mi paseo me encontré con un muchacho ecuatoriano al que pregunté sobre los Andes. Este es el lugar en el que me gustaría impartir una clase de sociología compartiendo la visión de las prácticas de los visitantes. Sería inevitable terminar pensando sobre la civilización occidental.

Hoy mismo, en los acantilados de los Gigantes, he vuelto a tener una experiencia de manada, en la que he compartido con un grupo de escoceses festivos y un grupo familiar de Zaragoza un trayecto en una embarcación turística frente y bajo los acantilados. Lo de los escoceses ha sido una experiencia cósmica, pues en el estado en que se encontraban, la seguridad ha primado sobre lo demás. De nuevo la majestuosidad de la naturaleza encontrada con la trivialidad de unos extraños seres cuyos sentidos se encuentran desactivados. Las risotadas y los juegos nos impedían escuchar el sonido de las olas en las rocas.

El viaje en manada es una experiencia negada, un momento en el que se reproducen las rutinas cotidianas, una práctica social dirigida a la alimentación de la socialidad basada en la producción e intercambio de imágenes que componen el álbum de la vida personal, y una manifiesta evidencia de la ausencia o difuminación de un yo interior. No todas las prácticas turísticas son vividas así, de modo que se puede afirmar que las prácticas de los viajes son plurales. Pero un contingente creciente de viajeros huye de su vida mediante su inscripción en el movimiento de las manadas turísticas, que terminan por acumularse formando un flujo social al que se puede denominar como hordas. En los viajes, en los centros comerciales y otros espacios de la vida. Su esencia es el estatuto de sujeto conducido. Estos son uno de los misterios del capitalismo de consumo. Estos días en los que los he contemplado en una distancia tan corta, no he podido evitar compararlos con personajes de tiempo atrás, como Pepe Isbert, Manolo Morán y otros. Y pensar así en los dilemas del progreso.


domingo, 19 de julio de 2015

MEMORIAS DE LA EXTRAVAGANCIA. LUIS GARCÍA LLATA: UN MÉDICO DIABÉTICO

En los períodos temporales en los que eclosionan las crisis y se abren horizontes de cambio se multiplican las energías sociales. Es en estos intervalos en los que algunas personas especiales hacen acto de presencia mostrando su singularidad. Después, cuando el cambio se consolida y se congela, se disipan las efervescencias y lo social vuelve a ser lo que era. Los protagonismos de las personas especiales que este tiempo de excepción ha visibilizado regresan a su estatuto de invisibilidad, siendo reemplazados por otra clase de personas. Esta es la historia de un médico diabético que en el comienzo de la reforma de atención primaria llegó a ser director provincial y profesor de la escuela nacional de sanidad, pero que su condición verdadera era la de una persona que simultanea la doble identidad de médico y enfermo crónico.

Lo conocí cuando trabajaba en el INSALUD en Santander en 1984. La reforma de atención primaria se había puesto en marcha para abolir los extraños ambulatorios, transformándolos en los entonces míticos centros de salud. El entonces director provincial, Fernando Lamata, lo había nombrado director de atención primaria. La incipiente reforma necesitaba de un impulso y más recursos. Cuando ocupó su nuevo cargo decidió crear un equipo técnico de apoyo. Varios de los técnicos que colaborábamos en otras áreas fuimos movilizados para concurrir en este equipo. Así nos encontramos, aunque lo conocía desde hacía algún tiempo como paseante por el Sardinero en las mañanas de algunos domingos. Tenía un aspecto especial.

Era diabético desde niño. Una persona tan inteligente como él se volcó en la carrera de medicina, seguramente estimulado por su propia enfermedad. Su rendimiento académico fue muy alto, pero nunca renunció a su condición de enfermo, ni aceptó la supuesta inferioridad determinada por la enfermedad. Su percepción sobre la medicina y su enseñanza era inevitablemente crítica. En ocasiones contaba la distorsión en el juicio de algunos profesores que contaban historias relacionadas con enfermedades muy poco frecuentes. Su rechazo de ese necio escaparate de hazañas diagnósticas era muy manifiesto, en tanto que portador de una enfermedad de la que me gusta decir que tiene escaso interés clínico para la medicina, aunque sí un interés económico para los laboratorios y otras empresas.

