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Presentación
PRESENTACIÓN Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
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Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog. |
viernes, 30 de enero de 2015
LOS SUPUESTOS Y SENTIDOS DE LA (SAGRADA) INSTITUCIÓN DE LA EVALUACIÓN
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martes, 27 de enero de 2015
LA SOCIEDAD SUMERGIDA DE LOS BECARIOS
En los últimos treinta años se han producido múltiples transformaciones que han reconvertido el estatuto social del becario. Con anterioridad, se trataba de una condición sujeta a una temporalidad restringida, dotada de una salida relativamente segura en el mercado laboral. Para muchos, los sacrificios en esos pocos años de becario, tenían como recompensa un final privilegiado. Pero en los últimos años, el advenimiento del postfordismo y el capitalismo cognitivo ha modificado profundamente la condición social del becario. En tanto que se prolonga sin fin la permanencia en esta condición precaria, la salida se hace más difícil de vislumbrar. Así se configura un colectivo social estancado, que es aparcado en las periferias de la trama de instituciones que conforman el nuevo sistema productivo, en el que reina la producción inmaterial.
El ciclo de vida de un becario es rotar por aquellas posiciones que ofrecen una beca, siempre movilizados para buscar el siguiente destino. Así, la vida es un devenir de sucesivos destinos eventuales, desde los que se retorna al hogar familiar, en espera del siguiente tránsito. El crecimiento del número de becarios ha conformado un verdadero sector productivo, en tanto que se acumulan en las distintas ciudades que conforman el mapa del becariado. Me gusta denominar a las instituciones del complejo formación / investigación como las “granjas cognitivas”, donde llegan los becarios para desempeñar sus funciones temporales, tras las cuales siguen su eterna rotación.
Pero no me interesa tanto discutir aquí acerca de la significación académica o económica de los becarios, sino plantear el malestar inevitable asociado a esa posición social. Los becarios son portadores de un exceso de talento que el sistema es incapaz de utilizar convirtiéndolo en valor económico. El resultado es la configuración de un sector social en espera bloqueada, subestimado y utilizado como factor en la producción inmaterial. Pero, mientras que muchos becarios agotan su vida en la búsqueda de una salida, mediante la asunción de la totalidad de los guiones que tienen asignados, además del cálculo de probabilidades en espera de un milagro que los redima, otros comienzan a ser conscientes de su situación, leyendo la sociedad vigente desde su posición.
En tanto que los becarios permanecen sometidos a la movilidad permanente en sus laberintos, al mismo tiempo que estancados laboralmente, son seres vivientes que desarrollan praxis de vivir inéditas en los largos años de su peregrinaje. Así, se han configurado como un grupo social extraño, que es invisible a los ojos de la sociedad oficial, en tanto que son percibidos mediante su antigua condición. Desde su perspectiva, sus inteligencias están constituyendo una mirada inédita sobre la sociedad. Esta no se encuentra articulada en términos de reivindicaciones o programas políticos. De este modo los portadores del exceso de talento son subestimados. Me gusta llamarlos como “generación Tiqqun”, en tanto que pienso que este grupo ha producido un imaginario inédito, en el que se puede reconocer a los críticos de esta generación y sus sensibilidades.
La expansión de los becarios se intersecciona con otros procesos urbanos como la gentrificación. De este modo, se concentran en los barrios en declive, coexistiendo con otros segmentos de población perdedores como ellos en la gran reestructuración neoliberal. Me esfuerzo por buscar indicios de los portavoces de las praxis vitales y las culturas de los becarios, que viven junto a los colectivos de la misma generación precarizados, o inscritos en economías informales o ilegales. Juntos conforman una sociedad invisible, sumergida, dotada de una vitalidad y una sociabilidad no comprendida, que es relegada por las instituciones del crecimiento, que los entiende como participantes de categorías productivas, ignorando así sus vidas. Los becarios viven en los subsuelos de esas sociedades, compartiendo con otras poblaciones los estigmas derivados de su marginación.
Una alumna me ha enviado a este blog una referencia magnífica. Se trata de un magazine donde distintos miembros de ese mundo oculto comunican sus visiones y muestran sin pudor sus potencialidades. Me ha fascinado su mirada y me ha confirmado la hipótesis del exceso de inteligencia. Se trata de Harlan Magazine, un lugar fantástico donde concurren inteligencias y sensibilidades insólitas para una persona como yo. Gracias Ana. En particular, un texto que firma “el becario desconocido”, ¿Qué fue antes la ciudad o el ciudadano? He buceado por los textos de este autor en el magazine y me ha aportado mucho. Desde el subsuelo de la sociedad explota la inteligencia no convertida en valor mercantil. Este es el problema fundamental de la crisis de este sistema, que hoy es invisible desde los paradigmas imperantes. Reproduzco el texto íntegro por el valor que le atribuyo.
