domingo, 8 de junio de 2014

CAPTURA, FAENADO Y DESPIECE DE LOS PACIENTES

En los tiempos anteriores,  la consulta médica constituye la instancia en la que los pacientes plantean sus problemas de salud. Después regresan a su vida ordinaria en la que se hacen presentes los sistemas sociales profanos que los incluyen, mediante familiares, amigos y personas influyentes que interpretan, informan, proponen y deliberan acerca del estado del afectado. Entre la consulta y la vida cotidiana sólo existe una estación de paso obligada: la farmacia. Pero esta representa un papel subordinado a la decisión médica, en tanto que su oferta complementaria a la receta es modesta. En el resto de la vida la publicidad es muy débil y difusa, limitada a algunos remedios universales válidos para todo. Es la sobria era de la aspirina.

En el tiempo presente esta situación se ha modificado radicalmente. Ahora la consulta es un lugar ubicado en una  encrucijada de caminos,  en los que el paciente es medido, pesado, escrutado, analizado y desmenuzado desde la perspectiva de los dispositivos profesionales múltiples, las industrias, los saberes, los métodos de comunicación y las tecnologías que constituyen el magma creciente que acompaña a la asistencia médica. En estos tránsitos, el paciente deviene en un ser social sospechoso de ser portador de problemas solucionables por tan portentoso y diversificado  dispositivo. La consulta es un lugar de paso, tras  la que se vuelve a una vida en la que cada uno es el objeto de las maquinarias semiológicas que pueblan toda la vida cotidiana. No hay ningún rincón de la misma en el que se pueda estar a salvo de las seducciones profesionales-comerciales que se manifiestan en nombre de la salud.

Dice Ivan  Illich que una profesión se funda en su capacidad para definir las necesidades de sus clientes. La explosión de las profesiones y su fusión con los dispositivos empresariales y de comunicación,  genera un estado de sospecha generalizado para toda la vida. Todas las personas que rodean al paciente terminan siendo los vehículos de informaciones, conminaciones, proposiciones y soluciones acerca de problemas y remedios para el cuerpo y la salud, que adquieren proporciones inusitadas, desbordando  cualquier previsión. En este tiempo, ignorar tus necesidades es un acto asocial imperdonable. La institución central de la gestión alcanza a las personas mediante la imposición de un precepto que guía las vidas: la gestión óptima de sí mismo. Este implica una actitud de vigilancia de sí y de escucha activa de todas las ofertas dirigidas a tan esforzados y potencialmente felices ciudadanos. Así se conforma la era de la prevención, a la que voy a dedicar algunos post.

En este nuevo tiempo, la consulta médica se inscribe  en un campo productivo  que, como afirma uno de mis autores  favoritos del paradigma del capitalismo cognitivo, Andrea Fumagalli, se define porque  la misma producción tiene como objeto la vida, la totalidad de la vida. La explosión del consumo inmaterial pone en el centro del sistema productivo a la salud, el cuerpo y el ocio. Así tiene lugar una reelaboración del concepto de salud, en la que los médicos pierden el monopolio de su definición como ausencia de enfermedad,  siendo relegados por la nueva sociedad hedonista, regida por el principio de la satisfacción permanente, renovada y sin techo. De esta mutación resulta un paciente-consumidor en estado de ebullición permanente, activando la disposición a la escucha, la iniciativa y la experimentación propuesta por el nuevo dispositivo rector de la salud, en el que la profesión médica convencional es sólo una parte.

De estas transformaciones resulta la era de la prevención. Esta, al igual que el consumo inmaterial, está dominada por la idea central del yacimiento. Este implica que el problema se encuentra  oculto bajo la apariencia de la superficie. Así, es preciso buscar debajo y estar en estado de alerta. El colesterol se conforma como el emblema de las amenazas y plagas invisibles que debemos detectar mediante la activación de la vigilancia en estado de movilización permanente.  Por cierto, aprovecho para dar las gracias a Vicente del Bosque, Indurain y otros héroes catódicos por aconsejarnos acerca del Danacol.  Es menester no descuidarse. Sobre esta los riesgos ocultos en los yacimientos  se constituyen mercados de gran magnitud en las economías del bienestar.

