jueves, 30 de abril de 2015

CLARA BENEDICTO Y LA CORROSIÓN DEL CARÁCTER DE LOS JÓVENES MÉDICOS PRECARIZADOS

Clara Benedicto es una médica de familia de 32 años, cuya trayectoria profesional representa la precarización intensa que experimentan las generaciones de médicos jóvenes. La precariedad es un fenómeno invisibilizado, en tanto que no se encuentra objetivado en discursos ni presente en los imaginarios sociales. Así, el proceso de precarización se entiende como un suceso provisional asociado a la crisis, y que se puede resolver mediante lo que se denomina como recuperación del crecimiento económico. Esta interpretación es falsa. La precarización es un proceso que se deriva de la gran reestructuración neoliberal que reconfigura los sistemas sanitarios mediante su conversión en mercados definidos por su valor económico.

La estrategia de estas reformas tiene dos fases diferenciadas. La primera consiste en introducir, desde las coordenadas del nuevo gerencialismo, cambios en de gran envergadura. Estos consisten principalmente en reformular las finalidades, siendo reconfigurada  la asistencia como un servicio personal. Así se introducen nuevos sentidos organizadores que se sobreponen sobre los sentidos profesionales convencionales. Las dinámicas internas derivadas de esta resignificación, sitúan  la calidad del servicio en primer plano, relegando la consideración del problema de salud en términos clínicos. De este modo los profesionales son colonizados, privados de sus culturas profesionales, y sometidos a un estado de extrañamiento cultural que genera una desorganización y anomia manifiesta.

Una vez que la organización sanitaria se encuentra redefinida y homologada a otros sectores por la finalidad central de contribuir al crecimiento económico y la revitalización de los mercados, lo que propicia un estado de shock cultural, se implementa  la segunda fase. Esta consiste en la reducción de los costes de los servicios. De ese modo se genera un colapso progresivo que prepara las condiciones para un tránsito natural hacia el mercado, que es quien cumple los requerimientos del modelo inspirado en el precepto de que la salud es igual a un servicio sofisticado, y que, en consecuencia, tiene un valor económico diferenciado en un gradiente de precios.

En el contexto de este proceso cabe entender la precarización de los médicos. La ingeniería de la implementación de la reforma los entiende como los contingentes de una asistencia barata, que además crea un sector hiperdisciplinado por los contratos líquidos. El ejército de reserva precario constituye un factor de presión formidable sobre los titulares de plazas, que son destituidos gradualmente del protagonismo mediante la suma de la crisis cultural y la modificación de su entorno, en la que comparece un contingente de profesionales visitantes que amenazan las regulaciones profesionales. Esta es la directriz central que genera la inteligencia rectora de  la reforma sanitaria en curso y sus sentidos.

Clara Benedicto terminó el  MIR en 2012. Desde entonces ha trabajado en diferentes servicios alternando con periodos de paro. Ha sido suplente en consultas de atención primaria, en urgencias de hospital y ha hecho guardias múltiples. En los tres años de su trayectoria laboral ha firmado 50 contratos, algunos de un solo día. Su situación mejor fue cuando tenía un contrato en urgencias que renovaba cada tres meses, permitiéndole compatibilizarlo con suplencias de un día. Clara ha sido despedida por correo electrónico, confirmando la transversalidad de los métodos de los recursos humanos de la empresa postfordista, que ahora se instalan en el sistema sanitario público.

La historia profesional de Clara ilustra la transformación de la asistencia sanitaria y la profesión médica. Visibiliza la fragmentación de la profesión mediante la intensificación de los procesos de proletarización de los recién ingresados. Se trata de la multiplicación de los contratados, cuyo estatuto profesional es severamente precario, y sus condiciones profesionales pésimas. La generación de Clara ilustra una regresión en los sistemas de salud de gran calado. De este modo la calidad requerida deviene en una quimera. Con el paso del tiempo se espera que muchos de los pacientes se desplacen en la dirección del mercado, contribuyendo así al crecimiento económico.

La precariedad no es un episodio laboral. Por el contrario, se trata de un estado personal que afecta a todas las esferas vitales. La inestabilidad e incertidumbre intensifican la situación de dependencia. Richard Sennett define en su libro de “la corrosión del carácter” el estado personal de los obreros industriales desposeídos de la estabilidad laboral que estructuraba sus vidas y configuraba su ser. Es necesario definir la versión de la corrosión del carácter en los jóvenes médicos privados de la dirección de su vida profesional.

Porque esta precarización salvaje determina la conversión de la generación de Clara en piezas intercambiables para una asistencia mecanizada. Así, el encadenamiento de contratos los fragiliza y les niega la autoría de su propia biografía. Los convierte en seres que fluctúan en un medio que se sobrepone a ellos mismos. Su identidad es inevitablemente flotante, y el pasado, el presente y el futuro se encuentran desconectados. En estas condiciones es imposible hablar de vida profesional regida por la continuidad y el progreso. Son profesionales que han interiorizado que su vida profesional es transitar por caminos inacabados. Ningún proyecto orientado al futuro tiene garantías de poder realizarse. Esto es muy duro para un profesional.

Mediante la precarización son invitados a una práctica profesional característica de servicios privados baratos, que en este blog he denominado como la asistencia del todo a cien. Esa asistencia se dirige a públicos con escasa capacidad de compra y que son cautivados por la ensoñación de la libertad de elegir.

 No sé cómo puede hacerse en las condiciones actuales, pero la única solución es la que muestra la imagen. Mi sueño es que los sádicos gerentes de hoy corran delante de nosotros.





domingo, 26 de abril de 2015

EL PP Y EL GOBIERNO DE LAS COLONIAS INTERNAS

Muchas de las actuaciones del pepé no son comprendidas en sus verdaderos sentidos. Tanto algunas de sus acciones, como comunicaciones, suscitan cadenas de perplejidades en algunos sectores bienpensantes, que entienden estas como acontecimientos puntuales sin conexión mutua. Pero,  tanto los discursos como las prácticas de gobierno del pepé, responden a una lógica que presenta coherencias, tanto con su proyecto, que resulta de la adición de lo visible y lo sumergido,  de lo declarado y lo oculto, pero latente, así como con la naturaleza y el devenir histórico de la sociedad española.

