En el tiempo presente se suceden aceleradamente un conjunto de cambios sociales de gran envergadura. Los cambios y sus efectos se entrelazan, expandiéndose por todo el espacio social. La onda del cambio, termina por reconfigurar drásticamente lo social mismo. La sociedad no es ya un sistema compuesto por el espacio privado, se encuentra determinado por la lógica de la vida cotidiana y, un espacio público derivado de la participación de la persona en sistemas sociales que han construido códigos comunicativos selectivos, tal y como Niklas Luhmann ha teorizado. El resultado de la totalidad de los procesos de cambio presentes, ha producido una fragmentación de lo social, que se descompone en varios planos coexistentes, pero difícilmente ensamblables. De esta mutación de lo social resulta un nuevo proceso de individuación, un modo específico de hacerse individuo en relación al nuevo conjunto. Este es el origen de un cambio radical del arquetipo individual, del sujeto.
La desagregación de lo social se puede sintetizar en un conjunto de mutaciones fundamentales, derivadas de la recombinación del cambio tecnológico con distintas transformaciones operadas otras esferas. El hogar, santuario de lo privado y espacio de relaciones familiares, es reconfigurado sucesivamente, tanto por las redes globales de comunicación de la sociedad mediática, presentes mediante la pantalla de la televisión familiar compartida, como por su reciente reconversión en la sociedad postmediatica, en un sistema en el que las pantallas se diversifican y se individualizan rigurosamente. Los tabiques de los dormitorios separan una pluralidad de contenidos y comunicaciones, que proceden de la pluralidad de mundos sociales presentes, caracterizados por su divergencia. El hogar es atravesado por estas redes siendo constituido como un ente "federal" de mundos sociales, en el mejor de los casos.
El espacio público se reconfigura sustancialmente por el efecto recombinado de dos de los productos industriales que culminan el desarrollo de la industria desde la primera revolución industrial. El teléfono móvil o conjunto de pantallas que permiten la comunicaciópn instantánea con el mundo social / red social del sujeto, y el automóvil, que representa un espacio privado móvil, una cabina en donde se instaura una autonomía imaginaria, donde se suspenden las normas y coacciones sociales y donde se detenta el estatuto máximo de autonomía individual. En este sentido, ni las pantallas móviles ni el automóvil son sólo productos o bienes de consumo, sino verdaderas instituciones capaces de producir un impacto demoledor en lo social y en las subjetividades. Ellos generan una dinámica de reconstitución radical de lo social, resolviendo la tensión individuo/sociedad en favor del primero y en términos novedosos.
La recomposición drástica de lo social determina la conversión de los espacios públicos convencionales en el unas realidades conceptualizadas por el antropólogo francés Marc Augé, como "no lugares". Los espacios son vaciados y privados de su historia, de sus sentidos compartidos de sus liturgias, de su función de encuentro y socialidad, para ser reconfigurados como lugares físicos, en los que las personas sólo se encuentran en sus trayectorias múltiples. Todos los antiguos lugares sociales, compartidos por todos, son convertidos gradualmente en no lugares. La contrapartida de la conversión de la calle en no lugar, es la iniciativa de los distintos segmentos sociales, definidos como colectivos que comparten una comunicación producida en los emisores de la nueva y vigorosa sociedad posmediática, las industrias del imaginario, que determinan la congregación y consagración de lugares como espacios de encuentro tribalizados, tales como bares, espacios comerciales y lugares de distinta naturaleza, donde se producen agregaciones de públicos definidos por sus repertorios estéticos, sensoriales y culturales compartidos y diferenciados del conjunto. Así se constituyen múltiples barreras simbólicas que segregan el antaño espacio común.
Las grandes organizaciones e instituciones son reconfiguradas del mismo modo que el hogar. Siguen vigentes manteniendo sus códigos internos, pero son atravesadas por los nuevos flujos procedentes de los mundos sociales nacidos de la sociedad posmediática. La educación, los servicios de salud, las instituciones políticas o judiciales, los mundos de la empresa y del trabajo, todos ellos son vaciados de sentido y reducidas a lo estrictamente funcional por los mundos emergentes, que devienen en transversales de la trama institucional. En la familia, en la educación o en automóvil, el conflicto naciente radica en el control de las pantallas y artefactos de comunicación, que interfieren el devenir programado y cíclico.
