NúmerosRojos es una revista nacida hace un par de años, en el contexto de la
intensificación de la reestructuración neoliberal y la aparición de la señal
del 15 M. Es una revista de izquierdas, pero el grupo que la impulsa representa una generación nueva, lo que se
hace patente en sus páginas. Tanto en los contenidos como en los enfoques se
hace manifiesto el mínimo de heterogeneidad imprescindible para estar en la
sociedad actual y su sistema de comunicaciones. Además de la distinción entre
varias voces, el diseño de la comunicación visual la hace muy atractiva,
mostrando la creatividad y profesionalidad de su equipo. Para una persona de mi
edad el recuerdo de Ajoblanco es inevitable. Todavía tengo muchos viejos
números apilados en mi casa, en un montón contiguo con los ejemplares de
Números Rojos.
Desde mis
coordenadas mentales me parece un símbolo de la incapacidad del sistema
mediático de integrar discursos ajenos a los intereses económicos dominantes, así como de innovar. Así se generan
excedentes de talento que se ubican en las periferias políticas y comunicativas
de tan atrofiado y uniforme sistema. En
los últimos años aparecen distintos proyectos editoriales que representan la
ebullición de la inteligencia y del disentimiento en los márgenes y los
subsuelos. La sobriedad y mediocridad de los medios oficiales, contrasta con la
explosión de nuevas definiciones de los problemas, la emergencia de la vida y la
incorporación de voces múltiples silenciadas. Números Rojos es una señal, una
excelente señal de que una nueva generación está ahí, mostrando sus
potencialidades y con vocación de hacer historia.
El año
pasado me invitaron a participar en la revista. Es lo mejor que me ha ocurrido
desde que puse en marcha este blog. El texto que escribí se publicó en el
número 7, julio-septiembre de 2013. Su título “Regreso al futuro”, expresa la
idea de la urgencia por terminar con la idea de la vuelta al pasado de
bienestar de los años anteriores, que preside todos los discursos de todas las oposiciones.
Es preciso orientarse al futuro mediante la creación de un escenario diferente
al presente neoliberal y sus alternativas históricas resultantes del fin del
ciclo de utopías industriales.
Cuando ha
transcurrido más de un año desde la publicación de este texto, me pregunto
sobre su adecuación al nuevo contexto, en el que resaltan la moderada recesión
de los movimientos sociales fragmentados y la emergencia política de Podemos.
Esta situación me ha hecho repensar la situación y el proceso de los últimos
años. Por esta razón lo subo al blog. También porque el futuro no está escrito en ningún sitio.
REGRESO AL FUTURO
Existe un
consenso generalizado en la significación de la situación actual como una
crisis. Esta definición implica resaltar su temporalidad. Se presupone que una
crisis comienza, se desarrolla y concluye. Uno de los rasgos de la misma es el
cese de múltiples actividades productivas, de modo que se incrementa el
desempleo de forma explosiva. La definición de la crisis viene acompañada de
una interpretación “sacrificial”. Se sobreentiende que las personas
desempleadas representan el precio necesario e inevitable de tal crisis. De
ambas premisas, se concluye que lo importante es encontrar la senda o el camino
que conduce de nuevo al crecimiento, y, por consiguiente, a la creación de
empleo, reduciendo así el contingente de personas desempleadas.
Esta
concepción de la crisis, definida como un evento aislado de cualquier proceso
histórico, manifiesta su fragilidad. El desempleo creciente, en el ciclo que
comienza en la transición política y llega hasta el presente, resulta
principalmente de la crisis industrial, que desde los años setenta determina la
cancelación de muchas de las actividades industriales nacidas en el crecimiento
e industrialización de los años sesenta. En los últimos treinta años, no ha
cesado la acumulativa desaparición de actividades productivas industriales, con
la estela de una nube de negocios de ocasión,
de escasa consistencia, muy representativos del capitalismo español.
La
intensificación de la pérdida de empleo por la crisis de la industria, ha sido
contrarrestada por la expansión de la construcción de viviendas e
infraestructuras, que se conforma como el factor de producción de empleo más
considerable. La súbita explosión de la burbuja inmobiliaria hace cinco años,
implica el desplome del empleo, que termina por arrastrar al conjunto de
servicios que acompañaron la expansión, así como al sector público expansivo en
las décadas prodigiosas desde los años ochenta.
Pero el
fenómeno de la recesión productiva y del incremento del desempleo, no es sólo
resultante de la crisis. Se produce en un contexto histórico definido por un
proceso de reestructuración global de las economías y las sociedades en la
escala del sistema-mundo. Así, muchas de las actividades industriales cesantes,
son deslocalizadas, siendo transferidas
a otras áreas geográficas con menores costes laborales. Asimismo, la industria
tiene que competir con regiones del sistema-mundo donde la competividad es muy
alta, debido principalmente a los salarios bajos, la férrea disciplina laboral
y el autoritarismo político que las posibilita.
La crisis se produce inseparablemente de un
proceso de reestructuración global, modelado por el neoliberalismo, entendido
no sólo como una ideología, sino como un proyecto conformado por las redes de
las corporaciones globales, financieras e industriales. Este proyecto, se apoya
en un conjunto de dispositivos de creación de conocimiento, de comunicación y
de instituciones intermedias para gestionar diferentes planos de lo social, en
particular las empresas y las organizaciones. El neoliberalismo tiene vocación
de impulsar su proyecto y hacer historia, propiciando un conjunto de reformas
que supongan un avance en la dirección de una sociedad neoliberal avanzada.