La enfermedad lo había moldeado. Tenía una voluntad de hierro para compensar sus efectos. Pero también le había encerrado e individualizado. Su mundo interno, siempre movilizado por la diabetes, le dificultaba comunicar con los profesionales. Ser médico y enfermo desde el principio es una situación difícil. Nunca comentaba episodios de su enfermedad, pero la influencia sobre su carácter era manifiesta. Recuerdo que todos los domingos muy de mañana daba un largo paseo hasta el Sardinero. Allí desayunaba un cruasán con mantequilla y mermelada. Era su resarcimiento de enfermo, que compensaría con medidas para reequilibrarse. Jamás hablaba de su caso.

Años después tuvo una crisis metabólica muy importante y fue ingresado en el hospital en mal estado. Terminó solicitando el alta voluntaria. Recuerdo que hizo algún comentario al respecto acerca de los métodos de los endocrinos, que lo transformaban en un cuerpo inerte  que era derivado a múltiples servicios clínicos. Pero nunca me habló de sus gramáticas cotidianas que le permitieran desarrollar una actividad tan intensa y con unos horarios tan difíciles. No contaba a nadie la enfermedad aunque era consciente de que todos lo sabíamos. Por eso lo entiendo como una persona dotada de orgullo diabético, que forzaba todos los días los límites impuestos por la patología.

Su aversión a la medicina de escaparate le llevó a  rechazar el MIR, a pesar de sus buenos resultados académicos y el desempeño de cierto liderazgo entre los estudiantes de la facultad. Al terminar sacó su plaza de médico general en Astillero, un pueblo industrial en la periferia de Santander. Allí desarrolló una actividad muy intensa y reconocida por sus compañeros y pacientes. También para la administración provincial, pues no aceptaba muy bien que la burocracia interfiriese su desempeño profesional. Era muy independiente y tenaz. Su condición de enfermo crónico estaba presente en su ejercicio profesional. En este dominaba la idea de su modelo personal, cuyo principio fundamental era que nadie puede sustituir al paciente. Entendía la  medicina como una relación casi mística con el paciente, al tiempo que natural,  y detestaba la medicina especializada y fragmentada, así como su institución de referencia: el hospital.

Entendía la reforma de la atención primaria como una misión trascendente que le había tocado vivir. Pero  se distanciaba de los textos sagrados de la época así como de las autoridades científicas y profesionales de ocasión. Pensaba que la reforma era un proceso en el que los profesionales y los pacientes tenían que crear los contenidos. Lo importante era emprender y aprender desde los centros de salud. En coherencia con esta idea entendía que la reforma no era aplicar unas directrices establecidas, sino pensar, experimentar e intercambiar. Esta posición lo ubicaba en un localismo muy acentuado.

Cuando llegó como nuevo director generó una actividad frenética. Ante las múltiples dificultades no se arredraba y consideraba que lo importante era la voluntad. La idea providencial que tenía de la reforma le hacía minimizar los intereses de las personas. De este modo se generó muchos enemigos. También despreciaba el campo político en el que se desenvolvía. En Cantabria el PP controlaba el gobierno regional y el PSOE tenía la mayoría absoluta recién estrenada. Pero él los ignoraba de un modo supremo. También a las autoridades del campo profesional, tales como la faltad de medicina, las especialidades médicas más poderosas o el hospital Valdecilla. Hacía lo que consideraba correcto sin importarle las consecuencias y los apoyos o rechazos que se iban a suscitar. Su obstinación y perseverancia eran monumentales. No emitía ninguna señal de reconocimiento a los políticos de esos años de mayorías absolutas. Su coherencia con su concepto de que la reforma eran las personas y sus contextos profesionales cotidianos era rotunda.

El equipo de apoyo estaba compuesto por las dos personas de su confianza en su centro de salud: una enfermera –entrañable para todos los que la tratamos-- y un celador. Después consiguió la presencia de dos médicos que ejercían funciones directivas en la conserjería; una geriatra muy sólida; un médico procedente de sanidad exterior, y el inevitable pelotón psicosocial, compuesto por una psicóloga, el sociólogo y el psiquiatra. El nombre del equipo pasó a ser Equipo Técnico Asesor de Atención Primaria. Las siglas era la ETA de AP. En aquellos tiempos esta sigla no permitía ningún humor negro al estilo del suyo. Algunas personas mostraban su perplejidad al respecto pero él no rectificaba fácilmente una decisión.

