Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

jueves, 2 de mayo de 2024

LOS DUENDES DE LA SEDE DEL PSOE EN FERRAZ

 

 

La humanidad progresa, pero la mayoría de sus miembros no.

Pensar colectivamente es la regla general. Pensar individualmente es la excepción

Gustave Le Bon

 

En los últimos tiempos se acentúa la crisis sistémica de la democracia española. Una de las señales más llamativas de esa crisis es la comparecencia de varios espíritus del pasado que se muestran abiertamente en torno a la sede del PSOE en Madrid, en la calle Ferraz. Estos fantasmas adquieren la forma de personajes rotundamente obsoletos que desarrollan acciones y liturgias espaciales que remiten al pasado, exhibiendo unos repertorios de acción agotados y escasamente compatibles con las realidades del presente. De ellas resulta una suerte de shock antropológico, en tanto que su presencia y actuaciones conforman un espectáculo extraño, que no encaja con los imaginarios y las prácticas sociales imperantes en las actuales sociedades. Esta feria de lo obsoleto es mostrada por las cámaras como una exhibición de lo caducado, de modo análogo a las exposiciones de coches antiguos.

En particular, me refiero a las movilizaciones que tienen lugar desde hace varios meses, y que este prodigioso fin de semana se han diversificado mostrando lo extraordinario o lo insólito. La sede del PSOE en la calle Ferraz, se configura así, como un espacio mágico que me permito bautizar como el rompeolas de todas las formas de movilización imperantes en el pasado. Las gentes de la extrema derecha la han cercado exhibiendo formas arcaicas de expresión, que denotan una agresividad y violencia simbólica suprema. Los rituales religiosos, las quemas de muñecos, las estéticas de sus participantes, los eslóganes coreados, las cancioncillas, con la presencia inevitable del inefable “Cara al Sol”, las formas de cohesión grupal, las liturgias espaciales, la demonización del enemigo. Todas ellas conforman un espectáculo bochornoso que me interroga acerca de los sótanos en los que han permanecido durante tanto tiempo. Según pasan los días, la degradación avanza en esta subsociedad sumergida de los participantes del cerco a Ferraz, que constituye una exposición del viejo fascismo.

El pasado fin de semana concurrieron a ese espacio nuevos públicos, así como otros repertorios fantasmagóricos. El miércoles, el presidente Sánchez anunció su posible renuncia y su tiempo de reflexión. Su súbita ausencia supuso una destitución del partido, en un acto de liderazgo insólito y sin precedentes. El gobierno, los aliados y la dirección partidaria quedaron en suspensión hasta el desenlace, que era decidido por el líder en solitario y aislado de los mismos. Este vacío se proyectó a las bases y públicos partidarios que mostraron su orfandad desarrollando un conjunto de plegarias y jaculatorias sin precedente. Este acto de hiperliderazgo revela un sadismo inusitado, desvelando la vulnerabilidad del conjunto partidario y gubernamental desprovisto de la dirección del líder providencial.

El resultado de este dislate fue la reunión del Comité Federal incapacitado para hacer propuestas, reconvirtiéndose así en una reunión similar a la de la Iglesia cuando, tras la muerte de un papa, esperan la decisión de uno nuevo elegido por el Cónclave. En esta ocasión, Sánchez incapacitó a su colegio cardenalicio para asumir en exclusiva la decisión. Estos solo podían esperar al humo blanco. De ahí que se multiplicasen las liturgias asociadas a la milagrería. El partido quedó desnudado tras ser severamente cancelada su capacidad de decisión, incluso de consulta, suprimiendo imperativamente su voz. Sólo cabía manifestar la fe y la esperanza en espera de tan esperada decisión milagrosa que lo reconstituyese de nuevo superando la acción del maligno en un exorcismo público ante las cámaras.