Uno de los cambios más relevantes es la transformación de las farmacias. Estas ya no son las viejas boticas al servicio de los medicamentos prescritos por los médicos en el documento símbolo de la sociedad de la abundancia: la receta. Ahora las farmacias se emancipan de la consulta generando una oferta explosiva de productos y servicios dirigidos a los pacientes reales o potenciales que las transitan. Las farmacias son instancias dotadas de semiologías prodigiosas dirigidas a múltiples públicos-blanco y sus necesidades no descubiertas o satisfechas en las consultas médicas.

El nuevo dispositivo industrial inmaterial de la salud y el bienestar emprende activamente la conquista de sus mercados. Para eso tiene que ser eficaz en la captura y el faenado de sus esforzados clientes. Estos procesos implican una cuestión esencial: el despiece de las necesidades. Las necesidades se escinden en fragmentos cada vez más pequeños que son el objeto de cada parte del dispositivo emprendedor del nuevo campo emergente. La operación de despiece tiene como efecto la creación de un cliente escindido que multiplica su vigilancia y dedica parte de su esfuerzo a integrar los múltiples tratamientos a sus fragmentados problemas y terapéuticas de ocasión.

El despiece significa la multiplicación de las especialidades médicas, llegando a constituirse una para cada enfermedad e incluso  problema; la explosión prodigiosa  de las farmacias que multiplican sus prestaciones mediante la recomendación de las nuevas generaciones de fármacos, ya liberados de las enfermedades convencionales, la constitución de un campo de asesoría para el bienestar y la oferta de productos complementarios a los verdaderamente enfermos; la expansión de los naturistas múltiples, exploradores de todos los campos de la vida; el apogeo de todas las profesiones y métodos sobre el cuerpo, en el que la fisioterapia viaja de la rehabilitación a la prevención;  los laberintos de los estéticos para modelar los cuerpos para afrontar los nuevos imperativos sociales; los resultantes del despiezado del cuerpo que comienzan por los pies, los podólogos y terminan por los de la piel, el pelo y demás componentes de la cabeza, excluido el cerebro, pues este es monopolio de todo el dispositivo; los nutricionales, los sexuales y otros funcionales sin límites; los de las edades, los niños, los mayores, los que se encuentran en edades de transición; los psicoterapeutas  que tratan los malestares y los problemas con repertorios variados; los odontólogos, los masajes, los de problemas especiales, los que tienen por objeto el hogar, los tiempos especiales como las noches, los fines de semana o las vacaciones.

El dispositivo heterogéneo, múltiple y expansivo de captura, faenado y despiece de los pacientes está ahí fuera. Según sale el paciente de la consulta, es abordado e interpelado  según distintos grados de amabilidad e intensidad. Está en la radio, las televisiones, internet, las redes, la prensa escrita, el buzón de correos de tu domicilio, el trabajo, el cine, los trayectos urbanos a pie, en coche o en cualquier transporte público. Pero estas sagradas instituciones del márketing y la publicidad terminan compareciendo en la vida mediante su afectación a las personas próximas que terminan colonizando el espacio privado, en el que se hacen presentes modelando las conversaciones,  la atención y el campo cotidiano. Es imposible no ser influido por tan portentosos mercados e instituciones que expanden sus demandas y sus nichos de mercado sin fin.