Constituyó el este equipo, que era muy sólido, sin tener en cuenta que la reforma acrecentaba las pasiones de los intereses. Los médicos generales, los médicos de familia y las enfermeras desarrollaron movimientos de conquista de territorios y definición de fronteras. En esos años viví un auténtico tratado de sociología de las profesiones. Los médicos de familia se sentían amenazados por un director tan directivo y respaldado por un staff tan completo. El conflicto latente era permanente y desataba tensiones. Luis no comprendía todavía la universalidad de la confrontación entre la línea y el staff.  El problema radicaba en la división existente en el núcleo de operaciones de la nueva atención primaria. El no lo entendía ni lo aceptaba y seguía una línea unitaria.  Pero en tan sólo dos años fuimos neutralizados por los contendientes. La paradoja es que un equipo así, tan comprometido con la nueva atención primaria, concluyó  en una bifurcación múltiple de las trayectorias de sus miembros. Varios de ellos terminaron dirigiendo las instituciones médicas convencionales que relegan severamente la atención primaria. Uno terminó fue director médico y después gerente del hospital Valdecilla; otro fue decano de la facultad de Medicina; otro gerente del hospital privado Mompía. Los demás terminamos diseminados en otras direcciones alejadas de la atención primaria, que fue tierra hostil para nosotros, forzándonos a la emigración. Supongo cómo viviría Luis este éxodo. Él mismo estuvo ejerciendo como profesor junto a Fernando Lamata en la escuela nacional de sanidad en programas de formación de médicos. Pero siempre terminó retornando a su consulta, que colmaba su ambición profesional.

Tras el primer año de trabajo tan intenso no se encontraba contento con los resultados. Entonces me encargó un trabajo del que esperaba tener una visión realista del proceso de desarrollo de los nuevos centros de salud. Puso el título del trabajo a su estilo. Le denominó “Operación Espejo”. Así pude estar tres meses presente en un centro de médicos de familia y otro de médicos generales. Fue una experiencia monumental para mí, que pude comprender muchos de los factores que conformaban esas instituciones. Cuando fue publicado recibí felicitaciones, pero, de modo inequívoco, percibí un distanciamiento que se deriva del rechazo de una mirada exterior. La verdad es que nunca me han encargado un trabajo tan sugerente para mí. La nueva situación abierta de reforma junto a la línea abierta de Luis que trataba de explorar el camino hacia el mejor futuro posible, la hicieron factible.

Recuerdo sus métodos de trabajo intensivos que subordinaban nuestras vidas privadas. No nos consideraba profesionales contratados, sino como miembros de unidades especiales de voluntarios de la atención primaria. Así convocaba a reuniones algunos sábados o en horarios intempestivos. Su exigencia con todos era máxima y su carácter dificultaba cualquier negociación. Recuerdo una anécdota muy elocuente. Tomaba las decisiones en función de apoyo de la asistencia lo que le enfrentaba a los funcionarios. En una de sus tormentosas reuniones con el administrador decidió asignar una partida presupuestaria destinada a otro concepto a un consultorio rural. El administrador resistió pero era muy difícil negociar con él por su firme carácter y su obstinación. La tensión entre ambos llegó a tal punto que el funcionario escribió en un papel la frase “Llatuca mierda”. Al concluir, el papel terminó traspapelado entre otros en manos de Luis. Este se lo devolvió preguntándole si era suyo.

No le importaba lo que los demás pensasen de él, sino mantener la coherencia de la acción. El problema era que creaba un clima personal en sus equipos que los aislaba del conjunto de la organización. Todas sus comunicaciones tenían lugar en islas organizacionales. Así, el choque al llegar a la tierra firme era inevitable. Como es sabido este modelo de cambio apenas funciona. De este modo terminaba por generar una red de intereses agraviados. Pero él no aceptaba que los intereses son un factor determinante presente en cualquier estrategia.

En los últimos tiempos de la eta de ap se generó una tertulia que continuó mucho después del cese de Luis y el éxodo de los participantes. Esta adquirió una naturaleza elitista, en tanto que varios de sus miembros habían alcanzado posiciones relevantes en las instituciones médicas convencionales. Era muy respetado por todos y nadie se atrevía a contradecirle nada que cuestionase su adhesión a la atención primaria, aunque reconocía que se ha quedado en un extraño híbrido con respecto a las expectativas iniciales. Volvió a ser director fugaz, pues siempre retornaba al mundo de su consulta, en la que podía desempeñar su doble condición de médico y enfermo. Murió hace dos años, cuando se encontraba en La Coruña con su familia. Fue de un infarto. Tenía 60 años. Hasta en eso desmintió algunas discutibles ideas médicas que relacionan el perímetro abdominal, la diabetes y el infarto. Nunca tuvo un solo gramo de más, más, más bien de menos.