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¿Qué fue antes, la ciudad o el ciudadano?
enero 26, 2015 • de Becario desconocido • en El becario desconocido, Opinión. •
“Hermanas que todavía viven juntas a los 40. Hermanas que seguirán viviendo juntas a los 80” Hidrogenesse: Dos tontos muy tontos
Esta semana estoy trabajando en la capital del Estado. En la calle, las luces y los colores son como una droga que me paraliza cada vez que pienso en mudarme aquí. Existe el barrio de los Erasmus, el de los viejos y las peluquerías, los pequeños nicolases tienen su zona aparte y el resto ha sido ocupado por turistas del interior. Siguiendo esta tendencia a dividir la ciudad de forma eficiente, por el que a cada esquina le corresponde una función, propongo buscar un barrio donde fundar un pequeño paraíso para los becarios.
Sueño con un lugar donde los bares dejen de servir café para vender una experiencia. En cada esquina crearíamos grandes contenedores culturales donde colgar cámaras de seguridad. Los Stradivarius serían los únicos con licencia para volcar su música en las calles. Imagino tiendas de ropa usada e importada de Estados Unidos, donde también recojan nuestras donaciones para mandarlas a otros lugares pobres. Convertiríamos los cines en yoga centers con escaparates rebosantes de guapos y guapas quemando gin tonics en horario de oficina, mientras los niños viven en otro barrio lleno de colegios y de residencias para ancianos. Las avenidas desaparecerían bajo las terrazas especializadas en nachos, cerveza y bocadillos. Los supermercados producirían su propio aceite de marihuana ecológico. Sueño con una nueva raza de consumidores de productos orgánicos que a la vez sean sus productores y publicistas.
“Como vecino mi problema es esquivar las mierdas de perro, las meadas, los vómitos y las latas de cerveza del botellón de la noche anterior, intentar conseguir dormir mientras debajo de mi ventana están gritando a las cuatro de la madrugada o que los camellos de la esquina no vuelvan a pelearse una vez más”, dice Joaquín García Martín, galerista de arte del barrio de Lavapiés, siendo interrogado para este artículo. “El hecho de que haya gente que sea capaz de poner en marcha algo en lo que creen para mí es un milagro y un regalo”.
La gentrificación es la solución a tus problemas, querido vecino de clase media. Hay que comprar barato y vender caro. Descubramos una zona llena de mercerías y charcuterías, un sitio pobre que reconvertir en nuestro paraíso. Solo necesitabas un grupo social fuerte para sustituir a una población conflictiva. Los becarios estamos dispuestos a responder a la llamada.
Sabemos que la división de las ciudades en compartimentos cerrados solo tiene ventajas, no solo de racionalización económica. Quién necesita una ciudad mediterránea, compacta, diversa y multifuncional; yo quiero ser absorbido por un modelo urbanístico disperso, zonificado, dependiente del vehículo privado, expandido en el territorio, y mucho más consumidor de recursos. Crear barrios temáticos nos defiende a todos de la afrenta que supone la pobreza y otros problemas sociales, con los que ya no habría que compartir un vinculo territorial, con los que no tendríamos que vernos las caras. Aceptemos que esto de la globalización cada vez tiene más forma de red nodal, que estamos unidos en la exclusión. Hemos conseguido que nadie se pregunte dónde está la banda del pegamento, los yonquis y las prostitutas hasta que salen por la tele.
¿Qué fue antes, la ciudad o el ciudadano? Sea cual sea la respuesta, desengañémonos del todo. Los becarios no somos una clase social fuerte como fueron los gentrys ingleses. Observemos mi propio caso. No soy bohemio, no gano dinero, no soy de este siglo ni del anterior. A pesar de no ser capaz de definirme mis pagas cotizan a la seguridad social. No soy vecino de nadie en Madrid, pero me considero un ciudadano en periodo de prácticas y me siento discriminado.
Nuestro Estado no puede desconocer la realidad de marginación y exclusión social en la que vivimos millones de becarios. Todo el mundo tiene su barrio menos nosotros. Es absolutamente necesario la puesta en marcha de programas para la consecución de viviendas de integración social por parte de las distintas administraciones, como una de las medidas más eficaces para luchar contra la exclusión y cumplir con los justos derechos de los ciudadanos.
