La inteligencia, o más bien, las inteligencias, están experimentando una transformación de tal magnitud, que se puede afirmar que la civilización del presente se ha emancipado de sus orígenes, que representa, entre otras, la Grecia de la filosofía y la razón. En el presente se pueden identificar múltiples acontecimientos que cuestionan la hegemonía de la razón, entendida desde las coordenadas convencionales de la civilización occidental.
La cuestión es muy compleja, porque no se trata de que la inteligencia haya disminuido, sino de que ha sido reconvertida, para ser desviada a espacios sociales escindidos de la sociedad global. Se puede afirmar que la inteligencia ha sido liberada de lo social colectivo, para aplicarse en otras actividades realizadas en los espacios fragmentados, caracterizados por su autorreferencialidad. La consecuencia principal de este acontecimiento, es que, la inteligencia convencional, derivada de la ciencia y el pensamiento, declina y emite signos de estancamiento. La política y los estados comparecen como el emblema del decrecimiento de la inteligencia, mientras que crecen las tecnologías y las economías. Así se configura una situación peculiar y extraña.
Pero no se puede afirmar que el volumen total de inteligencia sea menguante, sino que esta se desplaza hacia otros ámbitos externos a la ciencia y al pensamiento. La educación registra este fenómeno de disociación creciente entre la ciencia / pensamiento y la vida, ubicada en espacios sociales resultantes de las nuevas configuraciones institucionales dominantes en la época. Estas son todas las asociadas a la empresa, la tecnología, el marketing y los mundos de los consumos, así como el expansivo sistema mediático y postmediático. En estos ámbitos, se desarrollan múltiples actividades que requieren la activación de funciones cerebrales, tales como la percepción, la selección, la velocidad, los cálculos y la solución de problemas.
En todas estas actividades cotidianas, se requiere de la activación del cálculo y la puesta en acción de competencias personales intelectivas, pero no es lo mismo que en el caso de la inteligencia convencional. Aquí aparece el dilema del videojuego. Esta es una actividad desarrollada en un campo complejo que requiere de respuestas inmediatas. Los jugadores desarrollan un tipo de inteligencia. Por eso he dicho en el comienzo de esta entrada “inteligencias”. Algunos autores han afirmado que el grado de complejidad de un videojuego es muy superior al de una clase o actividad académica del vetusto sistema educativo.
Las instituciones preeminentes en las sociedades actuales, impulsan un proceso de individuación mediante un conjunto de actividades y prácticas que formatean la inteligencia, una clase determinada de inteligencia. La sociedad global se rompe en mil mundos que son consagrados por los nuevos sujetos, que viven lo social en estos ámbitos relativamente liberados del estado y de las grandes estructuras, ahora entendidas como constrictivas de la autonomía personal.
Esta época puede ser definida a partir de la emergencia del juego. Este adquiere unas proporciones insólitas y se extiende a todos los contextos sociales, incluidos aquellos antaño regulados por la razón instrumental. El juego es el gran factor del presente. Como no puede ser de otra forma, ha sido integrado en un lugar preeminente del control social y de los dispositivos sistémicos productores de sujetos y subjetividades. Las instituciones centrales del marketing y la publicidad lo privilegian.
El último recién llegado es la gamificación. La expansión de los videojuegos ha facilitado su veloz generalización. Se trata de jugar y ganar, con independencia del campo en el que se aplique. Este es el supuesto de la gamificación emergente, que se sobrepone a los sentidos convencionales. Ganar puntos, acumularlos, posicionarse en rankings, conseguir logros, afrontar retos y situaciones difíciles, estos son los elementos que configuran los dos términos principales: jugar y ganar. Todas las actividades convencionales son penetradas por el sentido del juego, que termina por convertirse en el factor más importante de motivación de las personas.
Tanto la televisión como la constelación 2.0 registran el huracán del juego. Pero la explosión de la gamificación se extiende también a las políticas públicas. Los conductores sin sanciones reciben premios en metálico, procedentes de la recaudación de las multas de los infractores; los jóvenes que superen varios controles de alcohol en una noche de marcha son premiados con dinero; algunas instituciones universitarias instituyen premios económicos por buen expediente; en las campañas electorales han aparecido los primeros sorteos y premios en los mítines, entre los que se encuentra algún contrato temporal; los consumidores de Danone, son estimulados a acumular puntos que se encuentran en las tapas de los yogures 0%, o los espectadores de un partido de futbol en una televisión pública son requeridos a participar en un juego con premio… El juego invasivo, está desplazando a las motivaciones preexistentes y está configurando sujetos que aprenden estrategias de juego. Así, se convierte en un laboratorio de producción de inteligencia social.