Para mí fue una experiencia que nuestras vidas se cruzaran. Nunca olvidaré su orgullo diabético y su sobreposición sobre los límites de la enfermedad. También lo recuerdo como un médico, que desde entonces denomino como médico-médico rememorando las conversaciones con él. Era otra cosa que estos gestores de información vestidos de blanco. Por eso lo evoco y espero que la vida me brinde la oportunidad de vivir una situación de emergencia social, en la que aparezcan personas especiales como él.

lunes, 13 de julio de 2015

PODEMOS Y LOS INQUILINOS DE RENTA ANTIGUA

Pablo Iglesias y sus compañeros han vivido su infancia y adolescencia política en una comunidad cerrada,  equivalente a los inquilinos de renta antigua, que se mantienen congelados  en la esperanza de que los cambios en el mundo que los rodea no lleguen a afectarles. Hace un par de años abandonan ese prosaico mundo estancado y orientado a la aspiración de que todo permanezca igual. El salto al exterior se realiza mediante un proyecto caracterizado por la audacia y la ambición. Pero su éxito incuestionable es amenazado por su propio pasado. Su antiguo mundo inmóvil de inquilinos de renta antigua se hace presente, pretendiendo neutralizar la evasión de los antaño vecinos hacia el enigmático mundo real del presente.

La diferencia entre la comunidad de inquilinos de renta antigua y los fugados al presente es colosal. Los primeros viven el mundo imaginario de un ciclo histórico extinguido. Este es el que abre la revolución rusa de 1917, que genera otras revoluciones posteriores que comparten sus mismos códigos, así como una expansión determinada por otros factores distintos a las mismas, como es el caso de los distintos países europeos agregados tras la segunda guerra mundial en Europa. Estas revoluciones se pueden definir, en sus primeros tiempos, como inconclusas con respecto a los proyectos que las sustentan; pero, unos años después, se puede identificar  inequívocamente su bloqueo, que abre paso a una verdadera inversión, generando órdenes sociales muy alejados de los que imaginaron sus promotores.

Los partidos herederos de estos procesos revolucionarios son afectados por el derrumbe final de los estados nacidos de las mismas. En ausencia de futuro,  la crisis sostenida que les concierne es inevitable. Esta situación determina su cierre al exterior y la imposición de una lógica defensiva centrada a la supervivencia. La dimensión más paralizadora de esas organizaciones radica en su incapacidad de reconstituirse mediante la lectura de los nuevos entornos. La vida partidaria se articula sobre el principio de sobrevivencia, mediante la subordinación al presente inmediato, a la ocultación de su identidad histórica y la celebración en la intimidad partidaria de la permanencia de los estados residuales de estos procesos históricos finiquitados.

De este modo,  la vida partidaria es gris; se encuentra determinada por la adaptación pragmática, consistente en la obtención y conservación de pequeñas parcelas de poder en lo estatal; el conocimiento compartido remite a un conjunto de premisas no fundadas, mitos, proyecciones y estereotipos,  que constituyen una narrativa obsoleta que no encaja con la sociedad del presente. En una situación así la cohesión interna es un elemento fundamental para la supervivencia. Así, es inevitable la constitución de un aparato centralizado y rígido, que domina la vida partidaria mediante la producción de la adhesión y conformidad activa, activada por la presunción de la existencia permanente de un enemigo interno, que es quien induce a la salida invariable de efectivos. El resultado es un proceso de depuraciones sin fin. El enemigo interior siempre se reconstituye y es identificado y aislado. De este modo se conforma un extraño partido sacrificial. Los contingentes de excomunistas se encuentran diseminados en distintos campos profesionales y espacios locales.

El movimiento de constitución de Podemos significa una fuga de ese mundo aislado que se inscribe en el ciclo histórico concluido de las revoluciones proletarias, que se encarnó en países donde el proletariado industrial era muy débil. Esta migración tiene la vocación de inscribirse en el nuevo tiempo del capitalismo global, de la producción inmaterial, de la sociedad postmediática, de la preponderancia de lo global, así como otras transformaciones fundamentales.  La paradoja más llamativa de este proceso radica en que desde izquierda unida no se ha percibido la transformación del capitalismo, que deja de ser el capitalismo keynesiano amable, para convertirse en una maquinaria de dominación que se disemina por toda la vida.