Estamos hartos. Convocaré a las abuelas a manifestarse en las esquinas de cada calle. Juntos recuperaremos nuestra ciudad. Sin partidos. Pásalo.
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Un texto luminoso, lleno de talento y de imágenes extrañas a un profesor como yo, cuya trayectoria se articula en trienios, quinquenios y sexenios, unidades desprovistas de vida, siempre en relación con tratantes de decimales. Tengo la esperanza de ver algo de esos bares y ese mundo con los que sueña el becario desconocido. Mi reconocimiento a esta mirada desde un mundo sumergido. Me encantaría contarte mis sueños, pues todavía no he perdido la capacidad de soñar.
domingo, 25 de enero de 2015
EL DECLIVE DEL PSOE Y EL PP (EL POBRE PEDRO)
El psoe se encuentra en una encrucijada fatal. El capitalismo global y postfordista reconvierte su base social tradicional, compuesta por trabajadores manuales y de cuello blanco, encuadrados en los sindicatos, que desempeñan un relevante papel en las instituciones reguladoras del capitalismo fordista. La reestructuración neoliberal en curso transforma los contingentes de trabajadores industriales en una nueva masa laboral heterogénea, precarizada, y siempre sujeta al régimen de movilidades múltiples. Así se disuelve el suelo o el locus sobre el que se desarrollan los conflictos determinados por los equilibrios de los intereses compartidos. Las nuevas instituciones reguladoras derivadas de la nueva empresa, representan la corrosión de los tejidos sociales que han sido el soporte de la socialdemocracia durante un siglo.
La paradoja es que la misma socialdemocracia contribuye decisivamente a este proceso, impulsado desde las instituciones del sistema-mundo y sus centros europeos. En esta trama de las instituciones de gobierno, agencias múltiples, entidades financieras, empresas globales, grupos mediáticos y organizaciones de producción del saber adecuadas a la nueva gobernabilidad, se funde con las nuevas derechas de distintas formas. Así queda atrapada fatalmente, pues representa una alternativa de gobierno débil en la tarea de impulsar con energía el proceso global, en tanto que sus políticas actúan perjudicando a las bases tradicionales en las que se sustenta, así como a su identidad simbólica. La ilusión de la redistribución, poco factible en el vigente proyecto neoliberal, sólo puede mantenerla en sus retóricas electorales. De ahí sus vacilaciones, que le sitúan como un factor de incongruencia con el modelo actual, tal y como se evidencia en los escasos estados europeos donde gobierna. Sus recetas, sintetizadas en la nostalgia del estado de bienestar, en el que desempeñaba un papel fundamental, se simultanean con su adhesión al conjunto de instituciones emergentes, que operan en sentido contrario.
Así se explica la disociación entre los políticos y técnicos socialdemócratas que se desempeñan en instituciones globales, en las que asumen los preceptos y las lógicas de las mismas, y aquellos ubicados en las atormentadas posiciones estatales, en las que la defensa del paquete socialdemócrata convencional es imposible. Tanto en Europa o España, los socialistas participan de las ideologías que refundan el sector público sobre las filosofías y los métodos neoliberales, defendiendo simultáneamente una parte de las políticas sociales del tiempo anterior, tales como las subvenciones a las distintas víctimas de la reestructuración. En el nuevo contexto, no es posible seguir ejerciendo el papel de distribuidores de pagas.
En este escenario, el partido socialista experimenta un proceso de reestructuración fatal, en el que los cuadros más preparados son desplazados a las instituciones globales, abriéndose el camino los contingentes de dirigentes locales que entienden la política como el arte de ganar unas elecciones. El ocaso de Juan Fernando López Aguilar, Ramón Jaúregui y otros, ilustra la decadencia de la inteligencia. Son sustituidos por personas con inteligencias prácticas asociadas a la astucia y al don de aprovechar las oportunidades. Los ayuntamientos, las diputaciones, los parlamentos autonómicos y los de nivel estatal registran la afluencia de estos personajes, cuyas competencias se agotan en adular a lo que denominan como “ciudadanos y ciudadanas”, concentrarse en la siguiente jugada, cuyo sentido único es ganar la elección próxima, y, por consiguiente, privilegiar su presencia mediática, adaptándose a sus juegos de apariencias.
