Aparecieron en los felices años ochenta, junto con la explosión de la tecnología, el consumo y el hedonismo. El crecimiento del estado, mediante la proliferación de las autonomías, propició las condiciones de su expansión. La multiplicación de los saberes y de las profesiones les proporcionó la cobertura para su arraigo. Se trata de grupos de expertos especiales, que, cuando te cuentan su denominación, producen un efecto de admiración o sorpresa, que se puede intensificar o disipar cuando, tras preguntar insistentemente acerca de su función o contenido, no entiendes nada y terminas por desistir.
Por eso los llamo articuladores de los ejes transversales, porque me parece una denominación elegante, que estimula la imaginación, produciendo un sentimiento de admiración que puede contener algún rasgo de envidia. Porque no son ingenieros, arquitectos, médicos, enfermeras, profesores u otras profesiones sin misterio alguno. Es otra cosa que incita a lo desconocido o inaccesible, o a lo proveniente del más allá moderno, que en las coordenadas de este tiempo es Estados Unidos.
En esos años se multiplicaron en todos los servicios públicos, así como en las instituciones y organizaciones. Recuerdo que, cuando llegué en 1988 a Granada, me encontré con lo que se denominaba como “los servicios centrales”. Era una realidad misteriosa, a la que se aludía con respeto y reverencia por parte de muchos profesionales, al entenderlos como portadores de la última verdad técnica, procedentes de un mundo lejano y mítico formado por entidades supremas, como la OMS y otras del mismo rango.
Cuando los conocí por primera vez en Sevilla, me produjeron una impresión estimulante. Grandes edificios albergaban a centenares de profesionales investidos de una autoridad sacerdotal, que nutrían a los que, sin misterio alguno, producían actos profesionales en las consultas o en las clases. Los edificios son el símbolo de lo que son sus moradores. Los largos pasillos, los despachos múltiples, los individuales, las mesas llenas de papeles venidos de las providenciales organizaciones globales, los teléfonos y los primeros ordenadores.
La emoción de saber que allí se encontraban las unidades especiales de los servicios centrales. Porque en mis clases de la escuela andaluza de salud pública, la mayoría de los que se hacían presentes eran profesionales sin misterio alguno. Tenía la fantasía de que en los sótanos se encontrarían lo que en esos años eran denominados como “los fontaneros”. Pero mi desilusión era considerable cuando en cualquier conversación mi interlocutor se remitía a los escalones jerárquicos superiores, pronunciando con admiración el nombre de pila del consejero o cargos allegados, como en las burocracias tradicionales, tan bien conocidas.
Mi primera experiencia con este mundo fue cuando comencé a trabajar en el tema de la participación en salud. Fui remitido a consultar al departamento de participación en salud. Así conocí al grupo de técnicos que trabajaban en este tema, algunos de ellos muy valiosos. Se encontraban siempre en la elaboración de borradores para ser revisados por la autoridad correspondiente. Todavía, a día de hoy, no existen los consejos de salud. Esto excita mi fantasía y en mi intimidad les denominaba como “productores de flujos de documentos espectrales”.
Pero mi imaginación se disparó cuando, hacia finales de los años noventa, estaba impartiendo una clase en el máster de salud pública. El tema era la participación. Cuando aludí a la inexistencia de los consejos de salud en Andalucía, un médico, en un tono de confidencia dijo: sí existe el consejo de Andalucía y yo formo parte de él representando a la ugt. Cuando nos explicó las reuniones, lo interpreté desde mis coordenadas como una historia de fantasmas y secretos, tan vinculados a los poderes en este tiempo. Lo que más curiosidad suscitó es donde se reunían. La hipótesis de que hubiera sido en un sótano me estimulaba, pero no me lo aclaró. De ahí mi decepción, al compararlo con las ficciones cinematográficas de James Bond, en las que las reuniones tienen lugar en escenarios fantásticos.