Esta es, en el presente, una sociedad dual, que comprende los territorios ubicados en ambos lados de una frontera, que va modificando sus formas  en distintos períodos temporales. Lo que se denomina como “crisis” en los últimos años, ha mostrado la densidad y el espesor de esta frontera, desdibujada en los años felices de crecimiento y de la burbuja del cemento. Ahora comparece como una barrera económica, política, social y cultural sólida, contundente y compacta. Las acciones de gobierno del pepé se encuentran entrelazadas por ese sentido organizador. Se entiende que ahora es el tiempo de constituir y reforzar la frontera entre las distintas sociedades.

En un lado de dicha frontera se ubica el gran bloque de clases  altas y medias-altas. Más allá de la misma aparecen los territorios donde se concentran las subsociedades resultantes de la descomposición de la agricultura y la industria característicos de las décadas anteriores. Son las poblaciones que rotan entre el desempleo y el empleo temporal; los sectores laborales precarizados y las poblaciones dependientes de los subsidios y la economía sumergida. También las sociedades que nacen en las nuevas condiciones, entre ellos, los jóvenes almacenados en las instituciones educativas en espera de un destino provisional, así como los prejubilados y expulsados del sistema productivo.

Aún a pesar de esta gran fractura social, las visiones prevalecientes definen la sociedad como un todo unitario y articulan discursos sobre la ficción de los derechos universales. Pero, esta definición,  constituye una gran falacia. En 1960, el sociólogo norteamericano Wright Mills, que ha sido aludido en estas páginas en varias ocasiones, define, en esos años de descolonización, como “colonias interiores”, a la configuración de nuevas sociedades herederas de estructuras sociales y métodos de gobierno derivados del colonialismo. Me parece un concepto muy adecuado para comprender la dinámica de la sociedad española, su presente dual, el proyecto que la impulsa y el modelo de gobierno ejercido por el pepé.

La sociedad resultante de la suma de los empresarios, los capitales, las tecnocracias, los managers y los expertos, así como los profesionales y otros sectores aventajados, gobiernan mediante la imposición de sus intereses sobre aquellos acumulados más allá de la frontera social. De este modo se genera una estructura económica y social, así como una forma de gobierno, que tiene analogías con las sociedades postcoloniales, enunciadas como colonias internas por Mills. Se trata de un sistema colonial incompleto, en tanto que sobreviven algunos elementos universalistas, así como contrapesos. Así es posible  que algunos sectores sociales adquieran la naturaleza semejante a las élites criollas de las viejas colonias, pudiendo acceder a posiciones relevantes en el mercado y en las instituciones estatales, incluso teniendo responsabilidades de gobierno, en tanto acepten la preponderancia de los intereses de las poblaciones que conforman en exclusiva la “madre patria”.

La gran crisis final del franquismo generó un período de turbulencias que hizo posible un gobierno criollo. Pero este fue restaurando gradualmente la primacía de los intereses que conforman la metrópolis histórica española. También la forma de gobierno, que suavizó los rasgos más característicos del gobierno neocolonial  español. Desde entonces, se alternan gobiernos convencionales con gobiernos criollos, generando tensiones que no afectan en lo sustancial a la estructura y la frontera social que la articula. La reestructuración global refuerza las posiciones de los gobernadores de poblaciones de las colonias internas.

Al utilizar esta metáfora de las colonias interiores, quiero afirmar que existen varios supuestos fundamentales que lo avalan. Se trata de supuestos básicos tan arraigados, que no se someten a valoración, deliberación o cuestionamiento. Así se convierten en premisas que estructuran los esquemas de pensamiento. El más importante es la convicción radicalmente internalizada  de la superioridad incuestionable de los poderosos. Estos piensan que el gobierno les corresponde por encima de cualquier contingencia. Así, cuando comparece un gobierno criollo, desarrollan una oposición enérgica y radical, que se sustenta en la percepción de la violación de su monopolio político, que no admite excepciones. Esta oposición tan virulenta deslegitima a las amedrantadas élites criollas. Recuerdo al nefasto ministro Barrionuevo dirigiéndose en el parlamento a la entonces minoría del pepé, con un servilismo insólito. Pero es Fabra quien sintetiza en sus antológicas intervenciones este precepto. Califica a los gobernantes criollos como “inútiles”. Así se conforma una aristocracia de gobierno que se presenta como única posibilidad de ejercicio del poder estatal. La proliferación en los discursos de las palabras “normal”, “sensato“ y “responsable”, articulan este supuesto, que descalifica cualquier oposición. Así, la legitimidad se encuentra en un territorio inaccesible para los advenedizos del más allá de la frontera, o los mismos criollos domesticados por su contundente oposición.

El segundo supuesto arraigado en el imaginario del pepé es la valoración de la población concentrada más allá de la frontera. Esta es definida por su inferioridad sustancial. Se trata de contingentes humanos que son homologados a las poblaciones colonizadas. En coherencia, se definen en términos negativos, bien por su escaso capital económico, sus carencias, su menguada autonomía y su predisposición a aprovecharse de las ayudas estatales. Los contingentes de las colonias internas son descalificados severamente en términos rigurosos: los beneficiarios del per; los hipotecados y endeudados definidos por su incapacidad; los desempleados entendidos como parásitos potenciales. Se pueden encontrar en los discursos de miembros relevantes del pepé auténticas perlas. La frase-sentencia de “habéis vivido por encima de vuestras posibilidades” es paradigmática.

