En los últimos cincuenta años el sistema mediático se ha expansionado exponencialmente sobre la producción de imágenes y sonidos, transformándose en una de las estructuras más relevantes en el nuevo orden global. Los grupos de comunicación transnacionales constituyen una parte esencial del nuevo poder, desempeñando un papel fundamental en su proyecto y en su estrategia. Los media no reproducen la realidad, sino que, cumpliendo la profecía de Mcluhan, crean una segunda realidad. Esta es otro mundo distinto del real, desplazando así a otras las estructuras más importantes de la modernidad.
La muerte de Mandela hace comparecer impetuosamente este sistema de significación que multiplica las imágenes, los comentarios, los fragmentos de discursos, las emociones y las puestas en escena. Sobre ese torrente explosivo de elementos, se constituye una narrativa difusa, que reemplaza el análisis histórico riguroso, sustituyéndolo por una burbuja de emociones en cuyo interior todo es posible. Este es el fundamento de esta factoría de la realidad que se sobrepone a la historia.
La construcción mediática de la muerte de Mandela hace posible el milagro de la concurrencia, en la orgía de los elogios, de los que propiciaron el apartheid y sus cómplices necesarios, con sus víctimas o quienes las defendieron en ese tiempo. Pero, el apartheid no es la única forma de discriminación, sino que su desaparición se compatibiliza con el incremento de otras formas de explotación, discriminación y marginación de gran intensidad, que pueblan el presente y penalizan particularmente al continente africano.
En el orden mediático se hace posible el milagro de la unanimidad de todos en la exaltación al héroe Mandela, incluidos quienes a día de hoy, rodean Europa de vallas, dotadas de cuchillas / concertinas y otras formas de crueldad física, que remiten inequívocamente al pasado colonial. Entre los mismos cabe destacar la brutalidad despiadada del ministro del interior español Fernández Díaz, quien tiene el mérito de desvelar el imaginario neocolonial, al minimizar los efectos de las cuchillas / concertinas, comparándolas con campos minados, electrificados o protegidos por perros de presa. Su intervención se produce en unos tonos propios de un sargento de un ejército colonial de otra época.
De este modo, Mandela es convertido en un icono heroico, definido en la realidad mediática evanescente. En tanto que se narran sus epopeyas con final feliz, su continente se desangra mediante la proliferación de conflictos, hambrunas y guerras terribles, que remiten, tanto a la debilidad de las estructuras legadas por la colonización, como a la lógica del orden global imperante, en el que las corporaciones globales tienen licencia para saquear los recursos y las poblaciones del continente africano sin contrapartida alguna.
Pero cualquier reflexión acerca de la significación histórica de la obra de Mandela se encuentra en el exterior de la realidad mediática. En la multiplicación prodigiosa de los fragmentos que la conforman, no parece posible suscitar ninguna reflexión con cierta densidad acerca del presente africano. En los próximos días los acontecimientos serán reconvertidos en cataratas de sentimientos, y, en ausencia de una reflexión acerca de su significación histórica, será reconfigurada para su integración en la narrativa del progreso global, articulado por las corporaciones globales, en donde se disipan las poblaciones para brillar las cifras de los rendimientos o las productividades, y en donde el esplendor de los objetos salidos del formidable sistema tecnológico oculta los dramas múltiples de las poblaciones subalternas en dicho orden.
En la burbuja emocional generada en tal sistema comunicativo, está excluida la reflexión. Un futbolista español, en Twitter, lamentó la muerte de Mandela, al que definió como “el actor de la película Invictus, que conduce a Sudáfrica a la victoria en el rugby”. Esta frase define con precisión la naturaleza del flujo mediático, cargado de emociones y y vibraciones, pero dotado de baja definición racional. Así, Mandela es reconstituido como un material que conforma una actualidad preparada para vibrar hoy y disiparse sin dejar rastro mañana.
Una antigua alumna me remite una información antológica. Se trata de un hotel, precisamente en Sudáfrica, que ofrece nada menos que una experiencia de pobreza para ricos europeos, ávidos en la vivencia de eventos que incrementen su riqueza de experiencias subjetivas. Naturalmente, en tal hotel los factores sensoriales que acompañan a tal experiencia de privación, tales como el hambre, el rigor de las temperaturas o la inseguridad, se encuentran excluidos de la misma. Se trata de obtener unas imágenes para intercambiar con sus iguales en posiciones sociales, en la búsqueda de la vida plena. Así reproducen la misma metáfora de la realidad mediática, que se funda en la simulación que desplaza lo real. Recomiendo vivamente visitar este enlace.
No dudo que en el sistema de comunicaciones que está produciendo la muerte de Mandela, comparezcan reflexiones, valoraciones y controversias acerca de su significación y del valor de su aportación desde el mundo actual. Pero estas se difuminan en las energías emocionales que se derivan del gran acontecimiento mediático. Me imagino lo qué hubiera pensado Mandela de los ataques a poblaciones civiles con aviones no tripulados, así como de otras hazañas bélicas que amueblan el presente.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Creo que se puede discutir mucho esta afirmación. Pero quiero concluir con una imagen que he presentado varias veces en mis clases de sociología. Es una mirada de una mujer africana, inmediatamente después de su viaje al paraíso europeo. Cubierta con una manta proporcionada por tan solidarios receptores, su mirada tiene la virtud de condensar todos los miedos de las poblaciones africanas,
En la segunda foto, se muestra en una playa de las islas Canarias la dualidad del mundo presente. En tanto que una pareja europea disfruta del milagro de la puesta del sol, en el mar y viento, viviendo un episodio amoroso en un tiempo de vacaciones, un africano se encuentra en espera de ser conducido por los servicios funerarios después de su viaje fatal. Dos mundos, dos, pero sólo un relato, incubado en las factorías mediáticas de producción de la realidad. En las mismas, se produce la transfiguración de Mandela para ser producido como un producto congelado, un alivio para las conciencias. También para reforzar el optimismo, reafirmando que el mundo va bien, y que eso significa que África va bien, también. Mi pregunta al sistema mediático es la siguiente ¿sería necesario hoy para África otro héroe de la estatura de Mandela?