Lo que se denomina como izquierda unida, se ha acomodado a las lógicas del postfranquismo. Ha acabado aceptando su menguado apoyo electoral, en espera de que el psoe los necesite para conformar mayorías. Así se ha interiorizado  la impotencia política, que es más soportable cuando se carece de un objetivo estratégico y de un pensamiento adecuado al presente. Pero en estos años felices y tranquilos  de participante residual en el estado, ha ocurrido una acontecimiento, como es la gran reestructuración que deroga gradualmente el orden laboral y social keynesiano, así como el estado de bienestar. El grado de introversión de los inquilinos de renta antigua es de tal envergadura, que la transformación les pasó desapercibida. Así, se quedan en el exterior del 15M y las posteriores dinámicas conflictivas.

Este es el punto de ruptura. Los fundadores de Podemos leen acertadamente el nuevo contexto y lo proyectan  sus comunicaciones y actuaciones. La conexión entre estos y los continentes sociales de víctimas de la reestructuración es intensa. En unos meses se instalan sólidamente en el magma de la opinión pública. Sus untos fuertes son su adaptación a la sociedad postmediática, a las televisiones y las redes sociales, así como su conexión con los sectores sociales resultantes de una gran mutación antropológica operada los últimos treinta años, que se evidencia desde el 15 M. Por el contrario, la espectacular ascensión de Podemos tiene contrapartidas importantes. Algunas son programáticas, otras organizativas.

Estas últimas se especifican en la imposibilidad de articular toda la diversidad y potencialidad de sus apoyos en niveles locales. La ruptura inicial la protagoniza un reducido grupo de fundadores. Este se muestra ante las cámaras y consigue una conexión de gran intensidad con la gran masa social de los penalizados por la reestructuración e ignorados de facto por los inquilinos de renta antigua orientados a su mundo interior. Así se produce un fenómeno complejo. Se conforma un pequeño grupo de fundadores que acumula un capital político, simbólico y electoral muy importante. Pero este cambio estimula a los habitantes del ciclo concluido, en sus distas versiones, a reapropiarse de ese capital tan sustancioso.

Los distintos clanes que conforman la izquierda tradicional se encuentran ubicados en lo local. Allí esperan ser beneficiarios del devenido capital político. Pero el grupo de fundadores es consciente de ese peligro letal para su proyecto. Su renta política radica en su conexión con una parte de la sociedad. El dilema radica en que es imposible la articulación entre su base electoral y los concentrados en el nivel local determinados por el ciclo anterior. De ahí el gran golpe que ha supuesto para el proyecto las elecciones locales. Muchas de las candidaturas de convergencia tienen el germen de la división y el alma de inquilino de renta antigua.

De ahí que la única forma de afrontar el proyecto en las vísperas de elecciones generales sea la preponderancia del grupo de fundadores, que actúe desde arriba construyendo un conjunto coherente. Esta es la forma en que lo han hecho desde el principio. Así, los fundadores devienen en verdaderos propietarios. La frase de Monedero que sintetiza acertadamente esta situación es la de “leninismo amable”. El caso de Tania Sánchez lo ilustra manifiestamente. Será elegida dirigente por la decisión inapelable de los propietarios. Así cabe entender las extrañas elecciones primarias que van a sancionar la inequívoca hegemonía de los propietarios.

De este modo se puede  sortear el riesgo de la acumulación de divisiones en los ámbitos locales, donde parece imposible la articulación de la izquierda tradicional con los contingentes procedentes del 15 M. Se trata de una incompatibilidad manifiesta e irresoluble. Pero esta imposición de los fundadores-propietarios tiene como contrapartida la acumulación de decepcionados y perjudicados. En estas coordenadas se hacen inteligibles los discursos y las actuaciones de la cúpula del nuevo partido. El fondo de la controversia radica en el hecho incuestionable de que el capital político, simbólico y electoral tiene su origen en las actuaciones mediáticas de los fundadores, ahora devenidos en propietarios.

En este contexto se hace inteligible la emergencia de los inquilinos de renta antigua, aspirantes a socializar el capital político acumulado por Podemos. El punto fuerte que otorga posibilidades en una sopa de siglas es su aparato, arraigado en lo local y experimentado en la consecución y gestión de cuotas residuales de poder, así como en la resolución de conflictos entre los comensales y el tratamiento permanente del enemigo interno. El mismo nombre que proponen, unidad popular, remite al pasado y es inadecuado a las culturas políticas del contingente electoral al que pretende representar.

