jueves, 27 de febrero de 2014

CARLOS LERENA Y LA ENTELEQUIA DE LA CALIDAD

La calidad es más que un concepto. Desde la perspectiva de un autor tan fecundo como Castoriadis, se le puede entender como una invención que nace en unas condiciones específicas y se extiende hasta instalarse en las mentes de las personas, adquiriendo una significación que nadie cuestiona. Así, en el presente, la calidad es invocada como un término liberado de cualquier problematización. Pero, mientras que se hace presente en todos los discursos, siendo invocada continuamente para avalar las decisiones de las autoridades de todos los niveles, se pone de manifiesto su dificultad de encajar en las realidades sobre las que se ubica.

La calidad se conforma como un precepto central en el proceso de reestructuración postfordista de los sistemas productivos, del estado y de las organizaciones, que tiene lugar desde los años noventa. El proyecto neoliberal en el que se inspira la sitúa en el núcleo duro de su dispositivo conceptual. En consecuencia, la calidad no es un término inocente. Se trata de un argumento a favor del desmantelamiento del viejo estado del bienestar y la emergencia de un orden social  caracterizado por renovados principios de jerarquización.

La significación más relevante de la explosión del concepto calidad, remite a la gran potencialidad del sistema productivo, que en la gran reindustrialización nacida en el final de los años ochenta, se funda en la capacidad de las nuevas tecnologías, que posibilitan  la renovación de los productos y servicios,  mejorando sus prestaciones en intervalos muy cortos de tiempo. De este hecho se deriva una situación permanente de sobreproducción. Continuamente aparecen nuevos productos,  y algunos de los que se generalizarán  en los años siguientes no existen aún.

En una situación caracterizada por el flujo novedades continuas,  los productos, tan sofisticados pero tan efímeros, trascienden su valor de uso. Así se configura  un nuevo sistema, que ha sido denominado como “semiocapitalismo”, que depende de su capacidad de gobernar las significaciones,  las relaciones con los consumidores, las percepciones y las emociones. En este  estado permanente de saturación se produce la gran representación de los productos definidos por su calidad. El marketing y la publicidad se desplazan hacia el centro del sistema,  transformando sus métodos en la producción de espectáculos mágicos. Los productos y servicios, siempre caducos en cortos intervalos de tiempo, deben ser presentados mediante su justificación en términos de sus propiedades asombrosas. Así se sientan las bases de la prodigiosa deificación de la calidad. Esta es inseparable de la saturación y la aceleración.

Un sistema definido por un tiempo acelerado, tiene necesariamente que mantener un estado de movilización muy intenso. Así, es preciso extender las significaciones centrales, como la calidad entre otras, a todas las esferas sociales. Este es el origen de la multiplicación de los nuevos expertos y organizaciones transversales, como las agencias, que se hacen presentes en las viejas organizaciones sectoriales para su remodelación,  en coherencia con las necesidades de la economía global.  La red transversal de las coherencias y de la comunicación que teje los vínculos laterales, mediante procesos pilotados por la institución axial de la gestión.

La calidad deviene en un término que se constituye como el gran argumento que avala las reestructuraciones neoliberales del presente. Pero sus significaciones son múltiples. Como me voy a ocupar de desvelar algunas de sus dimensiones ocultas, voy a comenzar por explorar su vínculo con la educación, en donde alcanza todo su esplendor. Quiero decir que este es el campo en el que el contraste entre el deterioro experimentado y vivido cotidianamente por quienes estamos presentes en el mismo, con el discurso omnipresente,  apoteósico  y casi místico de la calidad, adquiere dimensiones de shock sensorial.

Pero si la calidad es el argumento para estimular el recambio continuo y permanente de los consumos materiales e inmateriales, también es un principio de producción de una nueva jerarquía que genere un orden después de la movilidad social que se ha derivado de las lógicas del fordismo y del estado de bienestar. La calidad es el principio de un retorno a un ordenamiento de las posiciones sociales. Para apoyar este argumento presento aquí un texto de Carlos Lerena “De la calidad de la enseñanza. Valor de conocimiento y valor político de una entelequia”. Está publicado en el nº 3 de Política y Sociedad,

Carlos Lerena es un sociólogo de la primera generación de la sociología española de los años setenta y ochenta. Su obra ha tenido una gran influencia, principalmente entre los sociólogos de la educación. Es un autor sólido, solvente y comprometido con su época. Su posición crítica aporta una perspectiva muy fecunda, que la institucionalización de la sociología, devenida en España en sociología académica distanciada de los problemas sociales, así como manifiestamente funcional para los poderes, ha debilitado considerablemente. Lerena falleció en 1988 en un accidente de tráfico.

Este texto que fue publicado después de su muerte. Me parece una pequeña joya que tiene la virtud de adelantarse a su tiempo y anticipar  el  futuro. Así puede leerse desde las coordenadas del presente. Reseño algunas de sus frases tan convincentes  “Aturdimiento colectivo…entelequia metafísica…coartada…sistema escolar como máquina de producir mercancías puestas a la venta…enseñanza de calidad es la recibida por hombres de calidad…ecuaciones de identidad, calidad cultural y calidad social…ensalada de indicadores…calidad para saber quién es quién…romper el marasmo actual de la igualdad, uniformidad y mediocridad…proceder a reclasificar y a hiperjerarquizar a la masa escolarizada… hacer la pirámide de centros…viejos y nuevos campos semánticos, de privilegios, igualdad y justicia a diferencia, competencia y eficacia…una época de involución…”.

El artículo se refiere a la calidad educativa, pero se lo recomiendo a todos los lectores del blog, en tanto que es un texto transversal, también para los herederos de Donabedian que pasan por estas páginas. No puedo evitar comentar que me produce inquietud contemplar cómo en las manifestaciones de los últimos tiempos se pide educación o asistencia sanitaria de calidad. Es tanto como firmar su propia sentencia de exclusión. Pero no pierdo la esperanza de que los movimientos de protesta incrementen su capacidad de enunciación.

Espero vuestros comentarios, pues esto de la calidad sí que es sustancioso. Mientras tanto, me digo a mí mismo aquí y ahora repitiendo en voz baja: Libertad, igualdad y fraternidad, que,  aunque rimen con calidad no es lo mismo, incluso puede ser justamente lo contrario.

1 comentario:

  1. Lo de la ideología de la gestión con la calidad es todo un filón digno de ser estudiado de forma exhaustiva. A propósito de lo que dice Vincent de Gaulejac en su obra "La societé malade de la gestion" conceptos como los de la calidad son dificílmente cuestionables en un sistema empresarial/educativo y cultural hipercompetitivo que se aprovecha de los fantasmas y los deseos de las personas para su propio beneficio. No importa cómo hay que ser el mejor, coge tus traumas y tus complejos y canalízalos hacia el éxito.
    Yo creo que lo de la calidad maquilla un poder que busca satisfacer necesidades personales.
    Un abrazo desde París Juan!

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