domingo, 31 de marzo de 2013

LOS ESPÍRITUS EN EL AULA

El aula es un espacio cargado de misterio, en el que tiene lugar un encuentro entre los viejos espíritus de la modernidad y los espíritus del presente, siendo desplazados estos hacia el exterior de la misma. En este sentido, es un lugar mágico en el que tienen lugar sucesos extraordinarios, que desbordan las percepciones, los discursos y los saberes de sus moradores. Es un lugar asediado por el más allá electrónico, que traspasa el dintel de sus puertas al modo de las mareas, que regresan de nuevo a su origen dejando su huella tras la pleamar. Los espíritus del presente son vehiculizados por distintas tribus bárbaras que acampan temporalmente en su interior, para regresar a sus mundos electrónicos.

Las sociedades actuales son el resultado de la convergencia de múltiples líneas de cambio, que modifican radicalmente las relaciones, las instituciones, los saberes, las subjetividades, las formas de comunicación, las relaciones entre las generaciones, las sociabilidades y los imaginarios. Todo se modifica profundamente, pero, en medio de esta marea de cambios, el aula permanece congelada, manteniendo sus códigos básicos incólumes. El aula es una fortaleza, que cada vez tiene sus fronteras más definidas, en tanto que al salir de la misma, los visitantes adquieren de nuevo su condición inseparable de los mundos sociales de la época presente. Es una experiencia de enclaustramiento y privación temporal de las identidades débiles, que son reparadas cuando se traspasa la barrera de su puerta. Por eso se trata de un lugar fronterizo, porque los pasillos y los espacios que la rodean, son gradualmente liberados de los espíritus de la modernidad, presentes en su interior en estado de hibernación.

El aula se encuentra rodeada por un espacio en el que reinan las configuraciones sociales de la época, en las que viven los estudiantes, que se funden en el complejo tecnologías/consumos/sistemas mediáticos/Internet-redes sociales. En su interior, se pueden escuchar los ecos del mundo de las galaxias exteriores, pero éstos son inaudibles frente a la preeminencia de los saberes y los métodos de la modernidad, que ahora se escuchan desprovistos de vigor, desgastados y debilitados, así como sus métodos convertidos en liturgias vaciadas y una ausencia de sentido que crea un vacío pavoroso. En estas condiciones, la comunicación se convierte en una simulación que roza el patetismo.

Esta condición de fortaleza sitiada, propicia que algunos de los elementos que portan los bárbaros que, procedentes de los mundos de la comunicación electrónica, irrumpen en el aula y se van apoderando imperceptiblemente de sus resortes y diluyendo los sentidos instituidos. Así, los métodos activos devienen en animación, los debates en tertulias, las intervenciones de los estudiantes en opiniones y los discursos docentes son abatidos inconmensurablemente. En el interior del aula se simula asumir algunos de los cánones de las culturas invasoras, pero así se genera una realidad patética, similar a la de los mayores disfrazados de jóvenes en los tiempos dominados por el consumo.

El sistema educativo y el espacio en el que se asienta, el aula, es denegado y desautorizado por el complejo integrado de las impetuosas instituciones nacientes. La explosión del hiperconsumo, de los media y de la última versión de Internet, las redes sociales, crean mundos vividos dotados de gran intensidad que se sobreponen al venerable sistema educativo. El aula es una situación social imposible en este contexto. La socialidad escolar tiende a debilitarse y evaporarse a favor de la vibrante socialidad de las redes sociales, youtube y el mundo condensado en las distintas pantallas que abraza fatalmente a la educación declinante.

Las estructuras sistémicas resultantes de la expansión tecnológica y productiva, interfieren el sistema educativo y lo destituyen. La destitución es un poderoso concepto enunciado por el historiador argentino Lewkowicz, referido al estado en el actual orden social mercadocéntrico. La destitución de la educación es una realidad que vivo hace muchos años de modo cotidiano. Se trata de una conmimación permanente, que se hace presente mediante la no respuesta de los estudiantes ante las propuestas de la institución. Desde el vacío vertiginoso vivido, se suavizan gradualmente las propuestas, los discursos y los métodos introduciendo discursos extranjeros y elementos que mitiguen las propuestas. Se trata de emitir alguna señal, cuyo contenido remita a un compromiso con el espíritu de la época, que se hace presente como espectro amenazador.