En una situación así se mostraron impúdicamente los misterios de la organización. Se destapó la caja negra del partido. En el interior del Comité proliferaron los actos de fe y las proclamaciones de incondicionalidad. Los dirigentes se exhibieron como huérfanos vulnerables, liberándose de prejuicios. La ministra Teresa Ribera pronunció su antológico “Somos como los perros, fieles y leales”. Esta ceremonia mostró sin pudor el interior de la organización partidaria. Esta exhibe en el intervalo temporal de la ausencia de liderazgo, la magnitud de su cierre organizacional, haciendo ostentación de sus miedos. La apoteosis del partido clausurado por su líder se muestra en todo su esplendor, ignorando su mismo entorno. Las imágenes del Comité Federal, y, sobre todo, la salida de este al exterior para fusionarse con los desamparados concentrados en el exterior, denota la magnitud del cierre partidario que invoca a su líder, Sánchez/Sade, para conjurar los espíritus malignos de sus enemigos.

Contemplando esas imágenes, fue inevitable establecer una relación con eventos ocurridos en otras sociedades. La teatralización virulenta de la viceministra María Jesús Montero, remite a los rituales haitianos del vudú, entendido como una liberación imaginaria del mal. Pude imaginar a Françoise Duvalier, Papá Doc, el gobernante haitiano temido y aclamado por su pueblo durante tantos años. He sido testigo de la desmesura en la apología y el arte de aclamar en distintas ocasiones. Recuerdo que, en 1976, siendo responsable de organización del Partido Comunista en Cantabria, tras la legalización del partido tuvo lugar el primer mitin en el que venia una persona relevante de la dirección, Simón Sánchez Montero. El clima de entusiasmo entre los militantes era manifiesto. Pues bien, un veterano militante compareció en esa fiesta partidaria portando dos grandes retratos de Dolores Ibárruri sobre su cuerpo a modo de escapulario. En ese momento me invadió una sensación de pánico por los efectos nocivos que podía tener de cara a la gente joven que esperábamos.

Eso es exactamente lo que me fascinó de este convulso fin de semana. La movilización se asemejaba en sus formas de expresión a las concentraciones marianas promovidas por la Iglesia, o algunas antológicas que realizan distintos grupos evangélicos. Allí predominaba una idea convocante: un milagro que les liberaría de los temores a sus demoníacos enemigos que les acechaban desde el exterior. Exhibir contundentemente la aclamación al santo les liberaba de la angustia del vacío, reafirmándose frente a la gran masa de espectadores no creyentes. Así se configuró un éxtasis partidario colectivo que reclamaba lo extraordinario movilizando los cuerpos polarizados en las emociones.

Todos los ingredientes de una movilización defensiva comparecieron en el escenario. Ejercí largos años como profesor de Sociología de los Movimientos Sociales, lo que me ayuda a comprender las diferencias entre estas manifestaciones inducidas por los temores colectivos y aquellas que se orientan a un horizonte y tienen finalidades específicas. Las consecuencias del clima de tensión y el estado de alerta se hicieron patentes mediante el dramatismo y la riqueza de las sobreactuaciones de los participantes. Aquello tenía rasgos de las manifestaciones de Madres contra la Droga en los 80, en las que se trataba de responder a lo que se percibía como un poder maligno y subyacente, lo que generaba una apoteosis de desconfianza y sospecha colosal.

En una acción de este tipo, se reafirma emocionalmente la santidad de la causa que convoca a los participantes en detrimento de los rivales. Así se configura el abismo antropológico entre los métodos de la acción y el contexto global en el que se produce. Uno de los antecedentes de este ensimismamiento compartido y puesto en acción fue la célebre manifestación en los años cincuenta que protestaba contra la negativa de la ONU a admitir a España. Un artista incógnito sintetizó el imaginario de las protestas en una pancarta, cuyo texto rezaba así: “Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos”. Esta expresión denota el sentido organizador de los participantes: Se reafirma la divinización del nosotros frente a la condena de ellos, que en este caso era, nada menos, que la comunidad internacional.