El comienzo de la expansión de los expertos articuladores comienza por el encuentro entre los juristas y los políticos, que conforman lo que me gusta denominar “la matriz jurídico-política”. Estos crean organigramas y nomenclaturas. Sobre esta producción se elaboran distintas líneas jerárquicas que se hacen realidad mediante la multiplicación prodigiosa de organismos. Sobre sus intersecciones se crean los territorios que acogen a los articuladores de los ejes transversales, que se extienden como los fuegos artificiales, en tanto que se expanden en todas las direcciones, para, después de su difuminación, volver a reaparecer con otras formas. La diferencia con estos es que, en este caso, nunca se llega la traca final.
Al igual que con la energía, no se destruyen sino que se transforman. Soy capaz de identificar varios ciclos de expertos en mi vida profesional. Son portadores de saberes de moda, liturgias de última generación, puestas en escena de sofisticación acumulada y lenguajes técnicos dotados de su capacidad de epatar aún más que los que les anteceden. En el caso de estos expertos misteriosos sí se puede hablar en rigor de progreso.
En estos años me ayudó leer a Minzberg. Su conceptualización acerca de las organizaciones introducía una distinción entre tecnoestructura y staff, que por estas tierras alimentó las interpretaciones y, hasta las especulaciones acerca de la naturaleza de las galaxias en las que nacían, crecían y terminaban mutando a los articuladores de ejes transversales. Su concepto de staff, aplicado al estado, me dio que pensar, pero en el caso de la tecnoestructura, comenzó a provocarme un incipiente, perosostenido insomnio.
Cuando llegué a la Universidad me encontré con la misma realidad. La ausencia de misterio de la docencia e investigación se contraponía a la expansión de múltiples organismos, muchos de ellos con funciones de staff, pero emancipados progresivamente de las unidades a las que tendrían que prestar apoyo. Entender el organigrama siempre fue difícil, pero aún más lo era comprender su distribución en múltiples edificios, algunos de ellos investidos de una misteriosa elegancia, correspondiente con el nombre del organismo.
Los articuladores de los ejes transversales, conforman estructuras sensibles a las transformaciones que se producen en el entorno global. En los ochenta fueron el staff de apoyo a los habitantes de la matriz jurídico-política, preocupada por el suelo, tanto el físico como el de las organizaciones que controlaban. En ambos casos sus transacciones aumentaban el valor constantemente, y, además, era el lugar en donde ubicar a sus huestes, en la eterna lucha de posiciones entre los partidos, que entienden la administración como un campo de trincheras, en el que ocupar y mantener posiciones es esencial.
En los años noventa comienza el giro neoliberal, que transforma los staff acumulados en la trama de agencias imprescindibles para el ejercicio neoliberal de gobierno, que descansa sobre la constitución de dispositivos externos que mediante la evaluación, disminuyen el poder de las corporaciones profesionales en todos los campos. Aquellos que conocimos como órganos asesores, nacidos para apoyar el cambio, devienen en los servidores del proyecto vigente, que descansa sobre el misterio de calidad y la apoteosis de la evaluación.
La calidad es el último fantasma que recorre el mundo, el señor que sirve al poder vigente, desahuciando a los profesionales privándolos de su sentido común convencional. Es el espectro misterioso que puebla los edificios de las organizaciones públicas, que son los únicos no afectados por los recortes. Esta es la realidad, en nombre de la que las agencias de evaluación, jerarquizan a las personas, grupos y organizaciones antaño homologadas por la universalidad del estado de bienestar. Es el dios en nombre del cual pueden construirse purgatorios e infiernos para muchos de sus temerosos súbditos.
Así, las nuevas agencias que albergan a los nuevos articuladores de los ejes transversales, sustituyen a las antiguas iglesias, burocracias y tecnocracias, instaurando un nuevo reino de Dios en el estado. Las opacas agencias generan el orden de la diferencia según los criterios establecidos por las mismas. La eficiencia, convertida en un precepto sagrado, en nombre del que se excluye, se desplaza, se sanciona y se mata profesionalmente, deja fuera de su control a las agencias y a los edificios.
