Presentación
PRESENTACIÓN Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
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Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog. |
lunes, 3 de marzo de 2014
EL TRÁNSITO DE LAS SEDUCCIONES: DE LOS HIPOTECADOS A LOS EMPRENDEDORES
“Yo observo la historia de los tesoros que ustedes encontraron. ¡Veo la continuación! Mi sabiduría es tan despreciada como el caos. ¿Qué es mi nada, frente al estupor que les espera a ustedes?”
Arthur Rimbaud
Sufrieron los efectos de una confrontación explosiva, casi inevitable en una estructura social e institucional tan arcaica. Atravesaron los largos años de postguerra, en los que fueron víctimas de la pobreza, la inmovilidad, la ignorancia, el autoritarismo y el miedo, derivados del gobierno de unas élites e instituciones extraviadas en el tiempo histórico y que aquí habían encontrado su arraigo. Fue un tiempo de expectativas cero, en el que sólo se podía aspirar a sobrevivir en la convergencia de las penurias y a soñar con un futuro mejor.
Algunos salieron a Europa, en donde experimentaron las ventajas del capitalismo fordista. En el principio de los años sesenta, muchos fueron beneficiarios del crecimiento económico y de la primera versión de la sociedad de consumo de masas. La nueva norma de consumo hizo posible la acumulación personal: la casa-escaparate, en donde los electrodomésticos crecían y en la que fue coronada la televisión en la sala de estar; el automóvil; el fin de semana; las vacaciones y los viajes; la compra en expansión, desde los ultramarinos regidos por la escasez a los vistosos supermercados que anuncian el advenimiento de los centros comerciales, donde los productos se ofrecen en una ceremonia de ostentación, en la que se pueden experimentar trayectorias múltiples.
El factor singular de la España de los sesenta y setenta es el contraste intenso entre la pobreza severa y la inmovilidad social inmediatamente anterior, con la extensión de la nueva norma de consumo, que es vivida como un salto prodigioso. Pero, en tanto que el crecimiento español de esos años determina la transferencia de importantes contingentes de la población rural a las ciudades, el incremento de los salarios para los obreros industriales y la formación de una nueva clase media integrada por burócratas, técnicos y profesionales, tanto el régimen autoritario, como el Estado y las grandes organizaciones permanecen inmóviles.
Esta situación genera un imaginario optimista, en el que lo político se encuentra subordinado como un elemento poco relevante. Se vive una situación en la que se hace posible, para distintos contingentes de personas, el progreso en el bienestar económico, en las credenciales educativas logradas, en la asistencia sanitaria y las ayudas del estado. Este es el primer salto que queda grabado en la conciencia colectiva. De ahí resulta una expansión de expectativas, así como la generalización de la creencia en el mérito individual, la igualdad de oportunidades y la movilidad social.
El advenimiento de la democracia y sus primeros años confirma el imaginario positivo de la versión española del progreso, entendido en los términos del incremento de los consumos públicos y privados. Pero, en los años siguientes, tanto las crisis económicas como la dinámica del nuevo estado, tienen como consecuencia la cristalización de un distanciamiento respecto a la política, que adquiere una considerable intensidad. La ausencia de respuesta a la corrupción, al autoritarismo en el ejercicio del poder y la congelación del cambio en algunos de los grandes aparatos del estado de bienestar, son más que elocuentes.
La integración en Europa reporta la multiplicación de las ayudas, que se producen en forma de “ciclogénesis explosiva”. Así, se produce la convergencia de progresiones geométricas de los recursos materiales para las infraestructuras, para la educación y la sanidad pública. La construcción de edificios sin fin, emplea a una gran cantidad de personas, nutriendo al consumo y la economía. Pero esta expansión oculta el comienzo de la decadencia de las actividades económicas productivas, sin las que los monumentales incrementos de recursos de la economía son como gigantes con los pies de barro.
En la década de los ochenta, los recién advenidos a la opulencia multiplican sus consumos. En la sociedad española resplandece una institución fundamental que lo propicia: el crédito. Los Bancos y las cajas de ahorro, en las que se encuentran incrustadas las nuevas élites políticas, hacen factible un huracán de euforia consumista. El nuevo estado descubre que el lugar más cercano a los potencialmente propietarios-hipotecados es el suelo. Las autoridades de todos los niveles generan una escalada de inversiones inédita. La ausencia de élites que reflexionen acerca de este crecimiento efímero es patente. La universidad guarda silencio, administrando su patrimonio inmobiliario, resultante de la multiplicación de los edificios y campus. Los antaño intelectuales, se encuentran polarizados en torno al próspero mercado cultural que distribuye premios y sanciones. Los medios y periodistas más reflexivos en los años de la transición, se adaptan a las líneas establecidas por las reestructuraciones en el ecosistema informativo, que favorecen a los grandes grupos, nucleados en torno a las opciones de poder político y económico.
En este ambiente, en el que la euforia y la ausencia de reflexión se recombinan ocultando el vacío del proyecto, se procede a la seducción a gran escala de los denominados ciudadanos, recientemente advenidos al bienestar material, ahora entendidos como potenciales compradores de casas e hipotecas. Ellos son la verdadera materia prima sobre la que se representa la versión española del fin de la historia. Las instituciones de la seducción, entran en escena para acompañar a las del crédito. La seducción se fundamenta en el halago a estos extraños compradores, que en su memoria conservan las imágenes de sus penurias pasadas.