Este es el escenario en el que prolifera el frikismo, en tanto que es coherente con el conjunto de la clase dirigente española, cuyo código es hacer negocios, que siempre se resuelven en jugadas rápidas, en detrimento de empresas u organizaciones sostenidas, que requieren la combinación de la inteligencia, el saber y la cooperación. Las comparecencias mediáticas de los nuevos socialistas frikis, constituyen una verdadera antología del disparate. Una persona del equipo de Pedro, advertía en una tertulia a los demás participantes que “no lo conocían, y que cuando lo conocieran quedarían asombrados por sus facultades”. Los distintos representantes socialistas siempre hacen patente su orientación al pasado y la ausencia de proyecto de futuro. En la fusión con los portavoces del pensamiento único pierden su identidad y adquieren un aspecto fantasmal.
En un contexto así, han proliferado propuestas que se basan en el trasplante de injertos democráticos. Entre las propuestas crecientes de trasplantes destacan las elecciones primarias y las listas abiertas. Pero las distintas experiencias evidencian los límites de los injertos en un sistema en grave descomposición. El caso de las elecciones primarias, adquiere caracteres verdaderamente patéticos. El antecedente de Borrell fue ilustrativo. La victoria de Zapatero inició la descomposición. Ahora, Pedro, representado como una imagen que iba a conducir al pueblo, afectado por lo que aquí he denominado como “el espíritu de la sede”, a su esplendoroso pasado, acompañado por los carnavales de imágenes y eslóganes que conforman las campañas electorales. Pocos meses después ese ídolo artificial y efímero es el objeto de conspiraciones cruzadas que lo deterioran en los medios de comunicación. Una legión de pícaros, oportunistas, malabaristas, transformistas y otras especies que proliferan en las decadencias lo deterioran sin piedad.
Las elecciones primarias sólo son factibles en un medio vivo, articulado en torno a un proyecto y una idea de futuro. En el caso de no cumplirse este requisito, devienen inevitablemente un factor que agudiza la descomposición. Sin ánimo de entrar a fondo, las primarias son, en general, una explosiva mezcla de tragedia y comedia en medios organizativos en declive, en los que uno de sus indicadores es precisamente la incapacidad de renovar sus saberes y los recursos cognitivos. El caso de Tania Sánchez es paradigmático. También el de Alberto Garzón, al que se tiene que encontrar un sparring inerme que permita fingir la competencia. El episodio de la señora Susana Díaz es aún más grotesco. Ganó las primarias mediante firmas de militantes, eludiendo la competición, en la que parece imprescindible una campaña y el voto secreto. Me imagino en una sede a un “compañero” que es requerido a firmar en su favor por un grupo de leales. Los espectáculos de las primarias son primorosos. No puedo evitar imaginar, generando un sentimiento de compasión hacia él, a quien se enfrente con Rosa Díez en UPyD.
La tragedia de Pedro ilustra acerca de la decadencia de las organizaciones y de sus ciclos fatales. El declive afecta al conocimiento, al sistema de relaciones, a las interacciones con el entorno y a los estados psicológicos colectivos. En el estado de deterioro resultante es imposible conservar las inteligencias. Los miembros más preparados y reflexivos incrementan sus silencios, al tiempo que los sentimientos defensivos de la identidad se extienden por las sedes. Este es el medio en el que proliferan los frikismos y se minimiza la inteligencia. Los militantes devienen en hinchas futboleros que niegan la crisis en espera de un gol milagroso que los redima. Así, cuando el dirigente ganador de las primarias, no realiza el milagro, es devorado por los militantes, para erigir un nuevo ídola que los conduzca a la tierra prometida.
En la pavorosa ausencia de reflexión el vacío se adueña de todas las actividades del partido. La simulación mediática es la única salida que compensa el malestar difuso y los temores. Así, es coherente que Pedro haya desplazado su presencia en los medios mediante su transformación en deportista de riesgo o visitante de los reality show. En ausencia de un proyecto sólido, con unas cartas de navegación obsoletas, sometido a la temporalidad inmediata del escrutinio de las encuestas, bajo las expectativas mágicas de los congregados en las sedes y sus periodistas de guardia, Pedro es cuestionado por los aspirantes a marcar el gol redentor.