Así, la galaxia de la calidad y la evaluación, donde anidan los expertos que constituyen el sínodo del nuevo estado emprendedor, al igual que los edificios públicos convertidos en templos, no son afectados por las restricciones que llegan a todos los servicios sin piedad alguna. Este es un misterio que se incuba en los sótanos del poder global. Porque en tanto que crece la apelación a la calidad, se disminuyen los recursos, convirtiendo el ejercicio profesional en un milagro. En este orden de maravillas y misterios se funda el poder del estado resultante de la siempre penúltima modernización, y se inscriben los articuladores de ejes transversales, que nos tienen bien sujetos a los profesionales. Atados y bien atados, que dijo alguien hace ya algún tiempo.
Estimado Jaun aqui te dejo el IV Plan Andaluz de Salud (yo no he visto ni es el segundo ni el tercero, etc...) lo que si que me llama poderosamente la atención es la cuestión de evaluación de éste plan, en el se dice sin miedo alguno que la evaluación se hará en terminos de calidad y excelencia, pero como siempre dejan la cuestión ésta sin nombrar en ningún momento cuál será los métodos para análisis del mismo. Esos sí acogiéndose al nuevo mantra institucional discursivo será (participativo?????)
ResponderEliminarOtra cuestión también y no por ello menos importante es la nueva formulación del plan ahora se plantea en términos de METAS, parecía que el discurso estratégico se está recomponiendo en un lenguaje mucho más cernano.
Drom caló
Bienvenido Drom caló: Estos planes de salud sólo pueden ser calificados desde la lucidez como "el penúltimo".
ResponderEliminarEn todos se reflejan los conceptos, las definiciones, los saberes y los métodos del poder global. Por eso me gusta decir que en las conserjerías de salud reciben a primera hora de la mañana, la valija global que detalla la línea a seguir.
Así de fácil y de duro. Los verdaderos operadores se encuentran en la inteligencia al servicio de las corporaciones globales. En los últimos dias en una de mis siestas de geronte, entre sueños, he visto a la actual consejera decir que la finalidad ahora es que no enfermemos ¡LA PREVENCIÓN^el gran negocio del presente y el pretexto para limitar la asistencia a los enfermos.
Muy interesante. El otro día oí a F. Savater hablar de la "moral de la eficacia" refiriendose a que, en nuestros tiempos, lo bueno es lo eficiente. Para ese fin, todos los medios son loables. De alguna manera, la calidad y la excelencia no dejan de referirse a lo mismo, según mi parecer. Personalmente, no me gusta nada esta idea porque parece esconder algunas sombras bastante oscuras.
ResponderEliminarProceloso tema que como aquellos misterios múltiples pueden resumirse en uno: instrumentos de dominación. Los vividores de la transversalidad que han proliferado como hongos en ingle húmeda, hace años que se instituyeron en casta y con un status con capacidad de poder, muchos de los planes que sufrimos son simples planes de supervivencia de "ellos" que nunca se acabaran de ejecutar y lo saben, tanto que ni se molestan en redactar algo con sentido y próximo a la realidad, retuercen el lenguaje hasta límites delirantes y siempre en una nube de limbos inoperantes. Por cierto la elección de la palabra excelencia no es casual ni inocente, del latín ex-cellere significa sobresalir y lleva de forma inherente el germen de la competencia, es un valor relativo a la posición de los demás y se puede sobresalir por ser el mejor o por bajar a los demás, pero lo que lo hace tan atractivo al gerencialismo es que en sus manos el criterio de excelencia siempre crece hasta estar fuera del alcance del ser humano y lo esclaviza, si se lo cree, claro.
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios. ma alude a sombras oscuras, me parece perfecto. Luis desvela el proyecto dominante fundado en la competencia de todos contra todos. Como señalan algunos de mis "héroes" como Aubert y Gaulejac, la excelencia es destacar con independencia de los objetivos. Es alinearse en una cola y luchar entre todos por cambiar las posiciones. En ese juego no hay piedad para los perdedores.
ResponderEliminar