Los fundadores, procedentes del mundo menguado de la renta antigua, no ignoran las consecuencias fatales para el conjunto del proyecto de la coalición. El partido comunista ha deglutido a todos los socios con los que sucesivamente se ha coaligado. No hay excepciones. De las fuerzas de la primera izquierda unida, tanto socialistas como republicanos han desaparecido. También los verdes y otros proyectos. En estas situaciones siempre se presentan elementos dotados de una comicidad encomiable. En esta historia es la comparecencia de Equo con sus verdugos, ambos aspirantes ahora a constituirse en herederos del novísimo capital.
Pero el verdadero dilema inquietante remite a que el proyecto Podemos, en sus mismos comienzos, se encuentra abocado a una línea de actuación que,  para garantizar la eficacia, tiene que recurrir a ambigüedades programáticas, vacíos estratégicos, consolidación de hiperliderazgos, preponderancia de sus actuaciones mediáticas, y, la construcción inevitable de un aparato que le otorgue coherencia en un campo tan singular como el político. Parece una nueva versión de algunos episodios del ciclo histórico anterior.


Lo que me inquieta es la constatación de algunos signos inequívocos de nuevos rentistas en Podemos. Entre tantas camaras Pablo Iglesias manifiesta algún síntoma de atontamiento. Entre inquilino de renta antigua y nuevo rentista existen varios grados. Veremos.





sábado, 4 de julio de 2015

LA EASP EN EL MAGMA

El magma es un territorio pantanoso que afecta a las organizaciones públicas en la España postfranquista. Este fenómeno corroe las iniciativas y los proyectos interfiriendo las capacidades de las mismas. El magma se encuentra ubicado en el medio interorganizativo que depende de la clase política, que coloniza las organizaciones públicas mediante la designación de directivos subordinados a sus lógicas e intereses. Así, en el largo tiempo posterior a la transición, apenas se han configurado organizaciones nuevas vigorosas y sostenidas. Cualquier organización que se desenvuelva en este medio, es fatalmente afectada por magma. La principal dimensión de este radica en el contingente de gerentes y directores de las empresas del sector público seleccionados y mantenidos desde las cúpulas partidarias. De este modo lo expliqué en un post de este blog en 2013.

La EASP, nacida en los años ochenta como un proyecto autónomo impulsado por distintos grupos participantes en la salud pública crítica de los años setenta, en la que coexistían varias interpretaciones del mundo sanitario de este tiempo, es sometida en los años noventa al proyecto y la lógica de los poderes imperantes, mediante la presencia de directores-gobernadores coloniales que bloquean el proyecto inicial y gobiernan la organización mediante la clonación del modelo de la nueva gestión pública, del que se obtiene una grosera versión local, además del arte de la distribución de prebendas entre las distintas élites preexistentes. Esto significa, en términos de la historia de la EASP, sumirla en el magma andaluz. Este es un medio del que parece inviable salir.

En el post anterior califiqué como “rectificación” el giro de la escuela, alejándose de sus supuestos iniciales para inscribirse en la poderosa reestructuración neoliberal que emerge en esos años. Las políticas sanitarias cancelan la reforma salubrista de los noventa para adoptar las versiones del new public management en los servicios de salud. Una de las características de este saber emergente es el establecimiento de una sencilla escala asentada sobre las categorías antiguo-moderno. Todo lo moderno es considerado bueno y cualquier resistencia es ubicada en lo antiguo, que se entiende como un tiempo concluido. De este modo, la tormenta de conceptos, significaciones, métodos y saberes gerencialistas-neoliberales es acogida e internalizada celebrativamente como un signo de modernidad. 

Así, todas las conceptualizaciones y métodos procedentes de la salud pública y de las versiones de la atención primaria de los setenta, son enterradas para dar paso de forma aproblemática a las nuevas directrices. El máster, así como la programación docente de la escuela experimenta un giro radical que muestra la emergencia de los nuevos saberes. Ahora se hace presente la nueva gestión pública, que importa de la empresa postfordista sus supuestos y sentidos, así como su pesado maletín de herramientas. Los viejos módulos de planificación  y salud son reformulados, cediendo el paso a una nueva generación de gerentes providenciales que cuentan sus casos milagrosos, que tienen la pretensión de generalizarse, al igual que las empresas globales estrella de la época, que presentan sus soluciones universales ante los optimistas y esperanzados alumnos. La proliferación de sesiones con directores portadores de soluciones se hace frecuente, significando algo equivalente a los fuegos artificiales de las fiestas.