En congruencia con estos supuestos el discurso del pepé sobreentiende que gobernar es un acto de ejercer el dominio sobre los habitantes de las colonias interiores. Estas son poblaciones portadoras de riesgos a las que es necesario disciplinar. Así, los tonos de las intervenciones de la señora Báñez, ajena a los sufrimientos de los precarizados y desempleados. No hay que mostrar sentimientos con estas gentes, que son entendidas como portadoras de peligros.  Los discursos los homologan con el concepto universal “ciudadanos”, denegando su especificidad y sus condiciones sociales adversas. Convertidos en dígitos, sólo se hacen inteligibles adquiriendo la condición de los peores en todos los indicadores. Disueltos en la masa de la población total, desustanciados y deshumanizados en la acción de gobierno, quedan reconvertidos en una fracción de la población estigmatizada y deslegitimada.

Estos discursos amparan las líneas de gobierno que los sancionan  mediante recortes severos de las prestaciones. También mediante la violencia policial y la escalada penal. Estas medidas se entienden desde el monopolio que detentan de ser la verdadera “madre patria”, que relega severamente a las poblaciones del más allá de la frontera, de las colonias internas. De este modo, los derechos universales enunciados en la constitución y las leyes, constituyen una mistificación de gran envergadura. La realidad es que estas poblaciones son privadas de su capacidad de ser autónomas. La violencia simbólica y mediática ejercida contra las organizaciones sindicales criollas, es un indicador inequívoco de la situación neocolonial.

Desde estas coordenadas puede hacerse inteligible la realidad. Las terribles descalificaciones a la oposición; el desprecio infinito de la señora Aguirre por la gente del otro lado de la frontera, desafiándola y mofándose de ella ante las cámaras; las actuaciones de la policía en la ejecución de los desahucios, encapuchados, enérgicos, carentes de un gesto de piedad hacia gentes en situaciones de inferioridad absoluta; las descalificaciones y tonos de los comunicadores de la constelación mediática del pepé; las imágenes arrogantes de Blesa, Rato, Camps, Botella y otros, sabedores de su condición especial frente a los tribunales dependientes del poder; la burla y el desprecio mediático de los preferentistas y otros colectivos penalizados, pero, sobre todo la comunicación de las decisiones de gobierno, que sancionan con tanta contundencia y crueldad a las poblaciones de más allá de la frontera.

El imaginario del pepé se funda en esta atribución de superioridad. En la convicción de la legitimidad sin contrapartidas del monopolio administrativo, económico, político, cultural, militar y mediático. Su envés es la descalificación de los habitantes de las colonias interiores, entendidos como una carga que hay que aligerar,  gobernándola enérgicamente, al tiempo que vigilar efectivamente, debido a la atribución de peligrosidad. En coherencia con estas convicciones, se sobreentiende que los recursos colectivos les pertenecen en exclusiva. Así la arrogancia de Bárcenas, de Rato y sus homólogos. Carecen de cualquier sentimiento de culpa porque se han apropiado de lo que entienden que es suyo. En los discursos de sus mercenarios mediáticos se manifiesta inequívocamente. La corrupción es un efecto natural del conjunto de enunciados que conforman el imaginario del pepé. Nadie se siente obligado a dar una explicación al respecto.

Vivo cercano a algunos médicos bienintencionados que se muestran perplejos ante medidas de gobierno que suponen la negación del valor de la salud de las poblaciones de las colonias internas. Se trata de una manifestación de la superioridad metropolitana que articula la mente del partido. El caso de la hepatitis C ilustra este desprecio radical, fundado en su imaginario neocolonial, que se hace presente en numerosas ocasiones para ser ocultado para no favorecer el advenimiento de posibles gobiernos criollos.

La convicción de superioridad sin contrapartidas y desprecio a los habitantes ubicados más allá de la frontera, son escenificados por el verdadero señor X de los gobernadores de las colonias internas: Aznar. La exhibición impúdica de la relación con esta población, formulada en términos inequívocos de dominio, es su especialidad. Sus puestas en escena mediáticas  constituyen un monumento icónico de la época. Es la afirmación de la frontera y del desierto más allá de la misma. Los que se encuentran al otro lado no son nadie, sólo poblaciones susceptibles de ser gobernadas y vigiladas con energía. Las colonias interiores, donde habitan los insensatos, los escasamente responsables y los que no alcanzan la condición de personas normales.

domingo, 19 de abril de 2015

MANUELA CARMENA Y LA SUSTRACCIÓN DE ENEMIGO



Uno de los sociólogos críticos más influyentes en mis primeras inmersiones sociológicas es el norteamericano Mills. En uno de sus libros “La imaginación sociológica”, asocia la expansión de los cambios sociales a la desorientación de las personas que viven sobre la aceleración de las transformaciones. Define como imaginación sociológica una cualidad mental, que radica en comprender la existencia individual mediante la localización en la época en que se encuentra. La intersección entre la biografía singular y la sociedad global en que se inscribe, representa el espacio sobre el que se asienta la imaginación sociológica. Este concepto se hace pertinente en la biografía de Manuela Carmena, que es apelada intensamente por la sociedad en que vive, primero en su juventud, y, muchos años después, tras su jubilación. Así, su trayectoria biográfica representa una situación excepcional, que visibiliza el devenir misterioso de la sociedad española, caracterizado por la articulación inseparable de las persistencias y los cambios.

La actual crisis y colapso del sistema político nacido en la transición ha comportado la reaparición de algunas personas que habían representado un papel relevante en su génesis. Una de estas personas es Manuela Carmena. La conocí en mis años de activismo estudiantil. Fue en alguna reunión entre profesionales y estudiantes en esos años. Se trataba de una persona especial, cuya presencia denotaba su inteligencia, su energía y determinación de modo inequívoco. Su liderazgo y singularidad se hacían patentes. Entre los activistas estudiantiles de este tiempo circulaban leyendas acerca de las escasas mujeres que ejercían liderazgos. Una de ellas era Manuela, junto a otras, algunas abogadas. No puedo dejar de evocar aquí a Pilar Bravo, la dirigente de la organización del partido comunista en la universidad. En los años que estuve en el comité universitario pude conocerla y desvelar los misterios del liderazgo femenino. Todas ellas suscitaban mitologías en una sociedad tan atrasada como la España de entonces.

