A los recién llegados al presente, que son agrupados bajo la etiqueta de “jóvenes”, cuyo acceso a la sociedad se encuentra bloqueado para la inmensa mayoría, pero que, a pesar de eso, son halagados y designados como la generación más preparada de la historia. A este colectivo, que es almacenado en los contenedores académicos, en las empresas en situación de “prácticas”, así como en otras formas de espera lenta, que se alivia mediante su circulación intensiva por el espacio-mundo. A este conjunto de cuerpos que son utilizados como soporte de las escenografías que empaquetan la realidad producida por las maquinarias mediáticas del poder vigente.
Los becarios; los estudiantes dilatados, siempre en los penúltimos ciclos de sus largas trayectorias; los contratados de múltiples formas en las que se minimiza el salario y se endurecen las condiciones; los denostados “ni-ni”; los que laboran en las economías informales o ilegales; los trabajadores cognitivos expropiados de sus aportaciones; los que son inscritos en las múltiples formas bajo la denominación de “formación para el empleo”; los aspirantes a adquirir la condición de “emprendedores”; los que existen acumulando méritos en una larga circulación social; los precarizados de múltiples modos. Estos constituyen la mayor parte del contingente generacional. Frente a ellos, los que son cooptados por las organizaciones adultas, bien por las educativas, las empresas, las políticas o las organizaciones estatales. También aquellos privilegiados que consiguen constituir empresas sostenidas en sectores productivos nuevos u otras formas de integración.
Los recién llegados se encuentran con un mundo terminado, que se puede mirar pero no cambiar. Este se encuentra transformándose según el guión neoliberal, que es intocable. Así, ante ese mundo hermético, sólo tienen la oportunidad de acomodarse aceptando sus códigos y desempeñando los papeles asignados. Las múltiples instituciones y organizaciones que conforman el sistema tienen sus guiones escritos y cerrados. Sólo queda la opción de comportarse según los requerimientos del mismo, aceptando su papel de relegación en la producción y el protagonismo en los consumos. El estado de precariedad y el estatuto de la espera definen a este colectivo almacenado y tutelado.
Pero, al mismo tiempo, los recién llegados aterrizan en un mundo escindido: las viejas instituciones en las que son acomodados nos les ofrecen nada verosímil. De ahí resulta su desafección. Pero, sin embargo, existe la posibilidad de apropiarse de tiempos y espacios desde donde vivir la cotidianeidad separada de las instituciones que los subordinan. De ahí resulta la multiplicación de espacios y tiempos liberados de la lógica de las organizaciones formales. Los desplazados a la larga espera, terminan por reapropiarse de los huecos que quedan entre el conjunto instituido..
La verdad es que el sistema no les ofrece la posibilidad de decir ni hacer nada nuevo, ni imaginar ni pensar otra cosa que no se integre en el guión establecido. Se encuentran condenados a repetir los preceptos de los saberes imperantes o a reproducir sus liturgias y sus repertorios institucionales. Sólo queda la posibilidad de instaurar un mundo imaginario en sus espacios de fugas, en los que son tratados con permisividad, en tanto que protagonistas de consumos.
Así prestan sus cuerpos para el gran espectáculo del consumo. La institución central de la publicidad, se reapropia de las imágenes y de los signos que representan algunos de los elementos de la praxis de vivir, que inventan en el exterior de los recintos de las instituciones contenedoras. En la educación, en la familia, en la empresa o en la política, se apela a su protagonismo, según una nueva forma de conducción inédita. Pero aquellos que, tras su largo viaje juvenil, llegan a las organizaciones adultas, descubren que no pueden modificar nada sustancial. Las instituciones gerontocráticas necesitan las imágenes de jóvenes para reproducirse e instaurar su propia simulación.