En paralelo al conjunto de las instituciones, se produce un nuevo tejido social que se entrelaza con las mismas. Este está compuesto por formas sociales y sistemas sociales sin finalidad definida, en los que no existe un consenso sustentado en formas racionales ni peremnes. Lo que convoca, en esta multiplicidad de formas sociales, es un conjunto de repertorios sensoriales, afinidades, vivencias compartidas o imaginarios, que se desplazan en el tiempo cambiando sus formas. Los mundos sociales de la sociedad posmediática y el tejido social resultante de su expansión, se fundan en nuevas representaciones, relaciones y prácticas más cercanas a la emoción y la vivencia, que a las finalidades racionales y los intereses. Las nuevas sociabilidades incubadas en las redes sociales se fundan en fantasías, secretos y códigos casi siempre externos a la razón y la estabilidad. Las agregaciones y los consensos producidos son efímeros y se disipan y reconstruyen según patrones fundados en la lo contingente o fortuito.
De este mundo escindido, formado por distintos departamentos, regidos por sociabilidades diferentes, resulta un nuevo sujeto que se puede definir como una matriz. Es decir, por la superposición de distintos planos en los que se desenvuelve, el tránsito inevitable entre los mismos y la densificación de los intersticios producidos entre los mismos. No es un sujeto plano, integrado internamente. Por el contrario, es un sujeto que se desplaza entre las instituciones y las nuevas formas sociales, siempre conectado a sus mundos. Su vida es un viaje recurrente y cotidiano a distintas realidades sociales. De ahí que se pueda afirmar que se está configurando una nueva matriz individual, radicalmente diferente a las que le anteceden. Esta profunda mutación antropológica y de la subjetividad, implica la presencia del nuevo sujeto en mundos regidos por distintas reglas. Después de la experiencia de la cabina del automóvil, donde puede llegar a sentirse soberano; el mundo audiovisual en el que es seducido mediante la gestión de sus emociones; la intensa actividad efervercente de las redes sociales; la experiencia de autonomía en distintas actividades no programadas por instituciones, arriba inevitablemente en las instituciones convencionales, donde vive una reducción de su autonomía, que en muchos casos es ficcional. Esta es la génesis de una tensión y malestar inexpresado. Las instituciones posmediáticas nacidas del supermercado y el centro comercial, se sobreponen a la remodelada familia, educación, política y trabajo, que tratan de reconstituirse mediante la importación de códigos institucionales de aquellas.
Vivo todos los días en una universidad atravesada por los flujos de comunicación fundados en los mundos derivados de las redes sociales. Un ejemplo elocuente de lo que he tratado de contar es el siguiente. Algunas mañanas, cuando salgo de mi despacho y voy para la clase, tengo que bajar por unas escaleras que han sido descubiertas y consagradas por algunos estudiantes erasmus como espacio para la comunicación con sus mundos personales. En alguna ocasión, el espacio está bloqueado por la concurrencia de varias personas que cierran el paso. No existe relación entre ellas, pues están conectadas con sus afines lejanos en el espacio por un nuevo canal síncrono posmediático, como es Skype. Tengo que recurrir a un canal síncrono tradicional para pedir paso. Se encuentran tan concentrados, que a veces, me obligan a movilizar un canal síncrono no verbal tradicional, como es el tacto, ante la ausencia de respuesta a mi voz. Hace unos días comentaba con alumnas europeas que llevan desde octubre en Granada, si conocían la romería del Rocío. Me dijeron que no sabían que era eso. La conversación confirmó que se encontraban en un mundo social constituido sobre el suelo de Granada, pero categóricamente segmentado de la misma. Mundos sociales múltiples con espesas fronteras y un nuevo sujeto navegante entre los mismos. El trasiego por el espacio social en la nueva torre de babel.
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