El aspecto más significado del choque de espíritus en el aula, es la incompatibilidad creciente entre el orden mental establecido por la galaxia de Gutemberg, que configuró el imperio ilustrado de la letra escrita y sus cuerpos de guardianes, los profesores, con el orden cognitivo emergente, procedente de la galaxia audiovisual. Se trata de un desencuentro de mentes e inteligencias que trasciende las visiones triviales predominantes entre los asediados. El aula es el espacio de la contienda silenciosa, pero sin tregua, entre los profesores alfabéticos y los estudiantes postalfabéticos, tan bien definidos por Franco Berardi Bifo.

Pero el elemento emblemático del asedio del presente al aula, es la evidencia creciente, convertida en una convicción generalizada, de que en el final del camino escolar no existe ninguna tierra de promisión laboral. El discurso que propone un sacrificio necesario e inevitable, para ser recompensado en el futuro, clave de todos los discursos de los poderes, carece de verosimilitud. La inserción laboral interminable, la precarización invasiva de toda la vida laboral y la biografía profesional, descompuesta en etapas, en las que no se acumulan los beneficios, deslegitima crecientemente las instituciones educativas. Sometidas a erosión, a tasas de deslegitimación insostenibles y vaciadas de sentido, la resistencia pasiva, la desobediencia, convertida en obra de arte monumental, configuran inevitablemente su realidad. La explosión festiva de los largos fines de semana y la ocupación de sus espacios exteriores para aliviar sus efectos, son algunos de los indicadores que visualizan su decadencia trágica.

Pero, mientras que crecen los mundos que la rodean, el diagrama del aula permanece invariable. Los sujetos son alineados en filas, como en su origen, en el que los alumnos iban a recibir unas raciones de saber que garantizaban una alta posición social, o bien iban a ser convertidos en obreros industriales, cuyo requisito esencial era saber leer señales, contar, pero sobre todo, aprender la virtud de la disciplina y la obediencia a la autoridad del ingeniero. Siglos después, los sujetos siguen siendo ubicados en filas y columnas, con el paisaje de los cogotes de sus compañeros antecedentes como horizonte, pero ahora son conminados a expresar sus opiniones, por efecto de la hegemonía de las instituciones comerciales y mediáticas emergentes, pero sin romper la arquitectura panóptica. En muchas ocasiones, tengo que pedir a estudiantes que hablan en las primeras filas, que se vuelvan para poder ser escuchados por sus antaño compañeros, ahora sólo comparten su presencia en una actividad que concluye en una calificación que, sumada a las de otras materias, conforma su pasaporte para la circulación por los circuitos futuros de la precariedad. La elección de materias y profesores, proveniente del imperativo del mercado, conforma grupos sin interacción alguna, que se volatilizan más allá de la lista de la asignatura, ahora devenida en tablón de docencia virtual.

El aula, congelada, asediada, destituida, es el espacio que muestra la crisis de conocimiento de las élites políticas y económicas, que arrojan sobre ella toda la basura de los problemas sociales que resultan de los terremotos sociales del presente, definidos por el choque entre estructuras sistémicas gobernadas por sus propias decisiones. Las autoridades en la comunidad que habito, discuten acerca del número de ordenadores en las aulas, sólo de eso. Tengo claro que así impulsan la industria de la informática agobiada por su propia capacidad de producción, pero, ¿es posible tanta estulticia?

Termino con una fantasía que he contado a muchos estudiantes, es una ironía con respecto a la nomenclatura del aula organizada en filas y columnas. Se trata de una película de mi infancia, Ben-Hur, en la que los esclavos remeros en los barcos de guerra romanos, eran colocados en la matriz filas-columnas, facilitando su visibilidad, control y castigo. En este caso, es congruente con la situación. Ningún esclavo-remero puede ver el rostro de otro, sólo de sus despiadados capataces. Pero, colocar a unos tipos en esta situación espacial en la que es imposible comunicar, ¿es adecuado para sujetos que se encuentran allí para formarse y desarrollarse cognitivamente? Lo dicho. Misterios del aula. Quizás sea menos misterio de lo que parece. Porque la hipótesis es que estos desórdenes y contradicciones pueden ser la resultante de una transición de entre domesticaciones para alcanzar la congruente con el nuevo orden social emergente. Remeros…precarizados…felices consumidores…espectadores de su propia imagen…Un misterio.

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