Miles Davis es uno de los músicos de culto para mí. Su creatividad se extiende a todas sus actuaciones. En cada sesión es posible que aparezcan matices nuevos e inesperados. Se trata de un modelo de creatividad permanente, determinado por su propio concepto de la música. No es un ejecutor de partituras ni se comporta mecánicamente en sus actuaciones. Cada momento es abierto, original, haciendo posible la creación. Les decía a los músicos que le acompañaban “no toquéis lo que sabéis, tocad lo que no sabéis”. Representa la tensión de la creatividad permanente.
Por eso, Miles Davis representa una referencia para los recién llegados. Estos se encuentran frente a los discursos, los saberes, las organizaciones, los universos simbólicos, propios de un ciclo que concluye, reconfigurándose según el proyecto neoliberal. Este supone una regresión con respecto a la sociedad antecedente. Este proyecto es opaco, pero intensifica los efectos negativos sobre el colectivo de los recién arribados, condenados a la larga espera, a la competividad extrema en el proceso de acumulación de méritos, o, incluso, a que los grupos que desembarcan en las instituciones del sistema, tengan que negarse mediante la adaptación a los procesos cerrados de reproducción de las organizaciones.
La única posibilidad es que se produzca una ruptura que puede inaugurar un nuevo ciclo en donde los recién advenidos puedan desempeñar un papel de coautores del futuro. Sólo en otro escenario diferente del actual puede experimentarse la creación de otro social. Por eso es importante no repetir los viejos guiones y crear. Tocar lo que no sabes, cuestionar, tener la energía de imaginar y pensar. De lo contrario, la máquina de producir objetos, servicios, imágenes y realidades artificiales devora cualquier iniciativa reconfigurándola para integrarla en su orden.
Porque los recién llegados resultan patéticos desempeñando los guiones que les asigna el sistema, pero también aquellos que reproducen los papeles y repertorios de acción de las viejas utopías industriales, que se encuentran en estado de agotamiento, en un contexto extraño a sus supuestos. Los jóvenes alineados detrás de los líderes en las comparecencias mediáticas; aquellos que presentan los media en sus espectacularizaciones comerciales; los constituidos como masa de fans del deporte; los comparecientes en todas las organizaciones regidas por la animación.
Sólo queda un camino, que es inventar un nuevo futuro rompiendo con el presente desesperanzado. Es lo que siempre ha ocurrido cuando un ciclo histórico se cierra y adviene uno nuevo. Algunos estamos aguardando. La dinámica del sistema actual es la aceleración hacia un gran accidente, o la reedición de una nueva versión de regresiones múltiples. Sólo fuera de los guiones establecidos por el neoliberalismo o su decrépita oposición, tan desgastada como él mismo, es posible romper y abrir un camino esperanzador.
Existen las condiciones para la emergencia de algún acontecimiento que propicie una nueva definición, instaurando así una ruptura y abriendo un camino al futuro. Así se podría inventar en lo político y lo social, imaginar otro horizonte, pensar, proponer, ensayar, decir y hacer otras cosas. En espera de este acontecimiento, es preciso seguir el ejemplo de Miles Davis y trascender la naturaleza de ejecutores de guiones caducados, que constriñen las potencialidades personales de los recién llegados. Existe cierto margen para crear, para inventar, para modificar los preceptos y las reglas constrictivas de las instituciones del crecimiento sin fin, en su estadio gerontocrático.
Ya se pueden atisbar múltiples indicios de la erosión de lo instituido y la emergencia deslavazada de algunos elementos que no se pueden inscribir en el orden vigente del tránsito hacia el neoliberalismo avanzado. En los movimientos sociales con capacidad de enunciar; en lo que fue el 15m; en los paradigmas postcoloniales que llegan de detrás de los mares; en los profesionales que hacen nuevas definiciones de la salud, la educación o los servicios sociales; en la creación del arte y la cultura; en los microcontextos nacientes en los que los sentidos, las prácticas y las relaciones que los conforman, se alejan del modelo del mercado. En todos estos ámbitos se producen las experiencias que propician un nuevo tipo de personas, que me gusta designar como autores, contrapuestos a los seres mecánicos generados por las dinámicas de las instituciones caducadas. La expansión de los grupos de autores crea las condiciones para un acontecimiento de ruptura que tenga efectos sobre la mayoría mecanizada.