Tal y como ocurre con la nueva gestión pública, tanto las teorizaciones como los métodos propuestos devienen en modas que se suceden vertiginosamente. Confieso que abandoné a la primera, cuando se proponía, con una prodigiosa puesta en escena, la gestión por procesos, con un envoltorio equivalente al que hoy puede ser el penúltimo paquete-producto de Movistar. El cliente era convertido en una realidad análoga a un producto que atravesaba una cadena de montaje de diagnósticos-tratamientos. Todos los contenidos tradicionales son reciclados según el aparato conceptual de la nueva empresa. La calidad se establece como el centro de nuevos saberes orientados a los destinatarios de los servicios, ahora clientes sofisticados a los que es esencial saber escuchar, para lo cual el marketing y la publicidad devienen en fuentes imprescindibles.

La mutación de los contenidos se acompaña de una rotación de los públicos involucrados en las actividades. El contingente ubicado en los distritos de atención primaria, que conformó la base de la docencia, se disemina penosamente por los servicios en busca de un nuevo destino. Este es reemplazado por un numeroso colectivo de médicos y enfermeras presto a formarse en los misterios de la gestión clínica. Junto a ellos, el crecimiento en los hospitales de estructuras directivas de apoyo a los gerentes proporciona un contingente de alumnos ajenos a las profesiones sanitarias. Un conjunto de economistas, psicólogos, abogados, sociólogos y otras especies profesionales pueblan las aulas de la escuela. Se trata del efecto llamada de la calidad, la nueva estrella advenida al sector sanitario. Junto a ellos comparecen los primeros profesionales de aseguradoras en busca de una formación acreditada en gestión. También los numerosos  profesionales latinoamericanos y algunos europeos, que anuncian la conformación del mercado universal de titulaciones, productos académicos y de investigación.

Pero si algo transforma radicalmente la escuela es la explosión de la asesoría. Esta es una función que desempeña un papel determinante en la financiación, que se impone desde la metrópolis sevillana. Esta no cree en la investigación, cuyos resultados se ubican en un tiempo demasiado largo y en los márgenes de su campo de definición de las situaciones. Así se conforma un área que produce trabajos de asesoría para las organizaciones sanitarias del sector público. Esta transforma radicalmente la escuela, en tanto que la inscribe en el medio interorganizativo que denomino magma, al tiempo que acrecienta su dependencia. Pero esta factoría de trabajos para los clientes-amigos tiene otra consecuencia fundamental. Para llevarla a cabo se procede a la contratación de numerosos profesionales jóvenes que devienen en ejecutores de proyectos y trabajos en serie.

Así, se acentúa la diferenciación interna y se configura una estratificación rigurosa de la organización. El modelo universal de la empresa postfordista sanciona esta situación. Se multiplican las formas de contratación y la diferenciación de condiciones, al estilo de las organizaciones surgidas por la expansión de la producción inmaterial en las que se localiza la nueva institución de la gestión. Así se conforma una versión de una “casta académica” con buenos contratos y condiciones de trabajo, que afecta a los veteranos, a los profesionales capaces de captar recursos en el exterior del magma y a los que tienen nexos privilegiados con los distintos poderes fácticos presentes en el ecosistema en el que se encuentra la escuela. Además, se conforman varias categorías intermedias determinadas por la proliferación de especializaciones y subcampos. Por último, comparecen los contingentes de un nuevo cognitariado circulante, sometido a contratos temporales muy duros, que se inscriben en una escala invertida de aquella que llegó hasta el estado de bienestar. Estos ejecutan las tareas de base sobre las que se producen informes, dictámenes, proyectos, trabajos monográficos, investigaciones o textos especializados para clientes externos.

En su fundación la escuela nació con vocación de ser una alternativa a la universidad, tanto en las metodologías docentes como en los procesos de producción de conocimiento. Uno de los componentes del magma son precisamente las universidades. Así, los principales cursos de la escuela, son reconvertidos a homologaciones universitarias. Ahora son máster y expertos supervisados por la burocracia universitaria, que realiza sus cálculos en décimas y centésimas de la moneda única: el crédito. Aún y así, la distancia entre los productos docentes de ambas organizaciones, sigue siendo muy considerable a favor de la escuela. En el campo de investigación, la situación es inversa.

Pero, el elemento diferenciador de una institución de estas características es su capacidad de reflexión y de generar ideas sobre las políticas sanitarias. En la fundación siempre estuvo presente esta aspiración que justificaba el proyecto. Pero pensar, deliberar, interrogarse o crear en común, supone como requisito imprescindible, la superación de las jerarquías, el pluralismo, la heterogeneidad, la autonomía y la libertad. Esto no es posible en el tiempo histórico actual en una organización inscrita en el magma. Así, los dogmas gerencialistas y neoliberales rellenan el vacío y son aceptados sin discusión.

