El antecedente más manifiesto de la emergencia de los profesores tertulianos es el de Amando de Miguel, que, desde mediados de los ochenta, mostraba su asombrosa ubicuidad en tertulias múltiples, en distintos medios y franjas horarias. Llegaba a cerrar a las doce de la noche en una cadena de radio, para abrir a las ocho de la mañana con otro periodista-conductor en la misma. En los años siguientes comparecieron en las ondas y pantallas, distintos profesores que se prodigaban como "comentaristas "de guardia". En el presente destaca un profesor de Economía, Carmona, que se multiplica como tertuliano en distintas televisiones y programas que llegan al mismo fin de semana. En los años ochenta, "la fiebre del sábado noche" aludía a la música tecno y la discoteca. En el presente se produce como espectacularización de los malestares y los miedos, que encarnan distintos tertulianos-gladiadores, que muestran su agresividad ante las camaras, para audiencias atemorizadas.
La reconversión de los profesores en tertulianos significa la manifestación de dos procesos que convergen en los últimos años. Se trata de la intensificación del tránsito hacia una sociedad postmediática, en la que se conforma un ecosistema comunicativo de gran magnitud y densidad, sustentado por crecientes emisores, canales, audiencias y procesos de interacción entre los mismos. En contraposición, los sistemas educativos son reestructurados mediante su industrialización forzosa, siendo convertidos en fábricas de competencias profesionales, en las que los saberes son fragmentados y empaquetados para ser servidos a los estudiantes-clientes, para alimentar sus largos itinerarios requeridos para obtener las credenciales previas a la adquisición de la condición de "empleables", que no se corresponde con la de empleados. Estos procesos implican el dominio del campo educativo por varias clases de tecnócratas y nuevas burocracias, que desplazan a los profesores. En este nuevo contexto sucede la decadencia trágica de la docencia.
Estos procesos de cambio social, determinan la emergencia de la tertulia y el declive de la clase. La tertulia requiere principalmente ritmo, frases cortas con impacto, réplicas a la altura de la escenificación de las posiciones, adecuación a la audiencia mediante la teatralización de las emociones, el manejo de los tonos, los énfasis y las ocurrencias. La tertulia es el género antecesor de las redes sociales e implica una socialidad intensa y veloz. La relación existente entre los cincuenta y nueve segundos y los menguados caracteres de un tuit, es significativa. Los profesores importados a ese medio son requeridos como expertos, pero apremiados para explicar en pocas frases las cuestiones sólidas por las que han sido convocados, y que respondan, además, al ritmo del intercambio.
La clase es una creación congruente con las condiciones de una época muy anterior. Lo importante es la organización del discurso: su presentación, su desarrollo, las líneas que lo conforman, las argumentaciones que lo sustentan, las pruebas empíricas que lo respaldan, los dilemas que conllevan, las refutaciones y las conclusiones. La clase está gobernada por la organización de los contenidos, la definición de las líneas, la administración de las transiciones, la pertinencia de los ejemplos.Todos estos elementos requieren de un autor, que imprime a las clases su sello personal.
La clase ha muerto. Las tecnocracias que gobiernan los sistemas educativos la han convertido en un producto. Este necesariamente es estandarizado y homologado. Recuerdo a algunos ilustres profesores de mi juventud. Eran grandes artesanos, autores de una obra escrita singular, densa, pausada, dirigida a una comunidad pequeña y homogénea. La solidez de muchos de ellos refuerza su naturaleza de autor. No puedo evitar sonreir al pensar en Maravall (padre), Díaz del Corral, Laín Entralgo, Julián Marías, Julio Caro Baroja y muchos otros, trasladados al tiempo presente. La conversión de sus saberes en productos homologables en el mercado de las áreas de conocimiento, suscitaría problemas irresolubles para los tecnócratas de la tecnoestructura industrial que gobierna los sistemas educativos en el postfordismo y la postmodernidad.
La clase, convertida en un producto homologable y dirigida a un público saturado por el despiece del saber, del que resultan asignaturas múltiples que se imponen a los estudiantes-víctimas, que ellos mismos tienen que elegir. La saturación es una consecuencia inevitable. Pero, además, la clase es escasamente compatible con las condiciones imperantes en los sistemas comunicativos externos a la misma. Un ser social que vive en un ecosistema comunicativo intenso, en el que intercambia mensajes desde su pantalla móvil continuamente, en el que accede a fragmentos audiovisuales que se renuevan vertiginosamente, vive penosamente la clase. Las respuestas desde el sistema educativo implican su reconversión en algo parecido a la tertulia. Se solicitan rondas de opiniones y se alivia la carga teórica. Así comparece una de las instituciones centrales de la época que es la animación. El profesor deviene en animador.