Esta frase desvela a las claras la dimensión formidable del cierre al exterior de una comunidad humana. El pasado fin de semana en Ferraz se hizo patente el cierre sobre sí mismo del PSOE. Todos se mostraron como hijos de Pedro y Begoña, dispuestos a la defensa numantina de estos por encima del bien y del mal, frente al acecho de la última versión del Ángel Caído. La obsolescencia de las concentraciones defensivas y desesperanzadas quedó de manifiesto. En estos días se produce un ciclo de protestas de los estudiantes norteamericanos por el genocidio de Gaza que adopta formas completamente diferentes, al estilo del 15 M. En este caso se reapropian de un espacio en el que se instalan potenciando los vínculos entre los participantes. Se trata de otra matriz antropológica. Lo que se sigue viendo por aquí son, en el sentido estricto, procesiones, una versión de las masas religiosas concentradas para la cohesión en torno al bien, que siempre tiene el rango de divinidad. Estas carecen de objetivos específicos. La semejanza de las manifestaciones con este modelo eclesiástico es manifiesta en sus eslóganes y modos de estar.

 Renovar los repertorios de acción es una condición para la sobrevivencia de los movimientos sociales, que se inscriben en nuevos contextos. Es esencial adecuarse a las condiciones determinadas por la reciente mutación antropológica, todavía en curso. Imagino que esta renovación excluye la compulsión de los cuerpos al estilo del vudú que han puesto en escena algunos ilustres ministros y miembros de las jerarquías estatales. Ellos me han obligado a recurrir a Gustave Le Bon.

 

 

jueves, 25 de abril de 2024

EL FEMINISMO Y LA DEFUNCIÓN DEL PACIFISMO EN EL GENOCIDIO DE GAZA

 

En los años sesenta se produjo una ruptura del orden social imperante en las canónicas sociedades industriales que cuestionaron varias dimensiones esenciales del capitalismo fordista. Esta fractura fue impulsada por varios movimientos sociales que actuaron concertadamente, ampliando así su impacto social. El feminismo fue uno de los movimientos estrella en ese tiempo, junto al ecologismo, el pacifismo, el movimiento por los derechos civiles y otros. La consecuencia más importante fue la aparición de los bienes inmateriales, es decir, reivindicaciones y aspiraciones que no podían ser satisfechas por el mercado y se encontraban asociadas a la vida. Esta década inició un tiempo de transformaciones sociales y culturales que han acompañado a mi propia biografía.

Como participante en este tiempo fantástico, entiendo el feminismo como un movimiento “emancipatorio”, integrado en el paquete total de movimientos que agrietan las sociedades industriales convencionales y constituyen un horizonte de transformación de la vida. Pues bien, resulta que, en tanto que el feminismo y el ecologismo son absorbidos por el nuevo capitalismo neoliberal y global, conformando lo que Adrián Zelaia denomina como posmocapitalismo, el pacifismo, sigue la fatal estela de la vieja fraternidad, denegada por el desarrollo de las sociedades modernas que incluyen en sus agendas la libertad e igualdad, aunque en no pocas ocasiones para convertirlas en una suerte de bonsáis minimizados.

El pacifismo ha sido devorado, relegado y desaparecido, en tanto que el sistema ha absorbido a la antigua izquierda, ahora integrada en los gobiernos, y detentadora de un pragmatismo integral que la hace compatible, e incluso funcional,  con las instituciones del complejo militar-industrial. En España, hemos asistido a un intenso tráfico de armas avalado por el gobierno, y favorecido por la competencia de Podemos de hacerse el distraído. Además, la posición de ese gobierno con respecto a la guerra de Ucrania, ponía de manifiesto el comportamiento de esta izquierda dispuesta a permanecer en el gobierno a cualquier precio. Ahora que han salido del gobierno claman en los videos y en las manifestaciones litúrgicas contra el genocidio y la militarización.

La deriva de sus herederos de Sumar es coherente con las prácticas políticas de esta generación de 2014, completamente neutralizada y carente de cualquier ideario político, que se manifiesta en su idea fuerte de mejorar la vida de la gente, entendiendo esta mejora en términos monetarios. Esta nueva versión de la izquierda se encuentra polarizada en torno a la idea de que el cambio solo puede ocurrir patrocinado por el gobierno. Las recientes declaraciones de Mónica García en favor del incremento del gasto militar ponen de manifiesto la ausencia de cualquier principio político, así como la deflagración del pacifismo, silenciado integralmente por tan ilustres feministas y verdes. Sumar representa un salto inquietante con respecto a Podemos. El pacifismo ha sido expulsado radicalmente del ideario de esta posmoizquierda, siendo sacrificado por la prioridad de estar afincados en las instituciones estatales.