Mandela comunista, Mandela desobediente, Mandela antisistema, mandela violento queda borrado del espectro mediático.
ResponderEliminarLa gente normal también “canoniza” sus modelos y referentes políticos. Tiene sus panteones populares, reservas de resistencia encarnada para los días de revuelta. En todos esos panteones, sin duda, están el Che, Ghandi y Mandela, Espartaco y José Martí. En muchos de ellos están Chávez, Shankara, Abdelkrim. En algunos Fidel Castro y Simón Bolívar. En ninguno están -no sé- Hitler, Stalin, Thatcher u Obama. No es que no haya diferencias entre estos últimos cuatro nombres, pero tienen en común que ninguno de ellos sirve para rebelarse en nombre de la justicia.
ResponderEliminarQueda en pie la pregunta, dirigida a la izquierda, de por qué siempre nos roban o intentan robarnos los nuestros mientras que nosotros nunca tratamos de robarles los suyos. Una respuesta es que la derecha es mucho más promiscua y mucho menos puritana que la izquierda. El capitalismo convierte al Che en una camiseta y a Mandela en un “hombre bueno” mientras que nosotros somos incapaces de apropiarnos de lo que hay nuestro en ciertos católicos, en ciertos liberales, en ciertos ilustrados: cierto Chesterton, cierto Locke, cierto Kant o incluso cierto Roosvelt y cierto Papa Francisco.
La otra respuesta tiene que ver con la victoria de los buenos personajes de ficción. Es que son realmente buenos. Nunca se verá a nuestros gobernantes y a nuestros medios de comunicación “recuperar” a Stalin. ¿Por qué? Porque es un perdedor universal. Dejan ese trabajo de recuperación a un pequeño sector de la izquierda que de esa manera, mediante ese esfuerzo insensato, se derrota a sí misma sin necesidad de intervenciones exteriores. La derecha es muy lista. ¿Por qué recupera al Che, a Ghandi, a Mandela? La derecha “recupera” a los nuestros porque son más populares, porque forman parte del canon resistente de la gente normal, porque representan una victoria de esa “decencia común” sin la cual toda legitimidad es imposible. Su recuperación es el triunfo de los pueblos. Gloria al victorioso Mandela que, tras obligar a los “malos” a abolir el sistema de apartheid, les obliga ahora a hablar bien de él.
(*) Santiago Alba Ric
Ayer recibí un comentario de alguien anónimo que borré por error. Lo lamento mucho. Por eso reproduzco el texto del comentario a continuación.
ResponderEliminar"La muerte de Mandela también es la representación del abismo de oscurdiad en el que estamos inmersos. El fin de una clase política moral que de luz más allá del permanente ascenso y destrucción de un modelo que no ofrece otro posible".
Disculpas y gracias a la persona que lo remitió.
Santiago Alba Rico representa el mejor pensamiento de la izquierda en España. Soy deudor de algunas de sus aportaciones. Después de ser arrastrado por el diluvio del comienzo del postfranquismo arribé a distintas tierras, en las que cada mañana llega lo que me gusta denominar como el baúl global. Este está formado por los productos de actualización del proyecto neoliberal. Todos ellos empaquetados con arte para ocultar su contenido. El último fue el término "Gobernanza".
ResponderEliminarA pesar de esta situación mantuve algunas dudas y me pude hacer algunas preguntas que no tenían respuestas en el baúl global del mes. A mediados de los años noventa me encontré por azar con varios textos que me ayudaron a crear una línea más allá de mis dudas y preguntas irresueltas. Uno de los autores que me ha aportado y hecho pensar es precisamente Santiago Alba Rico. En los últimos años su libro "Capitalismo y nihilismo" me reestructuró algunas cosas.
respecto a este mensaje que alguien envía que es una parte del artículo en rebelión.org publicado ayer, tengo algunas dudas, que sólo suscitan los textos inteligentes como los de Santiago Alba.
ResponderEliminarAlba Rico quiere provocar, avivar a la izquierda, no más, supongo.
saludos, Juan José
Juan José: Pues lo tiene difícil. En el final de un ciclo, la izquierda convencional mira hacia atrás, sostenida en la nostalgia del regreso a los mejores tiempos del capitalismo de bienestar. Carente de cualquier tensión comparece repitiendo sus viejos gritos de rigor. Avivar eso es una tarea imposible, al igual que provocarla.
ResponderEliminarNi siquiera ha comentado nada de Mandela, su significación y su deriva.
la congelación de la re-invención universitaria en lo laboral, lo educativo y científico en el orden mediático.
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=H_c00MxXkDg
Tu querida institución te felicita.
Un abrazo Juan, desde el más allá ciberespacial, Anónimo