En las condiciones descritas, la docencia deviene en un campo productor de malestares diversificados. Es preciso lidiar con las redes de tecnocracias que intervienen en la programación, los contenidos, los métodos y la evaluación. Además, es preciso convertirse en un buen animador, para paliar la situación de desencuentro cosmológico con los estudiantes habitantes de otros mundos, así como gobernar la satisfacción de los mismos. Todo ello conservando el principio de autoridad, fundado en las actas, que significan un componente importante en la carrera hacia la empleabilidad de los estudiantes-candidatos, carrera que es gobernada por las medidas y pesos de los méritos definidos por las tecnoestructuras exteriores.
La huida es una de las salidas posibles. Por eso los media representan una via de escape de los profesores, que en el postfordismo son ejecutares de actos docentes diseñados por las tecnocracias externas, y en la postmodernidad tienen que desempeñarse en un ámbito extraño a las lógicas que rigen la vida. Así, muchos profesores escapan hacia organizaciones de investigación, organismos de la administración, empresas u otras formas de aliviar su situación. Este es el contexto en el que se puede interpretar el desembarco de los profesores tertulianos en los media.
La degradación creciente de la docencia, imposible en una sociedad en la que coexisten varios mundos contradictorios al académico, se encuentra también determinada por la irrupción de las instituciones económicas, que importan los sentidos del mercado, vaciando las culturas docentes convencionales. Así, la misma idea del éxito profesional, se encuentra determinada por el mercado. Una carrera profesional no es ya la producción de un saber que es incubado con lentitud, que va madurando con el paso del tiempo y que finalmente es reconocido por la pequeña comunidad científica. Ahora, convertida la educación en fábrica de méritos, la unidad de producción es el gramo, el tiempo es el año y el reconocimiento viene de la cúpula de las agencias externas que gobiernan la educación en el neoliberalismo: los ministerios y conserjerías de innovación.
De este modo, en España, muchas carreras universitarias terminan prematuramente. Se entienden como una plataforma desde la que se puede acceder a la administración, a la política, a las empresas, a las tecnoestructuras globales o a los media. Así se configura un numeroso grupo que ha sido denominado como "los desertores de la tiza", que se ha diseminado por las posiciones altas de los distintos subsistemas sociales ubicados por encima de la educación. Ahora, la modernización técnica implica su conversión en "desertores del ppt". Verlos regresar a la docencia es un espectáculo, porque es vivido por el "finado" como una degradación respecto a su etapa ascendente en los prodigiosos mundos exteriores. Ahora tiene que adaptarse de nuevo a un mundo que está regido por este precepto inexpresado y secreto: el valor económico de un alumno universitario se sobrepone a todo lo demás. Esto es lo que verdaderamente importa. Por eso tiene que regresar a una realidad donde es preciso renunciar a la vieja autoridad docente y sustituirla por la gestión de clientes, que desempeñan con tanto éxito empresas como Movistar, o Vodafone, Orange, u otras, que son precisamente las que financian las tertulias mediáticas a las que escapan los profesores que tienen éxito.
El horror de un panorama desolador, ver:
ResponderEliminarhttp://www.ugr.es/~aepc/XFORO/presentacion.html
buena tarde,
Ángel Tapias
Gracias por tu comentario Angel. Pero me encanta la página que propones, con la CRUE, el Ayuntamiento, la Universidad, junto a RENFE, Iberia, SciVal, los hoteles y otras empresas.
ResponderEliminarCrear riqueza (y puestos de trabajo), ese es el objetivo de la investigación universitaria. Porque la universidad, como gusta decir a las élites locales, es la primera empresa de Granada.
No vayaía a creer que sólo en plantilla, sino también en patrimonio inmobiliario.
Comparto plenamente lo que dices sobre los profesores tertulianos. Es una manifestación más de donde nos está llevando un sistema de enseñanza, y universitario, en particular, sin pies ni cabeza. Claro que también es parte del proceso de degradación social que vivimos desde hace tiempo, muy anterior a la crisis.
ResponderEliminarEn fin no me quiero enrollar sino manifestar mi pleno apoyo a lo que dices
Juan Ignacio Palacio, Universidad de Castilla-La Mancha
Gracias por tu comentario Juan Ignacio. Lo peor es que es posible que el sistema universitario sí tenga pies y cabeza. Era la sede de los intereses de la corporación docente y ahora está siendo reformado para ser un apéndice de los intereses económicos dominantes. Las dos cosas son un poco sórdidas.
ResponderEliminar"Yo instruyo sólo a los entusiastas; sólo guío a los fervientes.Destapo sólo una parte de la cuestión, y si el estudiante no puede descubrir el resto, no digo más."
ResponderEliminarEsta frase de Confucio siempre me recordó a usted. Gracias por llevarnos a analizar el mundo tal y como es y no con las imágenes que nos venden.