domingo, 21 de abril de 2013
EL ENSAÑAMIENTO
Uno de los filósofos que aporta y estimula frente a algunos dilemas del presente es Günther Anders. Su pensamiento arroja luz sobre los sótanos y los lugares oscuros de las sociedades de progreso tecnológico, suscitando muchas preguntas inquietantes. Se trata de un pensador original, comprometido, lúcido, heterodoxo y poco académico. Uno de los conceptos más importantes que plantea, remite a las zonas invisibilidad en las sociedades industriales, protegidas de las miradas por lo que se denomina, desde la Escuela de Frankfurt, como "industrias de la conciencia", que incluyen los medios de comunicación y las instituciones del pensamiento, la cultura y las ciencias humanas y sociales. El concepto de "oscurecimiento" puede entenderse como el conjunto de procesos mediante los que los acontecimientos sociales se diseminan , dispersan y fluctúan, dificultando su ubicación en un esquema global y proporcional al grado de complejidad social. El concepto de descentramiento, al que me he referido en alguna de las entradas anteriores, se relaciona con el sistema conceptual aportado por este pensador.
Una de las aportaciones de Anders, radica en el análisis de los conflictos en el escenario de la era atómica, en los que la tecnología ha incrementado la potencia destructiva de los actores, pero no se ha producido un proceso de incremento equivalente en la mente humana y en los sistemas de comunicaciones. El resultado de este desequilibrio, es que, los mismos actores que se confrontan, no reconocen sus papeles y su misma naturaleza, construyendo así una zona de sombra en los conflictos y sus efectos. Este concepto es lo que denomina como "cegueras". Anders distingue entre cuatro cegueras: El dominador o agresor no reconoce al dominado o agredido como tal; el dominador no se reconoce a sí mismo como tal; el dominado no reconoce al dominador como tal; el dominado no se reconoce a sí mismo como tal. Estas conforman las cuatro cegueras.
El esquema de las cegueras de Anders, puede ser útil para entender la naturaleza de algunos delos conflictos que conforman el cuadro de la España presente. Los sectores sociales perdedores en la gran reestructuración neoliberal, iniciada por el gobierno de Felipe González, son ahora expulsados a las tinieblas exteriores de la nueva economía, definida por un conjunto de ecuaciones, proporciones y magnitudes que se emancipan de los contingentes de la población superfluos a ellas. Estos sectores sociales, perjudicados por el final de las burbujas múltiples, son cruelmente penalizados por las políticas públicas de austeridad, pero lo más importante es que carecen de representación política y sindical efectiva. Son como las piedras y los lodos que quedan en los márgenes amontonados después de la riada, en espera de ser retirados. Se trata de las personas que estuvieron empleadas en los negocios de ocasión que cíclicamente genera el capitalismo español, tan deficitario en términos productivos, y que en los últimos treinta años ha empleado una mano de obra numerosa en los negocios de las infraestructuras y construcción principalmente.
Las reformas ejecutadas por el gobierno, con el respetuoso disentimiento de la oposición, que inició las reformas en la dirección vigente,en el tiempo inmediatamente anterior a su desautorización electoral, se presentan como la marcha triunfal hacia una sociedad esplendorosa de crecimiento. En esta senda no se distingue entre distintas categorías de población. En el finalde la misma, se supone que la abundancia de puestos de trabajo asegura por sí misma el beneficio de todos sin distinción. Amparado en este precepto, sin oposición efectiva alguna, la maquinaria gubernamental actúa decididamente, intensificando la marcha, gestionando las resistencias que suscita en términos de orden público, y descalificando a las víctimas que produce, que se sobreentienden como un precio necesario para arribar de nuevo al mítico crecimiento.
En los conflictos derivados de la marcha hacia el feliz crecimiento, se producen situaciones que el concepto de las cegueras de Anders ilustra nítidamente. El gobierno y el complejo de fuerzas que lo acompaña, no dialoga, ni delibera, ni negocia los contenidos de las reformas en las instituciones del estado, sino que las impone, comunica unilateralmente y construye a sus opositores como enemigos, activando mecanismos represivos e iniciando un escalamiento en la penalización de los conflictos. Esta actuación confirma las dos primeras cegueras de Anders. Ni reconoce a las víctimas o a los perdedores por sus decisiones como tales, ni se reconoce a sí mismo como agresor o violador. Toma las medidas sin considerar que los destinatarios son víctimas humanas. Las imágenes terribles de la presentación optimista de las decisiones como medidas técnicas, ignorando los sufrimientos de las víctimas. Ni una palabra o gesto de consuelo o comprensión. Por el contrario, ni una palabra o gesto de reprobación de las actuaciones de las instituciones del crédito y sus beneficiarios que han desempeñado un papel tan importante en el desplome. La vida pública muestra la puesta en escena del mal en estado de solidificación. La comunicación pública de estas medidas-sentencias se efectúa con una mezcla de brutalidad, optimismo ideológico, cinismo y dosis intensas de mentira institucional, que suscitan escalofrios.