Ahora, tantos años después, Manuela retorna a la primera línea, otra vez para abrir camino a una transformación democrática que recupere las instituciones bloqueadas por la combinación de la desinteligencia de la clase política, la subordinación a intereses económicos impresentables, las malas prácticas generalizadas, el vaciamiento de la ciudadanía y la expansión de la corrupción, que se apodera de las estructuras, determinando la desviación de las finalidades de estas. Después de las elecciones del 77 algunos cuadros de las organizaciones antifranquistas retornaron a sus profesiones. Ahora, la regresión general los convoca de nuevo, y  en algunos casos, como el de Manuela, acuden a la llamada.

En la candidatura de la que es cabeza están distintas personas que suscitan mi respeto y consideración. En particular Pablo Carmona. Sus textos y los del Observatorio Metropolitano de Madrid son verdaderos monumentos que contribuyen a comprender los procesos acaecidos en las últimas décadas. En una época en que la gran mayoría de términos, conceptos y significaciones han quedado obsoletas, las publicaciones del Observatorio son imprescindibles para clarificar los escenarios del presente. La trivialidad imperante en las interpretaciones dominantes es compensada por la solidez de los esquemas de interpretación de estos textos escritos por una generación posterior.

El elemento común a los dos escenarios políticos que se presentan en la biografía de Manuela es la confrontación con un poder muy sólido. El conflicto manifiesto  entre el proyecto Ahora Madrid y el poder imperante en  Madrid se puede definir por sus asimetrías. El conglomerado de intereses de instituciones financieras, capitales especulativos, distintos intereses impresentables y sectores parasitarios, así como el complejo de instituciones mediáticas, políticas, empresariales, sindicales e institucionales en los que se sustenta, es muy fuerte y poderoso. Así se configura una confrontación presidida por la desigualdad. En una situación así es preciso movilizar toda la inteligencia posible para identificar las áreas vulnerables del Goliat neoliberal en versión española.

Las interpretaciones al uso acerca de la situación actual, así como sus salidas, están presididas por un grado de trivialización monumental. Liberar las instituciones representativas del complejo de intereses que las coloniza e instrumentaliza, para restituirlas a la pluralidad social, haciendo presentes los intereses de los numerosos sectores sociales no representados en las mismas, es una cuestión de gran envergadura. El aspecto  principal estriba en la visibilidad. El Goliat especulativo opera mediante su capacidad de imponer su definición de las realidades, lo que facilita el ocultamiento de una parte esencial de sus operaciones. Así se conforma un área oculta muy extensa. Aquí radica el punto vulnerable del complejo del poder, este se funda en intereses y prácticas institucionales impresentables que tiene que esconder y disfrazar. Pero, la dificultad de generar un espacio público en el que se haga visible esta situación conlleva una dificultad formidable, debido a densidad de las barreras institucionales, políticas y mediáticas.

En estas condiciones, la respuesta a cualquier proyecto que  pretenda modificar esta situación, conlleva unos grados de violencia muy intensos. La estrategia del complejo del poder es presentar a los sectores críticos amenazadores como un enemigo. Así se justifican las descalificaciones, los insultos y los tonos que generan una relación en la que cualquier respuesta implica un escalamiento y una confrontación frontal. La comentada entrevista de varios periodistas en la cadena sexta a Pablo Iglesias, ilustra esta estrategia violenta de los amenazados por el cambio.

De ahí la importancia de la evitación del escalamiento y la neutralización del estigma asociado al enemigo público. Se trata de debilitar esta etiqueta. Existen antecedentes muy valiosos en movimientos sociales que han tenido que afrontar conflictos contra poderes mucho más fuertes. Me viene a mi memoria el conflicto de las mujeres de Greenham Common en la Gran Bretaña de los años ochenta. Una concentración de mujeres rodeó una base en la que se concentraban armas nucleares. En la larga confrontación se inventó un repertorio de acción que se fundaba en la evitación de un choque abierto, siguiendo estrategias múltiples que desactivaban la etiqueta de enemigas de la patria al servicio de un poder externo. Así reducían la legitimidad del poder que amparaba la base nuclear. Las cadenas que rodeaban la base, las acciones inesperadas e imaginativas, proyectadas a los escenarios mediáticos, tuvieron un éxito manifiesto. Sus disfraces de peluches para penetrar en la base transgrediendo las órdenes, parodiaban ese poder y hacían de su inferioridad física un arma que socavaba el potencial coercitivo de las autoridades.

Este es el mecanismo fundamental de cualquier estrategia de cambio. Se trata de inventar y practicar la sustracción de enemigo, condición imprescindible para poder transitar por los espacios sociales y mediáticos proyectando una imagen inversa a la de enemigo. No, Ahora Madrid no es el enemigo sino un agente catalizador de las aspiraciones de los numerosos sectores sociales no representados, y también de aquellos que aspiran a un equilibrio institucional. Su proyecto radica en abrir, no en cerrar. En coherencia el miedo es un elemento extraño a su proyecto.

La respuesta de demonización de los aspirantes al cambio es coherente con los intereses sórdidos y ocultos del complejo del poder madrileño, así como su estado de percepción de amenaza. El resultado es la creación de una estrategia defensiva que genera un clima de alta emocionalidad,  que activa los sentimientos negativos y la crispación. Parece inevitable la cristalización de una posición cerrada compuesta por un sumatorio de dogmas, premisas no fundadas, prejuicios y mentiras,  que se encierra en sí misma, de modo que multiplica los temores fundados en presunciones y atribuciones de culpabilidad a los actores del cambio. En este estado la relación es casi imposible, invitando a la confrontación, mediante la que se refuerza la imagen de enemigos externos.

Manuela es la persona adecuada para esta tarea. Hace unas semanas la vi en un programa de televisión neutralizando con mucha categoría y oficio un exceso verbal asociado al imaginario de miedo, así como al estado de crispación. Es lo que me animó a escribir este post. Se trata de ser firme y no ceder, pero no entrar en la espiral de las acusaciones y los tonos agresivos. Es una tarea difícil de la que Manuela seguro que tiene experiencia, pues en la institución de la que procede, el cambio supera el umbral de la inteligencia para devenir en milagro. Su modo de estar en ese programa fue perfecto. Despues la imaginé como una de las mujeres míticas de Greenham Common.