En los años siguientes a la rectificación, el tejido interno de la escuela resulta de la coexistencia de numerosos proyectos vinculados con distintos intereses establecidos en su campo organizativo. Los ausentes en la refundación se han hecho presentes alcanzando cuotas de poder considerables. No obstante, en la organización se encuentran sobrerrepresentados los médicos de familia vinculados a distintos clanes locales y regionales. Por el contrario, el psoe se encuentra infrarrepresentado, lo que significa un diferencial con respecto a otras empresas públicas sanitarias. Así se conforman áreas de complejidad gobernadas por un régimen de excepciones y de cierta pluralidad de discursos. El pensamiento único presenta variantes que se manifiestan en personas que tienen el privilegio de decir más allá de lo encuadrado en el paquete de problemas y soluciones preconfigurado y cerrado.

En los últimos quince años el magma se ha modificado. El avance de la reforma neoliberal en la versión moderada andaluza implica la progresiva presencia de empresas. Estas resultan de la nueva concepción del sector público. De este modo, el creciente volumen de los intercambios entre las organizaciones públicas y las empresas implica la aparición de la puerta giratoria. El personal directivo que rota por las organizaciones del magma traspasa las fronteras para ubicarse en el territorio de las empresas colaboradoras con el nuevo estado relacional.

Voy a ilustrarlo con un ejemplo. Conocí a Miguel Jara en Gijón, compartiendo una mesa en unas jornadas de medicalización. Hace unos años me escribió solicitando una información. Se trataba de un gerente de un hospital público andaluz, que simultaneaba su cargo con el de relaciones públicas de una poderosa empresa farmacéutica. Efectivamente confirmé la información, reafirmando su papel de relaciones públicas de esa empresa, facilitada por su agenda personal derivada de su condición de gerente-circulante. Pero, en el curso de esta gestión, uno de mis informantes me contó que cuando estaba en la dirección del Hospital Clínico de Granada, participaba como miembro de una comisión mixta de dicho hospital y de una empresa madrileña contratada para preparar a la plantilla para el traslado a la nueva sede. El contrato era muy generoso en relación a la actividad de dicha empresa. Pues bien, después de estar presente en la comisión durante dos años como representante del hospital, pidió una excedencia. Dos meses después compareció en la comisión como miembro de la empresa. He seguido la carrera de tal emprendedor que regresó a lo público.

La denominada crisis económica modifica las condiciones del sector público, otorgando una cuota de poder mayor a los gobiernos. En Andalucía, la escuela queda integrada en el conjunto de empresas públicas regionales, con las que el gobierno se compromete a no realizar despidos. Como contrapartida, los presupuestos son congelados y no se financian proyectos expansivos. Para una organización productora de conocimiento es un golpe muy importante. Así culmina un largo proceso en el que los profesionales de la escuela son transformados progresivamente en empleados. Este es el destino de la casi totalidad de las empresas públicas, de modo que se cierra el horizonte abierto en la transición política, en el que se pensó la factibilidad de un sector público sólido, eficiente y sostenible.

Aún a pesar de las excepciones, de las distintas voces inteligentes, de algunas áreas y proyectos brillantes, el estado de la escuela se puede definir como la antesala de la decadencia. Tras el solemne edificio, las  brillantes historias profesionales de algunos de sus componentes y el prestigio de la marca aparecen los primeros indicios de regresión. En el territorio pantanoso del magma el sentido se va disolviendo y se impone la voz de los propietarios. Por eso concedo tanta importancia a los actos institucionales, en los rituales marcan las distancias de una forma clamorosa. En los últimos años soy invitado a distintos congresos como ponente en la apertura de los mismos. No puedo ocultar mi asombro ante la entrada de las autoridades andaluzas, en una forma exuberante que remite al palio franquista. No es lo mismo en Euzkadi y en otros lugares, donde he podido verificar otra forma de estar de Rafa Bengoa u otros consejeros.

La escuela, que en sus treinta años de existencia ha generado dos mundos culturales que producen un shock variable en los médicos y enfermeras enclavados en las consultas que pasan provisionalmente por allí. Este extrañamiento adquirió la forma de salubrismo unos años hasta que fue reemplazado por el gerencialismo radical. Así se produce una inquietante modernización distinta a una nueva inteligencia. Cuando concluye un curso los profesionales suelen decir “ahora vuelvo a la realidad”.