En estos días se dirime quién va a ser la persona que ocupe el cargo de rector de la universidad de Granada. En tanto que esta se encuentra en un proceso de reconfiguración total, que altera su misma naturaleza, así como sus funciones, lo que se especifica en una espiral de cambios continuos, en el interior de esta organización-fortaleza, se vive ajeno a la significación de dichos cambios. Los tránsitos de los candidatos por los departamentos y centros se simultanean con un distanciamiento de la mayoría que adquiere proporciones inquietantes. Cuando pregunto a los estudiantes, nadie sabe nada, pero tampoco quieren saber. Entonces, la desconexión no es producida por la ausencia de información, sino, por el contrario, por la indiferencia cósmica respecto al gobierno de la institución.
Recuerdo las últimas elecciones a rector, que eran las primeras en las que los estudiantes podían votar. Ello suscitó alguna actividad de campaña electoral, en la que el candidato perdedor, un catedrático de medicina, regalaba pendrives a los asistentes a sus reuniones, así como otros objetos. Recuerdo el impacto que me causó una reunión en la que se trataba a los estudiantes como a verdaderos imbéciles, con la complicidad activa de estos. Después de las elecciones, el vacío espectral que caracteriza a la universidad ocupó de nuevo los pasillos y las aulas. La distancia existente entre la ley y la realidad adquiere proporciones insólitas.
Estas derivas electorales me remiten inevitablemente a mi infancia, donde también había elecciones entre los célebres “tercios del franquismo”, en los que se podía votar a candidatos idénticos. El pasado se encuentra sumergido pero termina por comparecer en la superficie de modo inesperado. Me produce una sensación de inquietud que proliferen votaciones en las que el desinterés de los votantes sea manifiesto. Las elecciones generales, autonómicas o municipales todavía retienen un cierto sentido del juego, pero por debajo de ellas, las distintas votaciones se producen con un grado cero de energía.
Pero estas elecciones sí tienen interés para algunos universitarios. En los centros, los departamentos y los grupos de investigación, se sigue atentamente la situación, en tanto que esta afecta a los intereses de los proyectos y las financiaciones. Así se conforma un campo formado por el sumatorio de los grupos de interés involucrados, que entienden la elección del nuevo rector como una oportunidad de promoción de sus intereses, o bien como una amenaza a los mismos. Así, la actividad de campaña descansa sobre las reuniones de los candidatos con los departamentos o centros, y también con los sindicatos del PAS y las asociaciones de estudiantes.
El efecto de esta situación es la conformación de una sociedad universitaria que tiene cierto poder de influir en la elección, en la aplicación de las políticas universitarias, así como en la toma de decisiones respecto a la distribución de los recursos. Son los múltiples intereses desiguales y fragmentados ubicados en las titulaciones y los proyectos de investigación. Los grupos de profesores que los detentan, ejercen el monopolio de las voces que escuchan los candidatos. Por el contrario, los profesores que se encuentran en una posición precaria, guardan silencio y se adhieren a la voz producida por sus departamentos. Así, se conforma algo parecido a una democracia censitaria, que se hace visible en las campañas y en el claustro. En estas actividades se involucran los niveles superiores jerárquicos de los departamentos.
En el caso del PAS, se participa mediante el modelo sindical convencional. Los estudiantes se implican por medio de asociaciones muy minoritarias y aisladas de las aulas, que responden, en general, a una pilarización política manifiesta. Así, muchas de las asociaciones se encuentran vinculadas a los grandes pilares sobre los que descansa la democracia representativa: los partidos políticos. De este modo, la acción de los estudiantes no sólo es minoritaria, sino que tiende a dividir la cohesión del colectivo, haciendo casi imposible la unidad, en tanto que las comunicaciones y las acciones siguen la lógica de los campos políticos de adscripción de las asociaciones.
Fui claustral en los años noventa y recuerdo cómo esta instancia albergaba los múltiples departamentos y grandes coaliciones. De ellos resultaba una lógica de los intereses, que en ocasiones se intercalaba con la lógica de campo político. En algunos casos ambas chocaban y se desarrollaban pequeñas crisis y conflictos en los que el equipo rectoral tenía que mediar. El resultado era paradójico, en tanto que las coaliciones de intereses eran manifiestamente opacas y sólo se evidenciaban en las intervenciones anteriores a las votaciones. Así se conformaba una instancia completamente alejada de la transparencia, en la que una parte de su acción se encontraba sumergida. En varias ocasiones me encontré en situaciones en las que ignoraba el fondo de la cuestión acerca de lo que se estaba dilucidando, no estando seguro de la verdadera significación de la votación. Como soy sociólogo me busqué varios “traductores” que me informaban acerca de las cuestiones. Así el claustro adquiría la forma de una extraña corte, sólo descifrable desde su interior.