Ahora Madrid tiene que crear un espacio público que visibilice el funcionamiento de las instituciones; abrirlas a los colectivos portadores de propuestas; regenerar el sistema de relaciones con la sociedad terminando con el protagonismo de los traficantes de suelo; contribuir al desarrollo de iniciativas múltiples; descerrajar las barreras internas constituidas estos años; empoderar a las gentes no representadas, superando la impotencia política experimentada en las últimas décadas, y generar un proyecto atractivo para los funcionarios. Todo esto sin una mayoría, o incluso desde la oposición. Se trata de un desafío de un rango similar a aquél que Manuela afrontó en su primera vida pública.

En coherencia con el título del post Manuela no es una enemiga. Por el contrario, se trata de una amiga, igual que el equipo de Ahora Madrid. Como tal, suscita nuestros afectos en esta situación de adversidad. Manuela, no olvides que muchas personas desconocidas para vosotras, una de ellas soy yo, madrileño nostálgico en la distancia, os queremos y valoramos vuestro proyecto y esfuerzo. El día de la votación me acordaré de vosotros con independencia del resultado y me diré a mí mismo que gente como vosotros hace habitable este mundo. Pero el día después, también estaremos detrás. Y siempre que alguien os trate desconsideradamente como enemigos, piensa que estaremos presentes, mirando vuestros rostros, seguros de que estaréis a la altura y de que nuestros afectos os ayudarán. Porque habéis constituido una experiencia democrática formidable, que se encuentra más allá del número de papeletas.

Manuela, muchas gracias

martes, 14 de abril de 2015

EDUARDO GALEANO


Eduardo Galeano ha muerto. Reconozco la influencia que su obra ha ejercido sobre mí. En numerosas ocasiones he recomendado vivamente a estudiantes latinoamericanos que pasaban por la clase que lo leyeran. En particular "Las venas abiertas de América Latina" es un libro de culto. Lo más estrimulante en los últimos tiempos es la crisis de las visiones occidentales de la historia. La irrupción de lo postcolonial ha significado una conmoción para las ciencias sociales. La emergencia de nuevos paradigmas que aportan otras miradas y voces, que compensan las distorsiones de los paradigmas restrictivos convencionales. Como la postmodernidad es un tema recurrente en las asignaturas que imparto, me he colocado un mapa del mundo a la derecha de mi silla en mi despacho, en la pared. Así puedo mirar el mundo para constatar que la inmensa mayoría experimentó la versión colonial mutilada  de la modernidad. Esta sólo tuvo lugar en Europa y  América del Norte . Este mapa me ayuda a comprender las proporciones del mundo en que vivo, compensando el descentramiento.

En estas coordenadas se inscribe Eduardo Galeano visibilizando a los nadies, a las realidades marginadas por los grandes relatos modernos. En su obra lo pequeño es mucho más que hermoso y los seres humanos son rescatados de los valores asignados por las maquinarias productivas, mediáticas y de control que rigen el mundo. Las personas para Galeano trascienden esos cálculos de utilidades. Presento tres videos que muestran su poderosa mirada.
Muchas gracias y un fuerte abrazo





domingo, 12 de abril de 2015

LOS HUTU Y LOS TUTSI: UNA VERSIÓN ESPAÑOLA



Soy un hijo de hutu. En mi infancia escuché en numerosas ocasiones las versiones hutu de las terribles historias de la guerra entre los hutus y los tutsis en los años treinta del siglo pasado. Estos fueron vencidos y condenados a una subalternidad social implacable. Fueron derrotados y humillados mediante la denegación de su identidad y la perpetuación de su estigma. Encerrados en sus pueblos y las sórdidas periferias industriales de las ciudades, permanecieron inmóviles bajo el control hutu. En los años transcurridos hasta mi adolescencia despertaron mi curiosidad, en tanto que se hacía patente el contraste entre su segregación y su sumisión, con las narraciones acerca de su crueldad en el conflicto en el que resultaron perdedores. Siempre me interesaron los tutsis que circularon por mi vida.

Cuando llegué a la universidad apenas había gentes tutsi. Mi curiosidad me condujo a romper con la recomendación familiar reiterada de no visitar los barrios donde se concentraban los vencidos, devenidos en sujetos calificados por ser peligrosos. Al sur de la estación de Atocha comenzaba la transición hacia los barrios tutsi diseminados por la periferia. Mi primer verano universitario trabajé en correos, en la sucursal nº 23, si no me traiciona mi memoria, que estaba ubicada en Vallecas, en la avenida de la Albufera. Allí descubrí verdaderamente al pueblo tutsi. Trabajaba en una ventanilla donde recibía y enviaba cartas certificadas, paquetes, giros y otros intercambios. La demanda era muy intensa, en tanto que en estos años las familias se habían diseminado por territorios lejanos a su origen, lo que determinaba el volumen de comunicaciones y envíos debido a su dispersión. En mis encuentros diarios con muchas gentes tutsi se desplomaron mis prejuicios. Eran personas que habían arribado a la periferia de Madrid después de largos años de silencio, miedo e inmovilidad social. Eran animosos, esperanzados en mejorar sus condiciones sociales, y confiados en un futuro perfectible, sobre todo para sus descendientes.

Recuerdo que mi trabajo era escribir los resguardos, pues la mayoría de los mayores no leían o escribían, de modo que eran dependientes en todos los trámites administrativos y burocráticos. Muchas de  las personas que pasaban por la ventanilla necesitaban de ayuda. Pero mostraban agradecimiento cuando eran auxiliados. Eran muy generosos,  abiertos y sufridos, muchos tenían una especial facilidad para expresar sentimientos positivos y desembarazarse de su adversidad. La verdad es que pronto se ganaron mi consideración, respeto y afecto. Eran muy austeros, sacrificados y su proyecto estaba muy bien definido: esperaban que sus hijos y nietos pudieran mejorar. Estaban esculpidos por su sufrimiento y la dureza de las condiciones en que se desarrollaban sus vidas. Pero este estado era compatible con la cordialidad y el humor.