Esta dialéctica de las políticas públicas y los conflictos que se derivan de las mismas, implican un plano de comunicación mediante el que complejo gubernamental descalifica a los afectados. El desprecio a los profesores, los funcionarios, los jueces y los médicos y enfermeras, se manifiesta en el dispositivo mediático de apoyo, así como en frases antológicas pronunciadas por algunas autoridades en el trance de encontrar la senda al paraiso. Los casos de Esperanza Aguirre con los docentes, Wert con los universitarios, Ignacio González con los médicos y enfermeras o Gallardón con los jueces, muestran inequívocamente el imaginario aristocrático del PP, en el final de su viaje de ida y vuelta a sus atormentados orígenes históricos. Pero en este caso, la reforma significa la reconversión del estatuto de estos sectores, desplazándolos hacia un grado mayor de subalternidad en el nuevo orden social, pero conservando su integración en el sistema. De ahí que se produzcan conflictos y réplicas, en los que se manifiesta su representación política, sindical y mediática.
Pero en el caso de los expulsados del mercado de trabajo por la reforma laboral, los interinos del sector público despedidos, los desempleados múltiples, los autónomos y clases medias empobrecidas, los trabajadores precarizados de todos los niveles, los trabajadores informales sin regulación, los jóvenes eternos sin posibilidad de reinserción, los receptores de ayudas del estado, los que han experimentado una privación súbita de sus condiciones de vida, los empobrecidos, los deshauciados, las mujeres frágiles, las víctimas de las preferentes y otros abusos de las instituciones de crédito, los inmigrantes atrapados en la recesión, así como otros sectores empobrecidos, no sólo son sepultados por la avalancha de recortes y la desregulación del mercado de trabajo, sino que son descalificados y humillados por el complejo gubernamental. Estos sectores son los vulnerables, tan bien definidos por Robert Castel, que carecen de discursos que definan sus intereses, de identidades colectivas consistentes, de representación política, sindical y mediática. Son aquellos que no aparecen en las campañas electorales, los que son representados, en ausencia de su especifidad, mediante categorías generales tales como "ciudadanos", "trabajadores" o "excluídos".
Las víctimas de la conmoción económica y de la obsolescencia de las instituciones políticas en el tránsito hacia el nuevo capitalismo global, producen dramas múltiples que se filtran por las rendijas de los medios de comunicación. Desprovistos de significación política, así como de posible representación, sus sufrimientos son expuestos en el espectáculo mediático incesante y morboso. Son susceptibles de manipulación simbólica, en tanto que, al carecer de un discurso autónomo, no pueden ejercer réplicas en el sistema mediático ni en el político, ni siquiera castigo electoral alguno a sus intrépidos agresores. Así se cumplen rigurosamente las cegueras de Anders referidas a las víctimas, es decir, ni reconocen a sus dominadores como tales, ni ellas mismas se entienden como agredidas. Se trata de una tragedia contemporánea sin antecedentes. Se presentan sus sufrimientos como una morbosa versión contemporánea del hombre-elefante, siendo percibidos como un "otro ficcional", ubicado en el otro lado de la pantalla, pero desprovistos de su condición humana. Nadie les teme, sus malestares pueden ser instrumentados y utilizados en cualquier proyecto político.
En este contexto se pueden leer algunas de las frases pronunciadas por algunos dirigentes del PP en la última semana. Cristina Cifuentes, la directora de "la guerra" contra los desplazados y expulsados. María Dolores de Cospedal, afirmando que los suyos sí pagan las hipotecas, sugiriendo así que los que no lo hacen es porque son unos aprovechados. Vicente Martínez Pujalte, el arquetipo del capitalismo atrasado español, inscrito prístinamente en su rostro, su retórica y sus modales. Pero lo más importante es lo que simboliza Fátima Báñez. Ella representa el asalto a la estructura sistémica matriz de todos los dramas: el mercado del trabajo. El impacto de esta remodelación se extiende a todas las áreas sociales constituyendo el factor esencial de la dualización. Cumple esta función con gran virulencia y descalificando cruelmente a sus víctimas. La última semana ha denominado como "movilidad exterior" a los jóvenes que se tienen que marchar a buscar trabajo por el mundo, incorporándose al nuevo ejército de reserva planetario que transita por el espacio de los flujos.