En el tiempo presente su proyecto se reduce a obedecer las directrices emanadas de los nuevos expertos globales en gobernabilidad, que acotan el campo de lo posible. Este es el piloto automático de los programas de la vieja socialdemocracia, agotada inexorablemente, amenazada por la premonición griega. En estas coordenadas, no sólo se encuentra afectada su capacidad para proponer y gobernar, sino también su competencia para ser oposición. El psoe como oposición, alcanza el grado cero de la eficacia. Cuando es desalojado del poder queda en un estado inerte. Ante la despiadada demolición de la constelación del estado de bienestar ejecutada por las nuevas derechas, sólo es capaz de responder apelando a las prestaciones. Así desvela su acción de gobierno en las últimas décadas, que se agota en las transacciones materiales con distintos colectivos sociales. No entiende lo público desde otra perspectiva que el gasto. Así se explica su incapacidad para defenderlo, que es el principio de su inevitable postergación.
No, la sanidad pública, la educación, los servicios sociales y los derechos laborales representan realidades cuyas dimensiones se ubican más allá de lo estrictamente monetario. No se pueden defender desde el espíritu de las reformas neoliberales, dotadas de un sistema de supuestos y sentidos asimétricos con los de su fundación. Este es el indicador de la decadencia de la socialdemocracia, vaciada de su propia sustancia en un nuevo contexto histórico. Estas son las coordenadas en las que se puede hacer inteligible el drama del pobre Pedro, que antecede al siguiente que le releve en la tarea de marcar el gol definitivo.
La transformación de la vieja organización en una entidad futbolística, cuya cohesión se funda en las emociones y en la que el azar desempeña un papel decisivo, me anima a proponer que no se desanimen y esperen el milagro. Pueden gritar al unísono en las sedes y en los actos partidarios el “sí se puede”. No me cabe duda que les reconfortará en su espera. Pero no olviden que ese eslógan tiene sentido en los tiempos de cuartos crecientes, pero no en los de los cuartos menguantes.
domingo, 18 de enero de 2015
PODEMOS Y LA PARÁBOLA DE LAS CROQUETAS
Me he decidido a subir algunos a Tránsitos Intrusos. La mayor parte de ellos son muy ácidos y manejan el humor, que es la única forma posible de hacer críticas en una sociedad como la española de todas las épocas, en las que sólo mutan las formas de censura y limitación de las expresiones impertinentes para los poderes. Estos artículos fueron posibles en los años anteriores a la victoria del psoe en 1982. En este tiempo el juego político era a cuatro actores, lo que proporcionaba posibilidades de decir a muchas personas y medios. Después del 82 se instituyó un juego a dos que fue terminando con la pluralidad de voces inclasificables de los primeros años. El sistema político terminó por recomponer el sistema mediático sometiéndolo a sus intereses. El juego a dos ha devenido en una uniformidad constrictora de la inteligencia.
La llegada de internet y el acontecimiento del 15 M han modificado la situación. Ahora hay más posibilidades de decir. Desde hace dos años aparecen nuevos actores que turban a los acomodados a los juegos a dos (uno). Estos son los que mutuamente se llaman de don. Así, dones, donas, doñitos y doñitas conforman un paisaje uniforme y monótono sobre el que emergen ahora personas inéditas, portadoras de ideas, lenguajes y estéticas que no alcanzan la consideración del don, a los ojos de tan ilustres élites. Los perroflautas de las plazas aparecen en las televisiones y se esperan en los parlamentos.
Presento un artículo publicado en el Diario Montañés el 28 de diciembre de 1978 . Forma parte de una serie de textos punzantes inspirados en los textos de Voltaire. Es de tal actualidad que, si tuviera una conversación ahora con gente de Podemos, expondría ideas tales como las que aparecen en este texto en formato de los juegos de palabras de Groucho Marx. Es la parábola de las croquetas, que explica la intuición de los creadores del actual sistema electoral para prevenir contingencias que hagan aterrizar en las instituciones a gentes extrañas que se encuentren por debajo de la línea del don, que es la que se consensuó en el origen. Esta parábola ilustra la fuerza de la persistencia y la continuidad en la sociedad española. El texto tiene ya casi treinta y cinco años.
Si alguien quiere preguntar o comentar, aquí estoy tantos años después, tras sobrevivir a la versión española del fin de la historia.