Es preciso comenzar a tocar lo que no sabemos para convertirnos en autores capaces de pilotar nuestra propia vida y poder realizar aportaciones a lo social y lo convivencial. La propuesta de Miles Davis trasladada a la vida y a lo social.
"Las instituciones gerontocráticas necesitan las imágenes de jóvenes para reproducirse e instaurar su propia simulación." Cinismo hay mucho, simulacro, pero también hay intermitencia que va desde la resistencia al necesario pacto con el mundo. sabiendo las limitaciones.
ResponderEliminar"Toca lo que no sabes..." Pero en las condiciones en las que estamos (muerta la socialdemocracia como alternativa, con el miedo de la muchedumbre solitaria hasta arriba, desempleo y precariedad masiva,...) también un cambio puede suponer un desorden mayor (y peor), tiránico, el de la extrema derecha disfrazada de populismo mediático triunfando en un derrotado y arrumbado arco parlamentario. La ciudadanía y la imprescindible representación política está desgastada, sin sustancia ni vertebración.
Lo digo porque está pasando, el desconsuelo, la amargura se convierte en levantamiento de monstruos, de delirios colectivos, repliegues identitarios destructivos,... y de eso siempre debemos prevnirnos.
e.a.i.
Amigo o amiga eai No comparto tu argumento o no termino de entenderlo bien. En mi texto no hay desconsuelo ni amargura sino una interpretación del sistema vigente, haciendo énfasis en que, más allá de las categorías políticas, los jóvenes no son necesarios y son almacenados en la espera eterna, siendo vaciados de sus potencialidades. Propongo que cada uno se convierta en un autor, que escriba sus guiones, que se desarrolle y que no renuncie y se conforme a ser configurado como un obediente mecánico.
ResponderEliminarEl argumento de que todo esto puede desembocar en levantamiento de monstruos puede tener algo de cierto. Pero los monstruos llegan porque el sistema está vaciado. ¿es esto una democracia convencional? ¿lo de la ugt es un incidente aislado? ¿el silencio frente a la corrupción es una cuestión menor? ¿puede regenerarse un sistema a partir de un discurso en tono evangélico como los que pronuncia Susana Díaz? ¿es posible creer en que las distintas élites van a cambiar?
La última ¿crees que debemos esperar sentados frente a las pantallas a la finalización de la famosa crisis?
No me gusta el término fascismo, porque es un saco. Pero el autoritarismo ya está aquí y el factor que propicia su instalación es la debilidad de los seres mecánicos creados por este sistema caducado. Sólo los autores pueden resistir.
Lo triste de todo esto es que ese ansia de cambio compartido por muchos dura ya demasiado. Sobre este tema nos comentabas en esta misma línea hace casi 30 años. Y como diría Milanes el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos...
ResponderEliminarAgustín: si dices hace treinta años eres Agustín de Santander. Me alegra mucho tu presencia aquí. En este tiempo creia que viajábamos hacia una tierra mejor. Ahora creo que estamos empantanados en una tierra de la que es cpreciso salir. Por eso el cambio es un anhelo permanente. Un abrazo
ResponderEliminarLa paradoja de lo que propones, Juan, es que el propio sistema ha expandido la idea de que somos autosuficientes y dueños de nosotros mismos, claro está, cada uno en su casa, con su tele, movil, a la moda, eligiendo las vacaciones en el caribe y demás, pero aislándonos socialmente y en consecuencia debilitando cualquier oposición y volviéndonos más débiles y más necesitados de consumo para suplir las carencias afectivas, en fin, paradojas.
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