Enric González, en un reportaje publicado en el diario El País en 1989, disecciona con precisión esa época. Tomando como ejemplo un anuncio del Renault 21, que apela a la ausencia de la modestia, construye un texto inteligente que sintetiza el espíritu del tiempo. Su título “No seas modesto, te lo mereces”. Comienza citando una frase de Galbraith inquietante. Dice que una de las características de la sociedad moderna es el rechazo por parte de las clases subordinadas de los límites establecidos a su renta y consumo. Para tan espeso conjunto de instituciones, la decisión de seducirlos es coherente con su proyecto tan pragmático, centrado en la obtención de beneficios inmediatos en el tráfico del suelo y liberados de cualquier duda o precepto ético con respecto a los seducidos.
La denominada crisis, significa el derrumbe de este proyecto, que no tiene otro fundamento que el beneficio inmediato para los traficantes del suelo y las instituciones que los acompañan. Los seducidos quedan en una situación de ruina y desamparo. Los sectores más débiles son expuestos a las miradas por los medios, presentados como irresponsables por el complejo institucional seductor. Así se justifican los recortes en su educación, sanidad o servicios sociales en una ceremonia de degradación social.
El devenir histórico de los seducidos, que recorren una trayectoria definida por su circularidad, con el inevitable retorno a su punto de partida, constituye una representación de las invarianzas en los procesos de transformación social en la España contemporánea. Lo que es invariable son las élites, con su menguada capacidad de impulsar proyectos empresariales sólidos. Ni antes de la llegada de la democracia, ni después. El rostro de los Ruiz Mateos y tantos otros, representativos del capitalismo español, que tras sus sucesivos disfraces muestra su realidad.
Después de la gran seducción hipotecaria, el escándalo monumental de las preferentes o el asalto a el nuevo maná europeo de subvenciones a la formación para el empleo. Mientras se suceden los escándalos otras dos invarianzas se hacen patentes: la indiferencia generalizada y la ausencia de control por parte de la justicia. En los mítines de la fundación de la democracia algunos oradores desvelaban el sentido de la misma, afirmando que no habría impunidad para los poderosos.
En los sucesivos tiempos históricos acaecidos en los últimos cincuenta años, el elemento persistente, que dota de coherencia al conjunto, es el primitivismo de las élites, que fundan sus proyectos en exprimir a los sectores más débiles. Lo nuevo es que se han ampliado las élites expropiadoras. Desde el campo de la izquierda comparecen en el escenario nuevos actores políticos y sindicales, reinterpretando la vieja partitura de negocio, mediante el sumatorio del silencio sepulcral, el encubrimiento de los protagonistas de los escándalos, y la brutalidad y fuerza en la respuesta, que es lo que asegura la impunidad.
Así es como los campesinos y obreros industriales de los sesenta, devenidos en propietarios y detentadores de un aceptable estatuto en el consumo, han terminado por concentrarse en las colas colectivas para conseguir un empleo provisional, que siempre necesita de formación renovada. Ese es el negocio ahora y la seducción específica consiguiente. De la seducción hipotecaria a la seducción de los emprendedores. Los halagos se reconfiguran para allanar el camino al nuevo grupo-blanco del negocio. También de la caza.
6 comentarios:
El deordenado, en refundación informacional, digital, terapeútico,... y crisis continua sistema capitalista no deja de destruir al asalariado.
las nuevas profesiones van en la línea de lo que dicen algunos que alucinan...
http://www.zlc.edu.es/content/files/especial_emprendedores_empleo.pdf
Marcos
Elena Ruiz es una médico de familia convertida en antropóloga. Un día decidió no sucumbir ante la medicalización del sufrimiento ajeno provocado por lo que ella llama "el estigma del deudor". Y decidió estudiarlo desde dentro, como observadora participante que toma partido y se pringa.
El resultado, parcial, está aquí: http://saludpublicayotrasdudas.files.wordpress.com/2014/02/deshauciar-desalojar-ejecutar_resumen.pdf
La movilización social es una forma de darle la vuelta a la tortilla. Hay que devolver al plano social y político la angustia que provoca la deuda del hipotecado.
Saludos
A pesar de su talante y forma repulsiva, a veces, sus aortaciones son muy válidas. Tb. y mucho más lo era Ortega.
Hipotecados, emprendedores en una ficticia democracia...
http://www.youtube.com/watch?v=cYAkqiiYBWY
La importancia de dialogar reflexivamente...
http://www.youtube.com/watch?v=YK8AfX9YGOA&list=LLZwPbzME2qtTeHJwSdIIywg
Gracias Juan,
Ana Mª
Gracias a todos por vuestros comentarios.
Me ha llegado la referencia de Elena por otras vías. Me parece muy importante este vínculo entre una médica de familia y una realidad social tan viva. Esperanzador.
Ana María, a pesar de que califica mi talante y mis formas como repulsivas, me siento halagado si me compara con Ortega. Muchas gracias.
No Juan, el comentario va hacia el testimonio de los dos enlaces, videos. Y que al leerte, de hipotecado a emprendedores me he acordado de éstos.
Tú, no me pareces, ni por un asomo repulsivo, aunque te conzoco poco, de una charla en la que te escuché silenciosamente.
Saludos,
Ana maría
Gracias Ana María. El malentendido es normal en el cruce de escrituras. Me preocupó que alguien pudiera percibirme como análogo a Trevijano, una persona tan ambiciosa y penalizada por los partidos en el comienzo de la transición.
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