Terminé por salir con una chica tutsi que trabajaba en la sucursal. Los primeros besos me revelaron sensaciones mejores que las experimentadas con algunas chicas hutu que había conocido.  La relación con su cuerpo era más natural, de modo que neutralizaba las inhibiciones que la educación religiosa de la época determinaba. Además,  era muy inteligente, sensible y cariñosa, expresando sus sentimientos con una espontaneidad desconocida para mí, habitante del mundo hutu de la época, en el que era frecuente simultanear varias caras. Mi madre (hutu) la conoció casualmente y me dijo que era una “ordinaria”, lo que denota que ella, como los hutus de esa época,  se consideraba a sí misma como un ser extraordinario. Este verano tutsi me dejó una huella importante. Desde entonces me gustan las chicas ordinarias. 

En los años siguientes, muchos de los tutsi mejoraron manifiestamente sus posiciones sociales y sus condiciones de vida. En la industria mejoraron las condiciones de trabajo y los salarios; muchos se abrieron camino como emigrantes en Europa; otros llegaron a trabajos que con anterioridad les estaban vedados: administrativos, funcionarios, maestros, y otros similares; también desembarcaron en las profesiones convencionales: abogados, médicos, ingenieros y otras. Así, los tutsi fueron expandiéndose y conquistando posiciones en zonas residenciales mixtas, que resultaban de la expansión de las ciudades, como consecuencia del crecimiento económico. El apartheid social se minimizó y los guettos tutsi se redujeron haciéndose más permeables.

La transición y la constitución de 1978 sancionaron su ciudadanía casi completa. Integrados en el trabajo, la educación, la sanidad universal, el embrión de servicios sociales y los dispositivos del estado de bienestar, las barreras entre los hutus y los tutsi se debilitaron. Los años siguientes fueron testigos de las euforias y los discursos positivos que ratificaban la integración tutsi, que operaba en distintos niveles, principalmente en el territorio de los consumos públicos y privados. Fueron buenos años para las personas ordinarias, como gustaba llamarlos a mi madre. Pero, sobre todo, fue un buen tiempo para sus hijos. No pocos jóvenes tutsi experimentaron un ascenso social, mediante la adquisición de credenciales educativas que los homologaron con los hutu, entremezclándose en las posiciones sociales medias y altas, aunque siempre en proporciones menores a su peso demográfico..

No obstante, en el curso de los años ochenta, comienza a producirse un acontecimiento que entonces pasa desapercibido. Se trata de la desaparición acumulativa de industrias, que inicia una reestructuración productiva que amenaza las posiciones conquistadas por el pueblo tutsi. De este proceso resulta la progresiva desregulación del trabajo y la aparición y expansión de la precariedad. Algunos sectores tutsi son apartados del mercado laboral y comienza a configurarse un nuevo conflicto social, que resulta de la expansión de economías ilegales.  La percepción de inseguridad preside la nueva época y algunas  sociedades hutu comienzan a endurecer sus posiciones con respecto a los tutsi, desenterrando la etiqueta del peligro.

El recién inaugurado siglo XXI es el tiempo en el que se recombinan todos estos factores. Tras los primeros años donde la desindustrialización y el consiguiente desplazamiento de segmentos de población tutsi, se compensa mediante la multiplicación de la construcción de edificios e infraestructuras. Además, no pocos segmentos de la población tutsi son atrapados por los tentáculos de la expansiva institución del crédito, que los convierte pocos años después en víctimas. Así devienen en endeudados, hipotecados y otras formas fatales de dependencia que les empujan a una vida en la que se entrecruzan varias ficciones.

En el final de la primera década del nuevo siglo prodigioso se produce un colapso general que clausura la construcción y termina por bloquear el sistema financiero. Así, muchos de los tutsi que habían experimentado la integración y el progreso, identificándose con un imaginario optimista de crecimiento sin fin, son arrojados al espacio conformado detrás de una gran barrera económica, política, social y cultural, que resulta de la rigurosa reestructuración social. La nueva situación convierte en ficción imaginaria las posiciones alcanzadas por los tutsi después de tres décadas. Pero lo peor es que sus hijos son los más afectados por el huracán global que es presentado como una crisis. Estos son excluidos primero del mercado de trabajo, a pesar de su elevada cualificación. Pero su expulsión de los tramos altos de la educación es más lenta y está teniendo lugar en estos años. Estas asincronías entre la velocidad de estos cambios determina que grandes contingentes de tutsi jóvenes queden atrapados y almacenados en las instituciones educativas, en tránsito hacia un nuevo rol, consistente en reforzar la poderosa frontera social resultante de la nueva economía.

Así se configura una regresión para el pueblo tutsi, cuya ciudadanía total es laminada inexorablemente por un estado controlado por los hutu, ayudados por la complicidad de los segmentos tutsi que han llegado a las instituciones políticas representativas y a las cúpulas de los dispositivos del estado. Expulsados del mercado regulado de trabajo, siendo ubicados en las sórdidas periferias del mismo, sometidos a una precarización severa, desplazados al espacio-mundo en busca de una ubicación, habitando espacios que testifican sociedades en descomposición, violentados como endeudados insolventes, descalificados en los medios de comunicación y los discursos políticos. Esta es la nueva condición de los tutsi, reconvertidos en una masa heterogénea privada de anclaje social.

Al tiempo, los hutus intensifican su menosprecio hacia ellos mediante la intensificación de la represión en las protestas que manifiestan la regresión. Son desplazados de las agendas públicas y privados de la ciudadanía total mediante la asignación de un destino que conlleva su concentración en una cola que fluye entre las oficinas de empleo, los breves períodos de trabajo, y el retorno a la cola que es organizada por las actividades de formación en espera del nuevo ciclo. Así, retornan a la periferia de la sociedad, en este caso de la sociedad del bienestar selectivo y fraccionado.