En este contexto es preciso entender las significaciones de la consulta médica y la asistencia sanitaria. Unos extraños seres vestidos de blanco, supervivientes de la era industrial anterior, habitan en las consultas y  los sistemas de información relativamente ajenos a la intensificación terapéutica de la vida. Los sentidos que guían sus actividades se nuclean en el combate contra las enfermedades. Pero este sistema sumergido de las consultas médicas es inundado imperceptiblemente para sus peculiares habitantes por todos los dispositivos de la captura, faenado y despiece de los pacientes, así como por sus sentidos, que en la mayoría de las ocasiones importan los mismos consultantes. En medio de este distanciamiento de la emergente realidad,  muchos de los pobladores de las consultas asumen los principales supuestos del nuevo dispositivo y son recompensados generosamente por ellos. Porque los laboratorios se encuentran en la cima y en los intersticios  de este dispositivo formidable.

Pero en los discursos que regulan la relación médico-paciente parece como si ese mundo exterior no hubiera cambiado y fuera el mismo de antaño. El paciente es un ser estimulado, engordado para su destino final mediante la fragmentación y multiplicación de sus necesidades. Su finalidad es ser el material renovable de múltiples empresas construidas sobre sus necesidades. Ikea ha inventado el modelo para estas empresas. El cliente debe acudir por sí solo y deambular por un laberinto en el que le esperan múltiples productos baratos inesperados. Termina por acumular varias menudencias sobre la compra principal. Este es el código de los mercados secundarios que acompaña a las consultas hoy.

He tenido un sueño. Cuando concluía  la consulta sentí miedo y comencé a sollozar.  Le pedí a mi médico que no me dejara  salir de allí. Trató de calmarme sin éxito,  pues persistía en permanecer en un recinto en el que no me afectan las conminaciones comerciales directas. El desenlace fue terrible pues el médico me dijo que me calmara y me hizo una receta de un tranquilizante. Salí huyendo desesperadamente. Dos calles más allá tropecé con una mesa situada en la acera.  Cuando me levanté, frente a mí estaba  una señorita que vino en mi ayuda con una perfecta sonrisa institucional. Me preguntó si me había hecho daño. Después comentó que seguro que había tropezado porque tendría la tensión alta. Entonces vi un cartel con varias palabras entre las que se encontraba “hipertensión”. Reinicié la cabalgada hasta llegar a mi casa y reencontrarme con mi perra, que nunca me ha preguntado  sobre mis problemas de salud. Tuve la tentación de poner el ordenador pero decidí seguir desconectado para evitar ser alcanzado por mensajes dirigidos a mis necesidades subyacentes.

La consulta es un lugar de paso en el tránsito por el laberinto de la detección y tratamiento de las necesidades múltiples. En el trayecto, muchos pacientes son capturados, faenados y despiezados. Hace treinta años hubiera escrito que la educación o la consulta médica de atención primaria es una instancia para recomponer los fragmentos de la persona y restituir su unidad. Pero ahora sólo me atrevo a preguntar ¿qué os parece? También decir que el crecimiento me parece muy vulnerable, en tanto que algunas de sus bases son muy cuestionables.

3 comentarios:

  1. http://www.fuhem.es/media/cdv/file/biblioteca/Entrevistas/Entrevista_Silvia_L._Gil.pdf

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  2. Perdona Juan, pero no entiendo el último párrafo. ¡¿a qué te refieres?

    Un saludo profesor,

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  3. Perdona porque, al ser un párrafo de cierre, concentro varias cosas.
    Las ideas son
    1) Que la consulta médica no es una instancia monofuncional de atención a la salud, sino una parte de un entramado construido por las industrias del bienestar, sus profesiones y expertos acompañantes.
    2) Que eso cuestiona la aspiración predominante en las reformas de los años ochenta de atención integral e integrada en salud o educación ¿como hacerla cuando el paciente es capturado en distintos espacios y tiempos de su vida.
    3) Que el crecimiento que define las sociedades actuales se hace no sólo por el aumento de la productividad sino también mediante la construcción de una industria basada en necesidades cuestionables.

    No sé si esta vez he acertado. Tú dirás.
    Saludos cordiales

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