En los últimos quince años se ha intensificado la precarización de los profesores e investigadores. Han aparecido distintas categorías de contratados, subcontratados, así como becarios de varias clases que pueblan los departamentos, desempeñando un gran peso en la docencia y funciones de apoyo a la investigación básica. Estos contingentes de profesores contratados son severamente desprofesionalizados y proletarizados, y, aún a pesar de su relevante papel, se encuentran atomizados en los departamentos, sin vínculos entre ellos y en espera de una salida esperanzada. Así, sus intereses no se encuentran presentes en las instancias organizativas ni en los discursos. Se trata de un verdadero ejército de reserva circulante sin voz.
Sus condiciones de trabajo son lamentables, así como sus salarios. La gran mayoría no llega a cobrar 700 euros, y, en algunos casos, como el de la universidad de Almería, que es la más modernizada en este sentido, no llegan a los 600 euros. Recuerdo que en mi extinta clase de sociología de los movimientos sociales, en la que hacíamos sesiones con portavoces y activistas de distintos movimientos vivos. Pasaron por allí muchos de los mismos, algunos constituían verdaderas causas perdidas. Pues bien, el que más me impresionó fue el de una asociación de investigadores precarios. Sus condiciones laborales y vitales eran terribles. Me hizo pensar en la persistencia histórica de la situación de los maestros y los profesores, estigmatizados por las élites de poder españolas, que ha sobrevivido a las distintas modernizaciones con otras máscaras.
Entonces, en las campañas para la elección del rector, comparecen los grandes intereses fragmentados que se hacen presentes mediante las voces de sus ilustres representantes. Así se conforma un campo múltiple de negociaciones y propuestas en torno a los intereses y sus equilibrios. Pero los profesores e investigadores múltiples, precarizados y almacenados en los departamentos, víctimas de los recortes y de los sentidos organizadores de la reforma neoliberal de la universidad, no pueden hacer oír su voz ni visibilizar su situación. Así se conforma una democracia censitaria imperfecta, al estilo de las elecciones realizadas en un colegio profesional u otras situaciones semejantes. Los proletarizados son añadidos a la categoría de los profesores, siendo así denegada su especificidad. Tienen derecho formal a sufragio pero no a hacerse presentes en las comunicaciones de la campaña.
Lo mismo los estudiantes, severamente penalizados por la estructuración de los contenidos docentes, que resultan de operaciones de distribución entre disciplinas ajenas a los mercados de trabajo. También pueden ser víctimas de falsas prácticas, corriendo el riesgo de ser utilizados en el espacio-magma resultante de la reforma, en la que se configura un sistema de relaciones entre las empresas, las instituciones de investigación y las universidades, que aportan mano de obra barata o gratuita. En este espacio creciente se producen múltiples situaciones que aquí denominaré piadosamente como “grises”, en las que el estatuto de aprendiz se debilita a favor del de trabajador.
En tanto que en el interior de esta institución-fortaleza se dirime la elección del rector, se produce una selección arbitraria del entorno. Se considera que este está compuesto por las empresas con las que se intercambia los productos dotados de un valor económico. También por las instituciones políticas, que en esta época controlan los procesos productivos desde las conserjerías de innovación. El resto del entorno se difumina en estas campañas. La universidad entendida como un mecanismo de calificación de mano de obra y producción de conocimiento se desentiende de las desigualdades sociales crecientes, de los distintos problemas sociales y lados oscuros del presente. Así se refuerza como un extraño recinto amurallado ajeno a las dinámicas sociales.
El aspecto más paradójico radica en que, en España, después de los sucesivos ciclos y etapas, persiste un elemento incuestionable. Este es que siempre concurre alguna opción peor, de modo que muchas gentes terminan por acudir a las urnas, incluso en una elección censitaria. Su voto sin convicción, significa contribuir a paliar una catástrofe derivada de la opción peor. Soy sociólogo y ya tan mayor, pero no termino de liberarme del viejo poder de las aristocracias españolas, ahora predominantemente financieras, que se hacen presentes en todas las elecciones con el espíritu incólume de su pasado.
No obstante, mi situación es privilegiada con respecto a los que no están presentes de facto, los precarizados, los proletarizados, los desprofesionalizados y los estudiantes en tránsito. Así la universidad se integra en su entorno mediante la producción de su propia su propia dualización, que entre las tinieblas existentes en sus recintos, se hace manifiesta. No se puede ocultar a “los otros”, resultantes de la reforma neoliberal y que pueblan todos los departamentos.
Yo en la UCM he votado a Andradas y soy ayudante doctor. Otras veces nunca voté. No me he atado a la decisión departamental que iba hacia Carrillo. Algunos dan muchas esperanzas a Pilar Aranda, de la UGR. Yo tengo mis dudas, pero los cambios vienen del gobierno exterior y de las servidumbres de aulas, facultades y centros.
ResponderEliminarPor cierto ¿votas o te abstienes?
Gracias Juan por la aportación,
Carlos.
Gracias Carlos y lo siento por tui condición de ayudante doctor. El problema de los cambios en este tiempo es que son regresivos. La destrucción de la vieja universidad abre el camino a una nueva universidad-empresa aún peor.