En el
proceso histórico de reestructuración, se modifican drásticamente las formas,
los contenidos y las regulaciones del trabajo. Las actividades industriales
cesantes son sustituidas por otras que generan un empleo precario. Así se
conforma un proceso de precarización
general, que tiene un impacto fundamental en todos los campos sociales y
en la estructura social. La antigua clase trabajadora industrial, experimenta
así una mutación de gran alcance, transformándose en un conglomerado
heterogéneo precarizado, compuesto por distintos y desiguales contingentes de
trabajadores, principalmente de los servicios. De la convergencia entre el
desempleo, la precarización, la larga espera de los jóvenes para su inserción
laboral, resulta un cambio esencial en las sociedades en tránsito a las sociedades
neoliberales avanzadas.
La hegemonía
del neoliberalismo se expresa en las definiciones de las situaciones así como
los lenguajes que designan las nuevas realidades. El alto nivel de desempleo es
el efecto acumulativo de los ceses de actividades que son transferidas a zonas
con menores costes, además de la crisis de las
actividades productivas poco competitivas por déficit en su concepción y
ejecución. Las clases dirigentes muestran su escasa capacidad en la producción
de empresas sostenibles. Sin embargo, la invención de los conceptos de
“empleabilidad” y “emprendimiento”, transfiere la responsabilidad a los
desempleados, a los que se supone, bien una insuficiencia de competencias
profesionales adecuadas, o, una escasa capacidad emprendedora.
De este
modo, los desempleados y los candidatos a serlo, los precarizados, son marcados
simbólicamente por los dispositivos de conocimiento, comunicación y poder del
proyecto neoliberal. Así se conforman un conjunto de desventajas que amenazan
la misma condición de ciudadanía, y, por tanto, a la democracia misma. Las
denominadas sociedades duales muestran esta fractura social de gran
profundidad.
La metáfora
de la senda esgrimida por las autoridades neoliberales, oculta esta
significación central de esta nueva sociedad neoliberal avanzada. Se trata de constituir un mercado de trabajo
“flexible”, en el que roten los desempleados y los precarizados. Así se conforma una cola, la de los marcados
por su escasa empleabilidad o capacidad de emprender. Esta cola es gestionada por las instituciones
auditoras y escrutadoras de las competencias de sus componentes. De este modo
se produce un disciplinamiento severo, tanto de los marcados, desempleados o
precarizados, como de aquellos que puedan llegar a serlo.
La implementación
del conjunto de reformas que convergen hacia una sociedad neoliberal avanzada,
caracterizada por el mercado de trabajo dual, suscita resistencias de los afectados, que se
expresan en una variedad de conflictos,
en la emergencia de climas sociales depresivos o en la expansión de
malestares diversos. Pero las
resistencias no se coordinan, ni se acumulan, ni se vinculan a un proyecto
político alternativo. La oposición en las instituciones políticas, mayoritariamente
vinculada a lo que se denominó “izquierda” en la era industrial, replica las
reformas sin proponer una alternativa clara. El sentido de sus propuestas se
orienta al pasado, para conservar las ecuaciones básicas del capitalismo del
bienestar.
Los
múltiples cambios tecnológicos, productivos, políticos, culturales,
generacionales, así como las mutaciones de la subjetividad, no tienen registro
en la izquierda orientada al pasado. Los
saberes, los imaginarios, los tipos de organización, las formas de comunicación
y las subjetividades en que se referencian,
se encuentran caducadas históricamente y muestran su obsolescencia. En
el vacío de la izquierda convencional aparecen un conjunto de conflictos,
acontecimientos, iniciativas, discursos y prácticas políticas más adecuadas al
actual escenario histórico. El 15 M es su expresión más elocuente.
Pero, si la
salida de la crisis en el final de la senda no va a representar la vuelta al
capitalismo de bienestar, sino que se va a sancionar una sociedad neoliberal y
dual, es preciso regresar al presente para proyectarse al futuro ¿se puede
imaginar desde una sociedad con el grado de desarrollo de la de hoy, un futuro
diferente del escenario neoliberal? Sólo mediante la imaginación de este futuro
no neoliberal, se puede generar una oposición con sentido, al proyecto global y
autoritario que representa el pensamiento único.
Este futuro
tiene que ser distinto de cualquier capitalismo anterior, así como de sus
alternativas históricamente bloqueadas. Una sociedad de creatividad, libertad,
igualdad y convivencialidad, en la que el trabajo productivo no agote la vida
de las personas ni sea un mecanismo de jerarquización. Porque las
potencialidades de los desempleados y precarizados en el presente, desbordan
las menguadas estructuras productivas que la clase dirigente actual genera. El
problema se encuentra en las estructuras, no en los marcados por el dispositivo
neoliberal. No se puede regresar atrás, como propone la vetusta izquierda
industrial, tan penetrada por el neoliberalismo. Sólo se puede regresar al futuro
imaginándolo, representándolo y viviéndolo. Como ya ocurrió en el siglo XIX
después de la Revolución Industrial.