El genocidio de Gaza pone de manifiesto varios juegos de espejos recombinados. Son muchos los que hacen declaraciones o gestos que muestran la letal capacidad de escandalizar que detenta este exterminio televisado. Pero estas lamentaciones, no son proporcionales a la magnitud de esta masacre de palestinos. Las cohortes militantes sobrevivientes a la emergencia de 2014, se encuentran ahora integradas en las instituciones estatales librando una cruenta batalla por la supervivencia en las mismas. Su experiencia en la videopolítica les ha enseñado que lo importante es administrar los gestos y las imágenes. Así, en las manifestaciones litúrgicas y rituales producen signos de diferenciación. Buena parte de ellos se encuentran destinados a acreditarse frente a sus parroquianos. Pero, la verdad, hay poco de auténtico en ese simulacro de oposición a las guerras y la militarización.

Este simulacro de falsa radicalidad y de impotencia con respecto al cambio privilegia el desplazamiento de finalidades. Si no es posible defender la integridad del sistema sanitario público y frenar su deterioro se sustituye por las medidas radicales contra el tabaco o la proclamación de que la presencia de psicólogos en los centros sanitarios resolverá los malestares sociales que generan la demanda. En este orden de simulación, la maestra de ceremonias es Yolanda Díaz. Esta apuesta por llevar el simulacro al límite promoviendo un viaje a Palestina de ella misma, acontecimiento que generaría un alud de fotos y videos para seducir a tan atribulados y solidarios públicos sensibilizados por el genocidio. Se sabe que un viaje así no tiene ninguna incidencia en la realidad, pero se supone que puede contribuir a una imagen que capture espectadores-votantes.

Forjado en el sistema de coherencias entre los grandes movimientos sociales y persuadido acerca de un indisoluble vínculo entre el pacifismo y el feminismo, asisto perplejo a la defunción y entierro del pacifismo. Este evento presenta algunas dimensiones inquietantes. Una de ellas es la exhibición narcisista “instagramera” de las mujeres sodado israelíes. Estas promueven cientos de videos e imágenes exhibiendo sus cuerpos uniformados y acompañados de sus armas. Mi interpretación es inequívoca: se trata de un acto sádico, en tanto que se supone que estas se encuentran participando en modo de igualdad en las matanzas de civiles y la destrucción del entorno de la vida de sus víctimas. Se puede afirmar que, después de grabar esos videos, se desempeñarán en las misiones de destrucción que están conmoviendo a las perplejas audiencias.

Este acontecimiento remite a la materialización misma del feminismo. ¿Cómo es posible que las mujeres, tras décadas de conquistas, eliminación de barreras e integración en las sociedades, acepten sin problematización alguna esta violencia destructiva que quiebra cualquier noción de humanidad? No quiero extenderme en este asunto, en tanto que considero que se encuentra todavía más allá de la inevitabilidad de los efectos perversos asociados a cualquier proceso de cambio social. En los miles de videos en los que estas mujeres-soldado se exhiben comunicando su satisfacción y alegría, se pone de manifiesto una perversidad insólita, que contradice las pretensiones de las generaciones feministas que iniciaron la transformación.

Pero lo peor radica en el silencio absoluto de la progresía y del feminismo oficial, que retira su mirada de este escenario cruel y patético, liberando a los contingentes de mujeres-soldado de cualquier responsabilidad o censura. Este dislate indica que los contingentes de mujeres que se han posicionado en las tierras altas de la política, la universidad, las instituciones y las profesiones actúan como un loby que prioriza la defensa de sus posiciones. No se puede encontrar ni una sola palabra de censura de esta situación. En las manifestaciones litúrgicas ni una sola alusión. Me parece escandaloso, indicando a las claras la naturaleza de la posmoizquierda en las sociedades del presente.