Pero lo peor de este proceso que defino como ensañamiento es la construcción de una imagen negativa, que los entiende como personas responsables de su propia situación, conformando así el umbral de una reconversión en una masa de dígitos, que hace posible su progresiva penalización. De este modo son entendidos más como un problema, negando su potencialidad productiva y social. Así se conforma el umbral en el que se hace coherente la disminución gradual de sus derechos.

Los hutus intensifican su ensañamiento desplazándolos de las agendas de las instituciones y generando un vacío de representación de sus intereses. El nuevo destino que tienen asignado es rotar entre el desempleo y la precariedad, conformando colas humanas que fluyen en la periferia de la sociedad de bienestar fraccionado. Así las instituciones los avasallan mediante la generación de una imagen de población problema. Las maquinarias policiales y judiciales en los últimos años los tratan con un rigor insólito en los tiempos anteriores, denotando la minimización de su condición de ciudadanos. El espectáculo de los deshaucios es pavoroso. No se trata de un acontecimiento aislado sino de un hecho que muestra el rostro del gran disciplinamiento que acontece en el fin de la época de la constitución del 78, que es vaciada de su contenido drásticamente. Las violencias ejercidas sobre la población tutsi son equivalentes a un exterminio ciudadano de baja intensidad, pero acumulativo.

Lo peor de este episodio es la perplejidad del pueblo tutsi que se muestra incapaz de defenderse de este genocidio ciudadano. Sus viejas organizaciones se han disuelto en el magma institucional hutu. Así, carecen de representación efectiva. Hace algunos años, el 15 M puso de manifiesto que algunos hijos de tutsi no aceptaban el destino social que les habían asignado. A partir de entonces se suceden tensiones derivadas de este monumental proceso de segregación social. Pero las maquinarias institucionales de los hutu siguen adelante con este proceso de ensañamiento que revierte el signo del proceso de integración sucedido en el final de los años setenta.

Soy profesor universitario y vivo un mundo donde los tutsi son mayoría, aunque se asemejan poco a aquellos que conocí en mis años de adolescencia. Estos son ajenos a la construcción de la gran barrera social, cuyas obras tienen lugar ante nuestros ojos. La invención de los grados y la reconversión de los máster en un mercado segmentado, en el que los niveles de acceso a las posiciones altas se encuentran determinados por barreras económicas, anticipan un futuro en el que la formación especializada de alto nivel se asemejará, en su composición social, a la universidad de mi juventud. De este modo soy testigo involuntario de la constitución de una gran frontera, que priva de un destino social abierto a muchos de los habitantes de este extraño mundo de las aulas. 

En este singular exterminio ciudadano, las hachas, los machetes y las armas de fuego hutu devienen en discursos, contenidos audiovisuales  y medidas políticas para discriminar al pueblo tutsi. La ley de Seguridad Ciudadana es su última razón para amedrantarlos, como en mis lejanos años de juventud. Esto sí que es peligroso.



viernes, 3 de abril de 2015

UN HABITANTE DE LAS AULAS DESENCANTADAS

Todos los días me hago presente en distintas aulas desencantadas. Este es el título de uno de los trabajos de un sociólogo español muy influyente en mí: Eduardo Terrén. Sus textos me han ayudado a comprender el mundo en que vivo, así como que la posmodernidad no es un fantasma bibliográfico, perteneciente al mundo de los estudios culturales, sino una poderosa fuerza que remodela todos los campos sociales, presentándose asociada a otros componentes sistémicos. Terrén murió prematuramente en un accidente en los Pirineos. Así se suma a otros sociólogos desaparecidos en circunstancias trágicas, como Esteban Medina o Carlos Llerena. He leído textos suyos varias veces, y en todas las ocasiones, la última lectura siempre aporta cosas nuevas con respecto a la anterior.

Soy un habitante de una realidad extraña, resultante de la superposición de varios mundos distintos que se recombinan dando lugar a una microsociedad espectral. El mundo propio de una hierocracia, ahora declinante, de una casta sacerdotal-profesoral que ejerce su dominación en un orden extinguido. Esta se modifica por la irrupción impetuosa del mercado infinito, con sus saberes, sus reglas, sus métodos y sus imaginarios. Las instituciones que lo conforman, tanto el marketing, la publicidad, la gestión de los recursos humanos y otras, se fusionan con la ciencia, el pensamiento y el arte  para producir una situación difícil de descifrar. Todos los ingredientes generan una mezcla explosiva, que hace simultáneas varias dominaciones, de modo que se complejizan todas las relaciones entre actores.

Terrén, en su trabajo sobre Weber y las aulas desencantadas, compila algunas de las proposiciones de Weber con perspicacia, al ser reinsertadas en el presente posmoderno. Selecciono algunas frases inquietantes desde mi vivencia como habitante de este mundo, en tanto que muestran inequívocamente realidades ocultas: “burocracia de aniquilamiento mecánico….Institución desencantada, agotado su impulso utópico, ahogada por su propio desarrollo…..El conocimiento como eslabón de una cadena sin fin…..Educación como organización sin alma sumida en el proceso global de rutinización…..Nostalgia de plenitud del hombre político integrado en la espiritualidad comunitaria de la polis…..Iluminados seguidores del mensaje inicial devienen en funcionarios…..Las cualidades carismáticas se canonizan y son traspasadas a instituciones donde quedan petrificadas…..Modelo de dominación hierocrática…..Sometimiento de la conducta a un orden considerado como legítimo…..Reglamentación moral de la vida…..

Lo más relevante del mundo de las aulas desencantadas, desde los esquemas conceptuales weberianos,  es la ausencia de sentido. De él resulta un mundo agobiante en el que todo es vaciado de sentido, para ajustarlo a las necesidades del mercado de trabajo, que se presenta en estado de ausencia para los recién titulados, pero que les exige perpetuar su formación sin fin hasta la siguiente salida. Así, las distancias entre el mundo de los supuestos oficiales definido por las tecnocracias derivadas del poder empresarial y el mundo social constituido en las aulas, son clamorosas. Los actores, tanto los estudiantes como los remodelados profesores,  terminan por asumir que se encuentran en un ciclo temporal sin fin, que sólo conduce a la siguiente etapa. La totalidad de la vida académica se ajusta a este imperativo mediante un vaciado de sentido, que se acompaña por una furiosa hiperreglamentación.

