Granada es la ciudad que habito, un lugar donde impera la paradoja. Se trata de una ciudad en la que coexisten distintos tipos de nomadismos, uno de los rasgos más característicos de esta época, y los granaínos, un tipo humano que se define justamente por lo contrario que sus diferentes y eventuales visitantes. La imagen que tiene Granada es contrapuesta a lo que realmente es como ciudad vivida. La paradoja estriba en que su buena imagen, deriva de la experiencia de los que la visitan esporádicamente o estudian aquí durante un tiempo, diseminándose posteriormente por múltiples destinos.
Soy una de esas personas privilegiadas que voy a mi trabajo caminando. En un paseo de treinta y cinco minutos atravieso varias ciudades vividas completamente diferentes. Si algo define Granada es la distancia cosmológica entre las distintas especies que la pueblan. Los nativos arraigados, tan distantes con los forasteros, viven sus ciclos temporales de modo tradicional: la larga espera hasta la Semana Santa; la primavera esplendorosa, que concluye en las fiestas del Corpus; la fuga veraniega a las piscinas-barbacoas de las urbanizaciones y a las aglomeraciones de la costa; la fiesta de la Virgen de las Angustias, el último domingo de septiembre, que anuncia el invierno encerrado, donde la vida se desplaza a la sierra. La Granada tradicional alberga también varios mundos muy heterogéneos. Junto a los granaínos integrados de las clases medias, los trabajadores y empleados, existen comunidades definidas por procesos de marginación que tienen sus raíces en diferentes pasados. Distintas poblaciones en la zona norte o mayores residentes en el centro de la ciudad, severamente expulsados por la gentrificación a la granaína, que acompaña a la grandeur de los años ochenta.
Junto a los granaínos de código genético, las otras ciudades resultan de distintas diásporas y migraciones. Los residentes procedentes de otros lugares de España, atraídos por la expansión del empleo estatal desde los años setenta, que se encuentran con distintos grados de integración. Los estudiantes universitarios foráneos, ampliados en los últimos años por la explosión de los terceros ciclos y los programas de intercambios múltiples, del que el erasmus constituye el contingente principal. Todos estos nutridos grupos resultan de la contracción del mercado laboral y la larga espera para la integración en el mismo. Otros nomadismos que aportan grupos consistentes son los de los escasos inmigrantes que se arraigan, así como gentes relacionadas con actividades artesanales o artísticas informales, también los prófugos del norte industrial duro que encuentran en el clima, el ritmo pausado de la ciudad y su sistema cultural menos rígido, un lugar más confortable. Además los árabes, que conforman una sociedad silenciosa, así como los distintos inmigrantes presentes en la ciudad que nutren distintos mundos que se diferencian por su procedencia. Por último los turistas que transitan la ciudad consolidándola como destino turístico privilegiado.
Cuando salgo de mi facultad frente al monasterio de San Jerónimo, en el centro, me encuentro con la ciudad estudiantil. Numerosos estudiantes se desplazan entre los edificios del campus del Centro y el de Fuente Nueva, acudiendo a sus rutinas académicas y en espera de las noches de marcha en los que la fiesta los reconstituye como grupo social que marca sus fronteras. Los peatones universitarios que circulamos por la calle de mi facultad, somos escoltados por los automóviles procedentes de las urbanizaciones de la periferia, el área metropolitana, como es designada por las élites oficiales beneficiarias del proceso de expansión de las ciudades dormitorio desde los años ochenta, con la explosión del empleo estatal y la construcción compulsiva de viviendas, infraestructuras y edificios oficiales. Los motorizados entran por esta calle hacia el centro, desde donde se bifurcan en busca de las ciudades administrativas y comerciales.
Al llegar a la calle San Juan de Dios, aparece la primera frontera urbana severa. Allí se muestra con toda la intensidad una ciudad marginal, que representa los efectos de la desregulación posfordista así como las huidas de lo que Goodman denomina “la gran organización”. Muchos de los expulsados de actividades económicas tradicionales en crisis, junto a jóvenes desarraigados por la contracción del mercado de trabajo, e inmigrantes sin fortuna y nómadas fugados de la naciente sociedad de control europea, conforman un conglomerado marginalizado que se hace presente en las calles rehabilitadas de la ciudad renacentista. Los centros religiosos y sociales que sirven comidas gratuitas, las oenegés que sirven bocadillos episódicamente o los servicios sociales o de salud que atienden a poblaciones con carencias, atraen una población marginal considerable. Al caer la noche se incrementan las imágenes de este pueblo múltiple y segregado.
Siguiendo la calle San Jerónimo hasta la Plaza de la Universidad, aparece la ciudad de otros nómadas: los estudiantes erasmus. En sucesivas terrazas, bares, comercios no convencionales y tiendas de comida rápida abiertas a los sabores del mundo, se agrupan centenares de estudiantes erasmus que transitan y aprovechan incluso el menguado sol de invierno, en espera de las noches de los jueves, que simbolizan su experiencia anhelada del misterioso sur. Esta es la comunidad erasmus, regida por la lógica de intercambios amistosos entre sus distintos componentes de distintos orígenes nacionales, pero muy distanciada de los estudiantes locales.