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DE LAS MAYORÍAS, LAS MINORÍAS Y LAS CROQUETAS
Lo de las mayorías y minorías es el asunto más controvertido y problemático de la democracia. Para la derecha, la mayoría es una cifra electoral, el cincuenta y pico de votos que suelen sacar, y si no ocurre así, pues ¡pobre mayoría, porque se acabó eso de la mayoría y la minoría¡ Para la izquierda, la mayoría es un concepto social definido por unos intereses. Es algo así como un bloque social formado por distintas clases y fracciones cuyo interés común es defendido y representado por la izquierda…objetivamente, puesto que subjetivamente muchos de estos votan a la derecha, es decir, que los tíos ambiciosos no se conforman con ser mayoría en lo de los intereses sociales, sino que además, quieren ser mayoría en lo electoral. La izquierda explica este problema como un sector de “conciencia atrasada”, pero lo que no explica es porqué desde hace casi un siglo en Europa, es una constante la existencia de este sector atrasado.
Por esta razón, partiendo de esa ambigüedad y multivalencia de ambos conceptos, me propongo hacer un análisis marxista de la mayoría y la minoría, pero no marxista de Carlos, cuyo pensamiento carece de una teoría política formulada en términos rigurosos y de forma sistemática, sino de Groucho, que, aunque no se ocupó directamente de la política, entendía cantidad de esta. Presten atención, pues el asunto es complicado.
La situación de partida es la siguiente: La inmensa mayoría de poder la detenta una minoría que consigue una mayoría de votos. Frente a esta, existe una minoría de poder detentado por la inmensa mayoría de la sociedad que consigue una minoría de votos ¿Cómo es posible este lío? Pues porque dentro de la mayoría de la sociedad hay una minoría que se agrega a la minoría de la sociedad electoralmente, dando así como resultado que esa minoría de la sociedad es mayoría electoralmente. ¿Qué tendrán que hacer pues los que son mayoría social y minoría electoral para convertirse en mayoría electoral? Pues analizar porqué una parte de los suyos votan con los otros, y qué sucedería si esto cambiase y así la mayoría social fuese mayoría electoral ¿Conseguirían entonces la mayoría del poder? Esa pregunta sólo podría responderse viendo sobre el terreno la reacción de la minoría social cuando se quede en minoría electoral y de la mayoría social convertida en mayoría electoral.
Y todo esto explica por qué en Europa pasa lo que pasa, no pasa lo que no pasa, y también porqué pasan tantos. Pero el análisis anterior sólo sirve para aquellos quienes acepten que hay una mayoría y una minoría, y de que esto se puede contar y delimitar. Así, para ellos, la sociedad sería una masa de bechamel listo para convertirse en croquetas, cuyas unidades tendrían el tamaño según la voluntad del cocinero que las moldea con sus propias manos. Pero para quien no guste de las croquetas o sea marxista de Groucho, pues todo lo anterior estará muy claro y será algo más que un mero juego de palabras.
Diario Montañés, 28 de diciembre de 1979
Juan Irigoyen
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jueves, 15 de enero de 2015
MEMORIAS DE LA EXTRAVAGANCIA: EN LAS UNIDADES DOCENTES DE MEDICINA FAMILIAR
Las unidades docentes son lugares en los que se produce, conserva y administra el conocimiento teórico-práctico que constituye el ejercicio profesional. Estas son muy cerradas, adquiriendo una impronta que los asemeja a los viejos monasterios, en donde una categoría de maestros conduce a los aprendices hacia la profesionalidad. En estas condiciones los contenidos son codificados en manuales, que sintetizan los saberes que se administran, adquiriendo inevitablemente una naturaleza similar a las sagradas escrituras. Estos son los fundamentos de los docentes y tutores, siempre en espera de la siguiente versión avalada por la autoridad profesional. Me encanta contemplar los procesos de reproducción del saber en los que se trata de preservar la lectura ortodoxa de la práctica profesional frente a otras influencias impuras. En este campo, como en todos, mi posición siempre es exterior a los códigos de los manuales.
He tenido el privilegio de trabajar para múltiples proyectos sanitarios pero, aún a pesar de mi posicionamiento a favor de la atención primaria, las unidades docentes eran un territorio profesional inaccesible y cargado de misterio. Llegué a trabajar para proyectos extraños para mí, como la vigorosa reconversión de las urgencias por parte de los intensivistas. Colaboré en los cursos de formación en Santander y me ofrecieron hacerlo en Valencia. Lo rechacé en tanto que estoy firmemente convencido de que la asistencia sanitaria es una cuestión que depende más de la infantería que de los comandos especiales, entendiendo este proyecto como una intervención desde el aire, con sus helicópteros y tecnologías de choque. Pero, con el paso del tiempo me percaté de que las unidades docentes eran inaccesibles también para otros profesionales. El fundamento de la gran muralla de las unidades docentes, radica en la misma naturaleza de la medicina de familia como especialidad médica, en la que los novicios tienen que rotar por el bazar de las especialidades, siendo partícipes de sus seductores escaparates, para adiestrarse en las maravillas diagnósticas y terapéuticas de cada una, en un viaje que les separa de su medio y de los sentidos de su rol profesional tan específico.