La señora Bañez debe conocer que las migraciones producen muchas víctimas: No todos los que salen alcanzan sus objetivos, y una parte considerable de la diáspora queda en el camino. Pero ella ignora el reverso de los sufrimientos, porque toma decisiones que no le afectan y se distancia de los seres humanos. Representa la condensación de la aristocracia financiera española, que ahora, después de un largo viaje por las sucesivas modernizaciones, converge con las élites de la nueva economía-mundo. No le importan las víctimas ni los sufrimientos, porque los desprecia, porque no los representa en su mente como humanos, reduciéndolos a un valor productivo. Los entiende como recursos humanos inanimados, de los que hay que prescindir cuando no son necesarios, como hicieron con los inmigrantes. En estas coordenadas, son inteligibles sus vigorosas acometidas sin piedad contra los perdedores de la reestructuración. Así, representa la punta de lanza de un intenso y cruel ensañamiento sobre colectivos que no tienen capacidad de defensa.
La señora Báñez, así como sus ilustres colegas, instauran un vínculo inequívoco con el pasado de la posguerra española, en la que las definiciones delirantes del desarrollo de la nueva España victoriosa, y su imperio simbólico-galáctico, coexistía con un cuadro social en el que millones de personas, - campesinos, trabajadores industriales y migrantes -, caracterizados por la pobreza, las carencias múltiples y la inmovilidad social, no encuentran un lugar, siendo invisibilizados drásticamente. Los comportamientos sumisos generalizados de los temerosos súbditos, son recordados con nostalgia.Pero estos sectores, devenidos, desde el final del franquismo, en trabajadores con legislación laboral; propietarios condicionales de sus viviendas; consumidores de bienes y servicios; ciudadanos con derecho a la sanidad, la educación , los servicios sociales y las pensiones, han sustentado un imaginario en el que comparecen aspiraciones a una mayor igualdad y de un orden social que se regule por el mérito individual. En los años felices de la democracia se expanden las expectativas al alza y la creencia en la movilidad social.
Las reformas en curso tienen un componente de revancha imaginaria con respecto a los comportamientos sociales que se entienden como excesivamente igualitarios y desmesurados en las nuevas condiciones. Se entiende el presente como una oportunidad para reestablecer el orden jerárquico añorado. En este sentido, tanto la señora Báñez, como las personas citadas en este texto, representan un papel de héroes culturales de este proyecto. Son quienes, con sus frases y tonos guerreros, desvelan el trasfondo real de la propuesta. Ser duros, contundentes y despiadados, es un factor fundamental para reconducir a la masa desviada en el orden keynesiano al nuevo orden simbólico y de valor requerido por el proyecto neoliberal.
No soy enemigo de la señora Báñez ni de sus conmilitones, en el sentido de que no quiero destruirla ni eliminarla, sino situarla en un contexto democrático donde ocupe el lugar de lo que representa en un orden político que se instituya sobre la deliberación y el respeto a la diferencia. Por eso le recomiendo la lectura de un libro de Anders que puede ayudarle a recuperar la dimensión moral con respecto a los efectos de sus decisiones. La referencia es, Nosotros, los hijos de Eichmann: carta abierta a Klaus Eichmann. Barcelona: Paidós 2010. Entre tanto, a modo de aperitivo, estoy convencido que sería pertinente que reflexionara sobre estas frases de este autor, tan vinculado al mundo que vive, definido por la relación entre las decisiones y los afectados por las mismas, que con seguridad son personas humanas.
"Cuando se ha perjudicado a un ser humano resulta difícil consolarse...usted tuvo la desgracia de haber apagado doscientas mil vidas. ¿Dónde se encontraría la potencia de sufrimiento correspondiente a doscientas mil vidas apagadas?... Sea el que sea el esfuerzo que usted haga, el dolor de ellos y vuestro arrepentimiento nunca estará a la altura de este hecho"
"lo preocupante es que no seamos incapaces de imaginar y de sentir los efectos que producimos con nuestra acción...el desfase o discrepancia entre el sentir y el hacer que ha conducido al individuo a una auténtica esquizofrenia...Lo que resulta desconcertante es la irrelevancia de los fines de las acciones para la conciencia individual, y la incapacidad para experimentar una reacción de sentimientos morales ante los efectos perjudiciales de los actos"
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