Presento varios videos que considero escandalosos. El narcisismo de las mujeres sodado se muestra sin ambages, sobreponiéndose a la tragedia del exterminio de los palestinos que ellas mismas ejecutan. La defunción del pacifismo implica la eliminación de cualquier empatía entre las mujeres soldado israelíes que asesinan a civiles y las mujeres palestinas, consideradas como bárbaras y despojadas de cualquier humanidad. He visto un video de Irene Montero en la reunión de la Internacional feminista en Buenos Aires. En este, muestra su euforia, propia de las mujeres que han llegado a las tierras altas en las que decrecen las desigualdades. Está claro que ahí no están las mujeres palestinas que viven en las tierras bajas en las que impera la desigualdad de género.

 








martes, 23 de abril de 2024

ESPLENDOR EN LA MARQUESINA

 

Ocurrió un sábado de este mes de abril. Tras pasear por el parque del Retiro con mi perra, transitando espacios saturados de turistas y deportistas de fin de semana, me invadió un sentimiento de rebeldía ante la modernización turistificada y sus espectros personales que interferían mi pausado tránsito, y decidí dar un paseo a la deriva por algún lugar que me hiciera evocar a la antigua ciudad que viví en mi adolescencia. Tras dejar a la perra en casa me dispuse a coger la línea de autobús 2, una de las que más frecuento, en tanto que me lleva a Cibeles, la Gran Vía y Plaza de España. En esta ocasión iba en sentido contrario, a Manuel Becerra.

La plaza de Manuel Becerra es uno de los raros espacios que conserva alguna de las propiedades de la vida anterior a la modernización en la versión consumista-mediática.  A pesar de que las aceras y los edificios han sido rehabilitados al estilo de los urbanistas que preparan los escenarios para la maximización económica de sus usos posteriores, conserva su condición de lugar, es decir, que es reinventado y consagrado por un nutrido contingente de gentes que se apodera de él para recrear su cotidianeidad. Las terrazas de las cafeterías se encuentran llenas de una multitud que se congrega para magnificar el desayuno y la merienda. No son viajeros, sino gentes arraigadas en los alrededores.

La merienda es una comida prohibida por los rigores racionalizadores de los nutricionistas del complejo médico-industrial. Las gentes que se asientan en las mesas desafían las conminaciones acerca de los límites de las calorías, así como el cerco establecido contra lo dulce, convirtiendo la merienda en un acto social supremo. Todas las mesas están llenas de un público bullicioso que mantiene una sinfonía de conversaciones carentes de finalidad. Unos a otros se cuentan sus cosas cotidianas en un medio en el que predominan las risas y un bullicio entrañable. Contemplar desde afuera este espectáculo es fantástico. Entre los que practican la merienda social se encuentran muchos de los desahuciados por la sociedad modernizada, mayores principalmente, que viven sus últimos años antes de su encierro forzoso y mujeres que no han tenido la oportunidad de desarrollar una carrera laboral.

En la plaza quedan dos grandes quioscos, además de otro entrando por la calle de Alcalá.  Me gusta curiosear los periódicos y revistas, además de comprar los residuos sólidos de la época fenecida del imperio de la letra escrita, como son El Viejo Topo, Le Monde Diplomatique y alguno que encuentro de ocasión. En la zona en que vivo, la de Ibiza, solo queda un quiosco vivo.  Estos, junto a las terrazas, confieren a la plaza una naturaleza distinta a las zonas ya gentrificadas que diseñan para sus negocios el complejo de los grandes propietarios del suelo.

En particular, uno de los barrios que más frecuenté y del que conservo recuerdos entrañables, como es el de Chamberí, ahora se encuentra rehabilitado para su nueva misión de asentar actividades económicas selectivas de alto valor añadido, así como residencia de gentes con cuantiosos recursos monetarios. La rehabilitación ha dejado Chamberí como un museo. Lo peor es que han desaparecido completamente los viejos bares freiduría, y también las gentes que los frecuentaban y sus usos cotidianos. De ahí mi propensión a desplazarme a los escasos lugares que preservan algo del esplendor convivencial cotidiano de antaño, como Manuel Becerra.