La reforma de la atención primaria de los años ochenta instauró un modelo que significaba la articulación de cuatro elementos: la salud colectiva, la planificación, el equipo y la participación. Su implementación significó una drástica reestructuración de los tres primeros, en interacción con la situación existente, para adaptarlos al modelo médico hegemónico. Así, la participación, quedó escindida del conjunto, desamparada al quedar en el exterior de la lógica de la novísima organización. De este modo, se constituyó como un problema exterior a la producción de los servicios asistenciales de los centros de salud. Esta es la razón por la que deviene, desde los primeros años, en un campo profesional bloqueado, en tanto que en las condiciones vigentes no puede integrarse en el conjunto. Así se configura un problema permanente que suscita la atención de una pequeña parte de los profesionales.
Durante muchos años he trabajado en este extraño campo. Mi experiencia es muy amplia. Estudié el tema desde mi perspectiva sociológica y terminé elaborando un producto de autor, ubicado en el exterior de las sagradas escrituras de los manuales. He impartido cursos en numerosos lugares, por los que han transitado directivos curiosos, médicos militantes, profesionales de las disciplinas comunitarias, gentes decepcionadas que participaron en la refundación originaria de la atención primaria, personas escépticas, buscadores de nichos profesionales, así como otros con distintas motivaciones. También he participado en múltiples jornadas y congresos relacionados con este tema.
Así llegué a traspasar la muralla de las unidades docentes, con un tema que ilustra el concepto de extravagancia. En la década de los noventa me llamaron de la unidad docente de Huelva para impartir un curso reglado en la formación de los mir. Los dos médicos responsables de la docencia tenían una posición muy convencional y rigurosa con respecto a la cuestión de la participación en términos del modelo original de los años setenta. También conocían mi posición personal acerca del tema. El primer curso se organizó en un centro de salud, el Molino de La Vega. Participaba la mayor parte del equipo, varios residentes y algunas personas interesadas, tanto trabajadores sociales como técnicos de la delegación de salud.
En estos cursos coexistían dos posiciones. Una era la de aquellos profesionales partidarios de la participación, que esperaban de mí que actuase como un héroe libertador, que removiese el obstáculo de la disipación de la misma en las políticas sanitarias, ignorando lo que ellos entendían como “el mandato de Alma Ata”. Junto a ellos, se posicionaba una mayoría de profesionales que no sólo eran escépticos, sino que entendían la participación como un juego extraño que erosionaba su preponderancia en este campo profesional, así como una cuestión estrictamente política. Pero no sólo los participantes se encontraban polarizados, sino que, además, sus posiciones no se expresaban claramente. Las sesiones se transformaban en monumentos semiológicos en los que se manifestaban múltiples y diversas señales implícitas, que era preciso interpretar, manteniendo su estado de reserva. La verdad es que no sólo aprendí en estos cursos, sino que mis competencias de conductor de grupos en estado de conflictos subterráneos, alcanzó límites insospechados.
Hice tres cursos con equipos completos de salud. El mejor fue el del Torrejón, dadas las características de la zona y del equipo, que era magnífico. Pero una vez que se terminaron los centros de salud interesados, así como los voluntarios externos, los cursos se desplazaron al hospital donde los alumnos eran sólo los residentes. Eran los años finales de la década de los noventa, en los que se hacía perceptible la congelación de la reforma sanitaria y las limitaciones del mercado profesional. En estas condiciones, el grupo de mir acrecentó su posición de distanciamiento de lo que entendía, en el mejor de los casos, como un excedente, y, en el peor, como una imposición política exterior.
Llegué a añorar a los primeros participantes alumnos voluntarios, aún a pesar de que muchos terminaban defraudados con mi intervención. Las interpretaciones acerca de mi posición oscilaban entre aquellos que me ubicaban en el campo de la herejía, en tanto que portadora de una versión diferente, y los que me categorizaban sencillamente como renegado, que se asociaba al estereotipo de traición. En el curso se presentaba la participación como un sistema de relaciones entre el equipo y el entorno, tratando de establecer un vínculo entre las mismas y las finalidades del trabajo. Así quedaba dotada de cierto sentido, proporcionando la posibilidad de abrir varias líneas factibles que podían mejorar los procesos y resultados del centro. Este enfoque resultó atractivo para algunas personas en distintos cursos que impartí. Pero los residentes no se sentían atraídos por este enfoque y su posición inicial era de rechazo. Era obligatorio romper con los prejuicios iniciales, cuestión no siempre sencilla.