ResponderEliminarEl objetivo del post es poner de manifiesto la paradoja del censitarismo de facto. Mi posición personal es irrelevante aunque en el penúltimo párrafo la resuelvo.
Gracias Juan, pero no creo que sea exclusivamente la conversión de La universidad en empresa, tb. hay fuerzas conservadoras, privilegios asentados y resistencias a cambios necesarios. Aquí se muestran algunas.
ResponderEliminar"Una organización forzada a cambiar sus procesos sólo tiene dos opciones (combinables): o cambia de trabajadores o cambian sus trabajadores. En la mayoría de las organizaciones esto produce tensiones, pero los integrantes se esfuerzan por conservar o mejorar su puesto y los directivos pueden adoptar políticas que lo faciliten. La universidad podría sencillamente liquidar una buena parte de sus actuales procesos administrativos, pero las nuevas necesidades y posibilidades en el tratamiento de la información, no solo administrativa sino también para la docencia y la investigación, son de tal entidad que dan para reabsorber al personal actual y más... siempre y cuando se recualifique. Pero el PAS universitario tiene una fuerza inusitada: a la de cualquier colectivo se añaden su condición mayoritariamente funcionarial, su distribución en gran cantidad de dependencias inconexas (que hace muy difícil el control de su rendimiento: de ahí, por ejemplo, la aversión de los secretarios a los pools) y, sobre todo, su decisivo peso electoral, una suerte de papel de bisagra. Y así coexisten procedimientos nuevos con procedimientos de hace medio siglo, innovaciones y rémoras, para perjuicio de la universidad, desesperación de los afectados y desánimo de la parte más dinámica del propio PAS.
Contra este paisaje, por cierto, es como hay que valorar –y ya lo siento– el penoso apoyo de CCOO de Madrid al ahora rector saliente.
No es la clase trabajadora, ni la defensa de lo público lo que se expresa en él, aunque sea eso lo que parece pretender el su comunicado del día 11 (que parece más bien un certificado burocrático de buena conducta), sino la resistencia del búnker ante la necesidad y la oportunidad del cambio y la acomodación del sindicato al statu quo."
http://blog.enguita.info/2015/05/sobre-la-eleccion-de-rector-en-la.html?utm_source=Cuaderno+de+Campo&utm_medium=email&utm_campaign=e69d8e893e-RSS_EMAIL_CAMPAIGN&utm_term=0_dadd5cfbea-e69d8e893e-34695
Carlos
Gracias Carlos
ResponderEliminarpero no creo que el problema principal sea la eficacia de la universidad, obstaculizada tradicionalmente por numerosos grupos de interés. El problema radica en que la universidad misma ya se ha reconfigurado totalmente, revisando sus objetivos, sus procedimientos y sus sentidos. De modo que al construir selectivamente su entorno revisa su misión drásticamente. Ahora es un juguete al servicio de las empresas beneficiarias de su producto.
Este proceso de reforma radical, se hace discretamente impulsada por fuerzas transversales-globales extremadamente poderosas y eficaces. Este proceso general no se ve afectado por la elección de rector. Cualquier rector es un activo de esta implacable reforma.
De ahí que la discusión acerca de los corporativismos y colectivos que inciden en el bajo rendimiento no sea el problema.
La reforma global de la universidad es una máquina que avanza inexorablemente, para convertir los resultados en productos dotados de valor económico en el nuevo mercado del conocimiento; las titulaciones en productos para la acreditación en las trayectorias; los pofesores en administradores de méritos; los estudiantes en seres circulantes sobre cuya materia se constituyen prósperos mercados y los becarios, ayudantes y contratados en un contingente degradado.
No, la cuestión hoy no es conseguir más eficacia y eficiencia sobre el supuesto inamovible de que la universidad es un centro de formación y producción de conocimiento neutro. La pregunta más importante es ¿ es posible detener esta metareforma? y ¿cómo?
En esta época cualquier cuestión remite al "sí, se puede". Mi versión es ¿se puede?
Pienso que es una cuestión de inteligencia y voluntad. Yo no pienso renunciar a movilizar mi inteligencia, aunque los programadores de la reforma quieran reducirme a un sujeto que actúa por automatismo en busca de su interés individual.
A pesar de todo, no me queda otra --qué asco, siempre igual-- tengo que votar a Pilar Aranda, que es la forma menos brutal de realizar la reforma neoliberal de la universidad.
Gracias por tu sinceridad, has votado a Pilar Aranda y no te sometes a reducir tu inteligencia y voluntad a LOS intereses individuales. eSTAMOS EN LOS MISMO jUAN.
ResponderEliminarUn abrazo desde el esperanzado Madrid de luchas y procesos de toma de poder y de no poder,
Carlos
Carlos
ResponderEliminarNo he votado a Pilar Aranda, en rigor "voy a votar a Pilar Aranda". Lo digo porque esto requiere una gran disciplina y concentración para no exponerse a su comunicación hasta el dia del sufragio. De lo contrario podría abstenerme. Este es el destino de algunos en la larga etapa postfranquista
Saludos