Pues bien, ese sábado, tras el paseo de rigor por El Retiro, llegado a la marquesina del 2, ocurrió un pequeño acontecimiento inesperado esplendoroso. Resulta que los sábados, como consecuencia de la programación mercantilizada de la Empresa Municipal de Transportes, disminuye drásticamente la frecuencia, demorándose los autobuses mucho tiempo. Encontrándome en la marquesina, apareció un paisano que me preguntó si sabía cuándo había pasado el último. Entonces se entabló una conversación muy viva y llena de cordialidad entre nosotros. Él venía de pasear por El Retiro y fue inevitable la aparición de una nostalgia compartida por el pasado del parque, utilizado por los residentes propios. En breves minutos nos contamos nuestra procedencia, algo de nuestras vidas y de nuestras sensaciones en tan luminosa mañana primaveral.

En estas pláticas cotidianas es ineludible la aparición de la edad. Cuando le dije que estaba cerca de los 76 me confesó que tenía 82 años. Su aspecto era fantástico para esa edad. Fue inevitable la salida a flote de un orgullo compartido de haber vivido al margen de las tablas de méritos que rigen las vidas de los súbditos de las generaciones siguientes, rigurosamente subjetivados (que no educados) por las instituciones del mercado, que les conminan a vivir para producir méritos en varios órdenes para constituir su identidad y ser clasificados en escalas de valor. Mostramos nuestro orgullo en haber vivido muchos momentos espléndidos, pero que no se inscribían en el orden del cálculo programado que impera en las instituciones del mercado.

Tras unos minutos de tan cordial conversación arribó a la marquesina otro hombre mayor, también procedente del obligado paseo primaveral matinal por El Retiro. Mi interlocutor y él se conocían. Afirmó orgullosamente que tenía 92 años. Este sí los representaba, aunque su vitalidad era manifiesta. Enseguida mostró su escepticismo acerca del futuro. Los dos ironizaron cuando les dije que había sido docente, mostrando una sutil revancha contra esa profesión prevalente en las sociedades anteriores a la imposición del mercado. En el espacio de pocos minutos reímos un par de veces y salieron a flote algunas frustraciones asociadas a nuestra condición de mayores o viejos. Es inevitable que aflore una tenue decepción de Europa, en tanto que nuestras biografías han sido interferidas por el mito europeo. Estaba presente nuestra percepción de detentar la condición de sujetos devaluados, denostados, sujetos a varias marginaciones, así como rigurosamente dirigidos y guiados por los médicos, cuyos dictámenes nos estigmatizan y preparan para nuestra expulsión gradual de la vida, terminando en una reclusión fatal, carente de cualquier sentido que no sea la de la conservación de nuestros cuerpos según el modo de las conservas de pescados.

En eso llegó el 2. Continuamos la conversación y cada cual se bajó en su parada respectiva, retornando a los espacios domésticos de los que estamos en vísperas de ser expulsados por tan modernizados ciudadanos y sus constelaciones de profesionales. Fue una conversación fantástica, en la que estaban presentes muchas cosas subyacentes, asociadas a nuestra condición de sujetos en víspera de expulsión a la siniestra reserva de la vida de las instituciones totales de las residencias-asilos. Pero fue grandiosa la vitalidad que presidió esta conversación, en la que nos liberamos momentáneamente de las tutelas, confirmándonos como sujetos vivos dotados de la capacidad de hablar, contar, ironizar, reír y gozar de pequeños acontecimientos cotidianos esplendorosos. Lástima que este acto vital que nos rehabilitó mutuamente durante unos gozosos minutos no se encuentre reconocido en ninguno de los registros de las instancias de control de la población mayor y preparación para la expulsión definitiva.

La marquesina fue un espacio en el que concurrió inesperadamente esta situación de encuentro espontáneo, rompiendo su maldición de albergue de esa situación social tan representativa de las sociedades de mercado total como es la de cola del autobús, en la que la contigüidad espacial no conlleva interacción alguna y el anonimato adquiere un perfil prodigioso. En los últimos años he descubierto laboriosamente una red de lugares que cobijan a las víctimas de la gran racionalización y modernización de la vida, que ahora adquiere la forma de desierto poblado por una nube de automatizados concentrados en sus pequeñas pantallas. Lugares en los que es posible la materialización de conversaciones cara a cara sin finalidad alguna y entre desconocidos. Apoteosis de lo que antaño se llamaba cotidianeidad, ahora destituida por las industrias culturales que gobiernan las vidas y exigen la atención total a sus comunicaciones y guiones.