Tuve que manejarme en situaciones límite que tanto me estimulan. Recuerdo la primera edición. El horario era de una de la tarde a dos y media. Tras la comida lo retomábamos a las tres y media hasta las seis y media. Ese era el ciclo que se sucedía tres días. El primer curso, en la sesión inicial presenté a los residentes la actividad y traté de compartir algún objetivo en un ambiente gélido de no respuesta. A las dos y media fui a comer al comedor del hospital. Nadie se me acercó. Tres mesas más allá se encontraba el nutrido grupo de los residentes. Nadie me hizo ningún gesto de aproximación. De repente, el camarero me preguntó que si era del hospital. Cuando le respondí que no, me conminó a irme al comedor de usuarios. Me encantó levantarme y salir ante la mirada de los mir. En las siguientes sesiones pude establecer unas relaciones aceptables que se reforzaban en comidas compartidas.
En otra edición aparecieron el primer día con batas y fonendos. También se superó el conflicto latente. Mi experiencia en la unidad docente fue sobreponerme a la situación de hacerme el vacío. Pero para mí esta cuestión no es nueva. Admiro a los héroes de las pelis norteamericanas de detectives o abogados del norte que viajan a Alabama a investigar algún caso que hace patente la ley del silencio de la sociedad local. Una de las dimensiones es el vacío. Soy un experto en gestionar los múltiples vacíos que he experimentado en mi vida.
La enfermedad de Carmen, la rutinización de los cursos, los cambios en el perfil de los participantes, cada vez más alejados de este tema, así como mi propia evolución personal, me hicieron tomar la decisión de concluir los cursos de participación. Agradezco a los responsables de la unidad docente su invitación, pues fue una experiencia positiva. En mi memoria ha quedado la ciudad, la cual pude explorar por la disponibilidad de los horarios. Entre mis recuerdos queda un bar fantástico, que sirve un choco insuperable. El choco y la participación hicieron una buena pareja.
En los últimos treinta años se han producido cambios sociales de gran profundidad. Estos han modificado la participación radicalmente. Ahora forma parte del repertorio de los poderes; es radicalmente individual; se simultanea en varios mundos superpuestos; registra la crisis de la representación y la gran aspiración de autonomía y autogestión. Sin embargo, en el ámbito de la asistencia sanitaria la participación se encuentra en un estado de definición congelado. Sigue siendo un espectro que integra distintos conceptos, prácticas, métodos y definiciones.
A veces me acuerdo de algunos residentes que pasaron por esos cursos y me pregunto sobre su situación. Años después, en el 2011, la SAMFyC me invitó a unas jornadas para tutores de MF. Impartí la conferencia inaugural de las jornadas, en las que se concentraban las misteriosas unidades docentes. El contenido de la conferencia era la participación. La verdad es que los encontré muy mayores y se lo dije públicamente. Los percibí como un grupo cuya energía se agotaba en la administración y conservación de sus intereses presentes, ya entonces amenazados por los recortes, materializados mediante el estilo andaluz que puede denominarse como “puño de hierro y guante de seda”.
Hablé del mundo nuevo que abre internet y que ha modificado todo. Pero en algunas conversaciones personales posteriores confirmé que, muchos de ellos no habían percibido bien sus efectos. Unos me dijeron que ya tienen una buena página web. Así ilustraban que entendían el mundo como prolongación de la consulta. Pero resulta que el paciente de la consulta y eventual visitante de la web profesional es un navegante con acceso a múltiples informaciones. Cuando les pregunté cómo entienden su presencia en internet, alguno me dijo que estaban mayores para eso. Es el precio de contemplar el mundo desde las instituciones blindadas.
He tenido y tengo relación con MF pero lo de las unidades docentes es especial. Por eso cuento mi experiencia de viajero curioso tras la línea de fortificaciones que conforman como un muro, tras el cual vive y se reproduce su mundo peculiar, que lee su entorno selectivamente, acentuando su descentramiento. Pero este es un problema común compartido por múltiples organizaciones.
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