La Plaza de la Trinidad es la última frontera entre la ciudad-erasmus y la calle Mesones, donde se ubica la zona comercial donde hace las compras la clase media granadina. Recuerdo cuando llegué a Granada en el año 1988 los comercios granaínos de la calle Alhóndiga y sus alrededores. Todos han sido barridos por el tsunami unificador del mercado, mediante la multiplicación de las franquicias. La calle Mesones, al igual que Reyes Católicos o Recogidas, muestra una de las contradicciones propias del presente, la centralidad de los jóvenes en el consumo, que coexiste con su desplazamiento del mercado laboral. En Puerta Real aparecen revueltas todas las ciudades. Los desembarcados de los pueblos de la provincia para hacer gestiones y compras y los turistas.
La ciudad comercial registra la presencia de los desequilibrios del sistema-mundo. La comparecencia del top manta y la intervención policial que suscita, es recurrente. Los africanos constituyen una comunidad muy relevante en Granada. Contrasta su cohesión, solidaridad, educación, y aspiración a integrarse, con las escasas posibilidades que ofrece un mercado de trabajo y unas instituciones tan raquíticas, como las granadinas. Es sorprendente la aparición del top manta en espacios y tiempos que desbordan los dispositivos de vigilancia de la policía local. Las noches de verano el top manta adquiere todo su esplendor en el centro. Una de las vivencias más duras de este trayecto es ser testigo de la persecución de los manteros, asistiendo así a un sórdido episodio poscolonial.
Cuando abandono Puerta Real hacia el puente blanco, van creciendo los contingentes de turistas. El turismo ha experimentado una metamorfosis de gran alcance. El resultado es la aparición de un tipo de desplazamiento en grupo y programado rigurosamente, con sus actividades secuenciales y rígidamente cronometradas, destinado a lugares que han sido visualizados con anterioridad al desplazamiento. Me impresiona mucho ver los grupos de turistas marcados por etiquetas y conducidos por un guía-pastor que va mostrando el camino. En este blog será uno de los temas que más reflexiones suscite. El puente blanco es el punto de anclaje donde son desembarcados los grupos, que inician su camino hacia la catedral, para cumplir la jornada programada. Todos los días los contemplo y me hacen pensar sobre el progreso.
Cuando dejo el puente blanco a mis espaldas penetro en un barrio granaíno en el que los bares, las tiendas de alimentación, ahora pertenecientes a las cadenas, así como las tiendas de todo a cien, pueblan las aceras y detentan la sociabilidad que se manifiesta en el espacio público. Pero el verdadero protagonismo en los barrios lo detentan los automóviles. El coche privado es la gran pasión de la época y Granada no es la excepción. La vida en común que queda, restando el tiempo dedicado a la tele y otras actividades mediáticas en el interior de los hogares, se produce en torno a la vigilancia de los espacios de aparcamiento, a su ocupación y a las rencillas vecinales que suscita.
Estas son las Granadas. En la vida de la ciudad, que se manifiesta de distinta forma según los segmentos horarios, las noches, los fines de semana y los veranos, predominan las distintas comunidades nómadas, permaneciendo los granaínos convencionales recluidos en sus espacios privados. Sólo en contadas ocasiones, en las fiestas del Corpus, la Semana Santa o en la Virgen de las Angustias, la Granada convencional arraigada hace acto de presencia impetuosa, mostrando sus esencias tan tradicionales, así como sus estéticas que desafían el paso del tiempo. Me fascinan las estéticas retro de las bandas de música que me hacen rememorar mi infancia. El resto del tiempo son los estudiantes, los turistas y otros visitantes los que ocupan el espacio público. Pero la auténtica Graná, se encuentra siempre latente desde sus espacios privados, desde sus casas de la periferia que denominan charlets, y sus vacaciones veraniegas donde se muestra sin pudor su verdadera naturaleza. Lo dicho, la ciudad que habito es pura paradoja.
3 comentarios:
Me encantó este relato...
Enhorabuena por los matices que aportan tus letras. Por esa la idea de que ir-y-volver o quedarse son dos verbos cuya conjugación puede unir dos formas de narrar (distintas y complementarias) a cerca de lo pensado-sentido-vivido en algún lugar...
Un saludo
Elena Serrano
Siempre me encantó escucharte en clase, y por supuesto, siempre me encantará leerte.
Saludos,
Irene Zambudio.
Promoción 1993-1998.
Gracias Irene. Me he propuesto no publicar este tipo de comentarios pero contigo se puede hacer una excepción. Me acuerdo de tu cara, que expresaba nítidamente tus emociones y tus estados. Recuerdo tus caritas de perplejidad o de dudas, de sorpresa, de asentimiento...Pensaba que eras demasiado transparente. Eso puede ser un problema en el mundo
postfordista que nos toca habitar, que se encuentra lleno de gestores-caimanes.Si sé que vas a estar ahí SIEMPRE me esforzaré más en este blog.
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