La actividad de los jugadores requiere de actividades inteligentes. Pero la inversión de un sujeto se realiza fragmentada en cada jugada, que es relativamente independiente de las anteriores y sucesivas. De este modo se modela un tipo de inteligencia muy diferente a la característica de la Ilustración y la Modernidad. Se privilegia una sobrevaloración del presente, porque el tiempo del juego es siempre ahora. El desarrollo de este tipo de inteligencia crea un vacío respecto a los problemas que se producen en espacios sociales. Se basa en el supuesto propio del juego, que determina cual es el problema, el mío y de ahora, y que este tiene una respuesta. En el caso de perder volveremos a jugar de nuevo. Así, los procesos quedan fuera del campo perceptivo y cognitivo y los sujetos son situados en un espacio atemporal, el presente continuo que se deriva de la sucesión de jugadas. Los jugadores se encuentran en el exterior de su tiempo histórico.
Esta filosofía y la inteligencia que lo acompaña, genera efectos demoledores. Porque se extiende a todos los campos sociales. Las mismas autoridades devienen en jugadores. La gestión política se explica como un conjunto de jugadas. La reflexión acerca de los procesos sociales, sobre la interrelación entre los distintos factores o las densidades de los campos sociales, tiende a desaparecer. La acción se entiende como un conjunto de jugadas. La complejidad social queda situada en el exterior de las cogniciones. Las discusiones en campañas electorales entre los partidos adquiere un aspecto patético. Se reducen a narrar y comparar las jugadas realizadas por cada uno. En educación se agotan en agitar los gráficos que representan los ordenadores por aula.
Un buen dilema sería responder a la pregunta ¿es Fabra inteligente? ¿es Camps inteligente? ¿ y Manuel Chaves? ¿ y Bono? Me parece inquietante pensar en esta cuestión, porque sí detentan inteligencias de juego, pero nada más. Pasan por encima de las estructuras y las organizaciones sociales sin tocarlas, pero en este caso manchándolas. Concentrados sólo en jugadas para multiplicar los recursos. Por eso he afirmado que el modelo operativo de jugadas para el incremento de infraestructuras es lo que hizo Jesús Gil.
El juego deviene en fábrica de inteligencias. Su congruencia con los media y otros dispositivos del sistema es máxima. De este modo se reduce la crítica y la autocrítica y disminuye el potencial intelectivo colectivo. Quizás esta sea su verdadera función. La generación de personas ajenas a lo social global. Así es posible superar un escándalo tan monumental como el de la Gurtel, con Bárcenas como epílogo, o el de los ERE de Andalucía. El predominio de la inteligencia de jugador anestesia a las personas. La ciudadanía parece incompatible con un arquetipo muy eficaz en el uso de las máquinas y la programación de jugadas en los espacios en que vive.
Alguna vez me he sentido mal cuando alguna persona próxima me ha dicho que no soy muy listo. Porque se refería a ese tipo de inteligencia de jugador. La que resplandece en la boda de la hija de Aznar o los jugadores ubicados en el entorno inmediato de la Conserjería de Trabajo de la Junta de Andalucía en los últimos años. Esos sí que son listos.
Atentos a la gamificación porque no es sólo un juego.
Sublime. Me parece muy lúcida la aportación de esa gamificación de la vida que aportas y que ya nos explicaste en clase. Curiosamente, hace unos días, mientras me comía un Danone y miraba su tapa, me surgió la idea de gamificación ligada a la de Rifkin del acceso/no acceso (porque para poder acumular puntos tenías que tener un móvil capaz de leer códigos QR y, obviamente, no todo el mundo lo tiene, incluyendo muchos de los compradores de Danone).
ResponderEliminarA mí me da un poco de pavor este "nuevo mundo", a pesar de que yo nací ya en el momento de su crecimiento acelerado. La gamificación y la espectacularización de la vida (ligadas a la mercantilización) me parecen ideas que resumen muy bien la situación por la que atravesamos. ¿Será también hacia la que nos dirigimos o el futuro es, realmente, incierto?
Gracias Juan y otrxs.
ResponderEliminarLa gamificación, mercantilización, miserabilización, espectacularización, maximización, cuantificación, evaluación, balización, frialdad, obsolescencia, tecnologización, alienación, abotargamiento, matriz individual y tantos otros adjetivos horribles para con la vida presente. Pero tanto pensamiento pesado del lado crítico, tanta intranquilidad y desconsuelo, tanta pesadumbreapocalíptica no cambia nada y deja poco espacio a la imaginación (sociológica) y a la utopía.
Juan y colegas, es importante conocer, profundizar, pero no será hora de empezar a crear o es que esta comiendo el terreno la teoría del fin de las utopías. Será cierto que el capitalismo (como dice Zicek)no permite alternativa otra ¿Por qué no cambiar el pensar-sentir y el hacer? Menos Orwell y más pesamiento y praxis utópica.
El amante imaginario
Respondo al amigo "amante imaginario". Lo que suscitas es una de las mejores controversias posibles sobre los contenidos de este blog. En estos momentos me encuentro en el Cantábrico, entre sus brumas, sus antiguas ciudades industriales reconvertidas y mis pasados que se abren paso entre las brumas. Por eso aplazo mi respuesta. Pero advierto que mañana publico otro post tan crítico como el tiempo en que vivimos. Se trata del inevitable "pensamiento positivo". Este es la verdadera utopía actuante en el presente.
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