Pero, el aspecto que produce mayor malestar, para la casta de profesores de la que formo parte, radica en que el modelo de dominación hierocrático del pasado ya no es factible en las nuevas condiciones. Así, el mercado propone formas de sometimiento radicalmente renovadas, que generan una reconversión de los veteranos docentes hierócratas. Ahora se trata de producir un orden en el que imperen los méritos que,  todo habitante de este mundo, debe producir y renovar sin fin. Los profesores devenimos en lo que en este blog he denominado como “traficantes de méritos”. Debemos diseñar e implementar un sistema de contabilidad que permita discernir entre los estudiantes y discriminarlos por décimas, o, incluso por centésimas, que contribuyan a hacer visible de su trayectoria, de modo que los nuevos burócratas, ahora investidos como tecnócratas y gerentes, puedan clasificar, seleccionar y discriminar.

Los profesores somos gobernantes de trayectorias, agentes de tráfico, y nuestra función radica en configurar las subjetividades de tan esforzados pobladores de las aulas siempre en movimiento. Los malestares cotidianos radican en este tránsito entre dominaciones hierocráticas. Los nuevos estudiantes deben aceptar su estatuto de empresarios de sí mismos para hacer factible su propio futuro. Los docentes somos un colectivo reconfigurado a las exigencias del orden económico global. Todavía no se han definido con precisión los efectos de este nuevo sistema en trance de rutinización, que penaliza a los viejos profesores insertos en el antiguo estatuto de la vieja institución.

El problema radica en ser testigo y protagonista involuntario, en mi caso mediante la resistencia activa, de este tránsito de dominaciones. Las aulas son terribles espacios congelados, donde los aspirantes a empresarios de sí mismos son requeridos a la acumulación de méritos sin fin. Las guías docentes son el instrumento de regulación de esa formidable competición. De ahí resulta un conjunto de actividades altamente mecanizadas, fragmentadas y desprovistas de valor cognitivo, que ocupan todo el tiempo de todos los involucrados en la cadena de montaje de esta extraña fábrica, que sólo sirve al nuevo capitalismo desorganizado, mediante la limitación de las inteligencias de los futuros empleados, formateados en paquetes de competencias necesarias a los procesos de producción, así como adiestrados en los misterios de la movilidad permanente, de modo que las relaciones con los iguales sean ligeras y efímeras.

Este mundo es invivible. A veces formulo preguntas a un grupo de estudiantes y nadie me responde. El docente es reducido a una máquina de facturación de lo obligatorio, de aquello que cuenta para la acumulación de los méritos, objetivados en un expediente que acompaña la circulación eterna de sus titulares. La vida común en el aula modifica los sentidos de cualquier conversación posible. Lo que importa es sumar en el expediente, relegando cualquier iniciativa espontánea, que no pueda ser traducida al orden de los méritos. Los fantasmas de los gerentes y tecnócratas llegados desde los territorios del mercado, se adueñan de las subjetividades y de las actividades al imponer sus sentidos. El orden del aula se congela. Todas las frases seleccionadas con anterioridad se hacen patentes. La gran rutinización gerencial-tecnocrática de la educación, comandada ahora por una nueva clase de hierócratas que producen los sistemas de conteo de méritos individuales y las subjetivaciones que los amparan.

El aula es un desierto para el conocimiento y la cooperación, donde son exiliados aquellos que persisten en su adquisición. El aula es un territorio altamente programado, donde imperan las décimas y las centésimas en la competencia por articular un proyecto personal, en el que los otros son los competidores y los rivales que van a hacerse realidad en expedientes que se comparan y se pesan en miligramos de méritos. El huracán gerencial que se abate sobre las aulas, reconfigura todas las ecuaciones que han sustentado la educación. Todas las narrativas convencionales se disuelven para ceder la exclusiva a un yo que realiza un proyecto individual altamente psicologizado y desprovisto de cualquier contaminación de lo común. En las aulas se representa el éxtasis del yo emprendedor en busca de la realización de su proyecto.

Vivir todos los días esta realidad es muy duro. Esta semana me estoy reponiendo de los males derivados de participar en esta opaca realidad que Terrén ayuda a comprender. El martes próximo volveré a las aulas desencantadas para representar un guión diferente al de traficante de méritos y productor de décimas y centésimas. Se pueden generar fragmentos de sentido diferentes en ese océano de vacío espectral. Se trata de resistir, de no convertirte en un canalla revestido por el mito de la  calidad, que es la estrella del catálogo de esa factoría de méritos absurda. Para sobrevivir sin renunciar es preciso sobreponerse a la percepción negativa que muchos de los subjetivados aspirantes al éxito profesional, puedan tener de ti.

La última huelga pregunté al grupo qué iban a hacer, cuál era su decisión. Nadie respondió. El silencio anticipó su fuga masiva ese día, congruente con el sinsentido derivado de la reestructuración gerencial. El cálculo de los estudiantes, devenidos en una versión de nuevos “homo prudens”,  fue librarse de un día de la maquinaria reglamentada de los méritos eternos. Recuperar un tiempo liberado de esta opresiva realidad de hacer cosas desprovistas de lógica,  que no identifican como actividades que contribuyan a su propia formación.

Así se ensayan los nuevos sometimientos en las instituciones educativas remodeladas, convertidas en la última versión de la jaula de hierro weberiana, que ahora permite abrir sus barrotes las noches de los jueves, para huir a otro mundo desde el que se regresa los lunes. Ese es el día en el que se practica la última versión de la hierocracia, compatible con las maquinarias globales de producción y consumo. En las aulas desencantadas. He dicho.